fbpx

Padres perdidos en la educación de los hijos

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
0

La pandemia ha cambiado nuestras vidas. También las relaciones familiares, que se han visto resentidas ante una situación tan estresante y que genera tantas incertidumbres.

 

Por Diana Oliver

La pandemia por coronavirus ha cambiado por completo nuestro mundo laboral y educativo. El teletrabajo y la educación online se han convertido en protagonistas de un 2020 que parece dispuesto a no dejar de sorprendernos, y que ha abierto numerosos retos ante nosotros. Dentro de los hogares, muchas familias conviven intensivamente desde marzo, de forma intermitente –como consecuencia de los confinamiento y las cuarentenas–, algo para lo que no estábamos preparados. Y no es fácil. A los retos propios de la crianza y la educación de los hijos se añaden otros enormes originados por el contexto de la pandemia: la falta de medios tecnológicos, la incertidumbre laboral y económica, el trabajo con los niños en casa, el acompañamiento que requiere muchas veces la educación online… ¿Cómo afecta todo esto a las relaciones familiares?

Desde el equipo de atención a la salud mental infanto-juvenil de menteAmente reconocen que la crisis del coronavirus ha afectado de forma compleja a las familias, aunque por lo que han podido observar en su centro, la mayoría de las familias lo están haciendo lo mejor que pueden en cada momento. “Al igual que sucedió en la crisis económica del 2008, la pandemia ha supuesto un periodo de incertidumbre y alarma social en el que las familias han hecho una labor de contención que hay que reconocer. El coronavirus ha supuesto un estresor mundial para el que no estábamos preparados. La gestión de la crisis ha sido sin duda un desafío, no sólo por el impacto del virus (pérdidas humanas, crisis económica, etc.), sino también en el plano psicológico”, explican.

Para Sonia Martínez Lomas, psicóloga y directora de los Centros Crece Bien, pioneros en la enseñanza y el desarrollo de Habilidades Emocionales, Sociales y de Aprendizaje, aunque es cierto que a sus sesiones han acudido algunas familias que sostienen que los confinamientos les permiten pasar más tiempo juntos “y disfrutar de ese tiempo”, lo cierto es que “para otras muchas familias esta situación ha aumentado los conflictos, el malestar y los desacuerdos,”. El hecho de no poder salir a la calle o cambiar el foco de atención, así como el hecho de que estar juntos fuese parte de una obligación y no de una decisión voluntaria, “aumentó el malestar y provocó que, a veces incluso, el problema se viese más grande de lo que realmente era”.

Apuntan desde menteAmente un dato importante: los primeros meses de la pandemia las familias pusieron todas sus estrategias de supervivencia, iniciando una respuesta de adaptación al estrés, y se centraron mantenimiento de las relaciones familiares. “El impacto de la pandemia se focalizaría en contextos de riesgo (conflictos familiares previos, problemas económicos, hacinamiento, violencia machista, etc.) y familias con personas con vulnerabilidades previas (discapacidad, enfermos crónicos, enfermos de avanzada edad y pluripatológicos, etc.), si bien este último caso, la experiencia nos dice que muchas familias también pudieron manejar con entereza esta situación”, sostienen.

Dado que la nueva normalidad instalada desde junio no se produjo en un contexto de “control absoluto de la pandemia”, realmente no ha habido tregua para las familias, lo que ha supuesto, según el equipo de menteAmente, que las familias hayan tenido que mantener esa respuesta de estrés que señalaban y que, además, hayan tenido que buscar los recursos para seguir adaptándose a una realidad cambiante. “Ahora las expectativas no son nada halagüeñas, no estábamos preparados para una pandemia y menos que se prolongara más allá de 2020 o 2021. La ausencia de medidas o normas eficaces impacta sobre la ilusión de control y los sesgos cognitivos de la gente. Esta ausencia de control, junto a la incertidumbre, hace que entremos en fase de agotamiento o fatiga del estrés, siendo frecuentes el enfado, la desilusión y el hartazgo”, cuentan. En esta situación las relaciones familiares se resienten: “Las medidas no terminan de controlar eficazmente la segunda ola de la pandemia, y cada vez se hace más apelación a la responsabilidad individual, dejando atrás un factor de protección cardinal como es el apoyo familiar”.

Sobre el asunto de esta nueva normalidad, la psicóloga Sonia Martínez Lomas insiste en que esta situación se ha producido un incremento considerable de las peticiones de ayuda de padres y madres para gestionar la relación con sus hijos desde ellos mismos: “Los más destacable es que la demanda ha cambiado: antes las familias venían para intentar ayudar a sus hijos. Ahora, llegan a nosotros porque se plantean si esa ayuda la necesitan ellos mismos porque se sienten nerviosos e irascibles y, obviamente, pierden los nervios enseguida”. Esto conlleva a que las familias se sientan desbordadas y perdidas ante la educación de sus hijos. “Algunas familias verbalizan que su expectativa de tener una familia feliz se ha derrumbado, por lo que plantean ahora pedir ayudar para mejorar esas relaciones y que tanto sus hijos como ellos guarden un gran recuerdo en el futuro”, lamenta Sonia Martínez.

 

La tecnología y la gestión de emociones: dos retos importantes

Para el equipo de atención a la salud mental infanto-juvenil de menteAmente, la puesta de límites y el mantenimiento de estos dentro del grupo familiar es uno de los retos en el proceso educativo. “Supone un tema complicado en una sociedad que ofrece cada vez más oportunidades con sus propios límites menos dibujados, en la que la tecnología y la facilidad de movilidad hacen que los padres tengan progresivamente menos alcance en las diferentes esferas que componen en el entorno de sus hijos. Mantener esos límites proporciona un esquema mental para los hijos que les tranquiliza y da herramientas para afrontar las situaciones del día a día”, explican.

Por otro lado, según los psicólogos, “este proceso y la educación en sí misma necesita de tiempo compartido, de entendimiento y reconocimiento de ambas partes para poder proporcionar seguridad y tranquilidad en los hijos, espacios de conversación en los que sientan que pueden expresar sus angustias e inquietudes”. Y no es un asunto sencillo: “El contexto laboral actual dificulta esta posibilidad, siendo cada vez más frecuentes los horarios flexibles que hacen muy difícil la conciliación. En ese sentido, la presencia del teletrabajo en estos últimos tiempos facilita por una parte el poder compartir tiempo aunque no siempre de calidad, poniendo a prueba los límites ya que trabajamos, vivimos y por lo tanto educamos en un mismo lugar”.

Para Sonia Martínez el aumento de los problemas en el ámbito doméstico debido al confinamiento entra en cierto modo dentro de lo esperable, ya que se pasó de un contexto en el que los padres trabajaban muchas horas fuera de casa, “y cuando veían a sus hijos se preocupan más de sus necesidades físicas y de jugar con ellos para aprovechar el tiempo de una forma positiva para todos”, a otro en el que nos vemos conviviendo 24 horas al día, con la incertidumbre y las deficiencias aparecidas (o incrementadas): “Es lógico que aparezcan otras preocupaciones, que aumenten las dificultades y que los problemas sean más visibles”.

Desde Crece Bien añaden que a las dificultades propias de la educación y la crianza se ha sumado la preocupación por el uso de las nuevas tecnologías por parte de niños y jóvenes, ya que “las familias no saben cómo gestionar el tiempo que sus hijos están expuestos y cómo ponerles límites”. Comparten esta idea desde menteAmente, para quienes la presencia de las nuevas tecnologías puede ser una amenaza en el proceso educativo. “Las redes sociales ponen a prueba muchas veces la confianza entre los miembros de una familia y despiertan la necesidad de protección frente a peligros potenciales al acceso de los hijos. El hecho de poder compartir espacios de dialogo podrá facilitar el entendimiento de estas nuevas herramientas y evitar dinámicas de ocultación y conductas disruptivas por parte de los niños y niñas”, señalan.

 

De qué recursos disponen las familias

Es cierto que actualmente tenemos más información que nunca sobre la educación de los hijos pero muchas veces cuesta llegar a ella, o cuesta llegar a la información más adecuada según qué casos. ¿De qué recursos disponen las familias que se sienten perdidas? Responden desde menteAmente que si bien vivimos en la época de la tecnología y el acceso a una gran cantidad de información, lo cual aporta grandes beneficios, en ocasiones puede generar caos: “Ante cualquier duda o necesidad de consejo recurrimos a las redes tratando de buscar respuesta. Pero se nos olvida poner el filtro de qué tipo de información leemos, o cuál es la fuente de la información. Es importante ser escéptico con lo primeo que nos llega, sin analizar quién lo está escribiendo, porque si no lo hacemos así, podemos alarmarnos ante cosas que entran dentro de la normalidad, o pasar por alto síntomas o aspectos que sí que tienen que recibir atención especializada”.

El equipo de expertos señala que los recursos principales de los que disponen las familias son el acceso a profesionales de salud mental y del ámbito escolar. “El acceso a profesionales de la salud, especializados en diferentes campos, dota de veracidad las dudas que puedan surgir en diferentes ámbitos. Es importante consultar con personal con experiencia; y ante información que provenga de diferentes sitios, analizar si la fuente es fiable, y si la persona que da esa información tiene la veracidad suficiente como para tomarla por algo válido”, explican; e insisten en que no podemos olvidar es que cada niño, cada persona, y cada unidad familiar es diferente, “por lo que es necesario centrarse en las necesidades, recursos y habilidades de forma individualizada”.

Para la directora de lo Centros Crece Bien, no obstante, esta situación extraordinaria que nos ha tocado vivir ha dejado al descubierto “claramente” la falta de recursos emocionales de muchos padres y madres para hacer frente a situaciones como la actual. “Ante factores externos que provocan estrés e internos que lo aumentan, si las familias poseen recursos emocionales para manejar la situación, aunque ésta les afecte, la superarán mucho mejor e incluso podrán salir de ella de manera airosa. Por eso es fundamental que, además de dar recursos económicos y físicos a las familias para hacer frente a crisis como la actual, también se dé importancia a los recursos psicológicos y emocionales”, argumenta.

 

Cuándo debemos acudir a un profesional

Según los psicólogos de menteAmente, la búsqueda de ayuda se debe producir antes de que los problemas se vuelvan inmanejables. “Hoy en día todavía sigue habiendo un freno en buscar ayuda, ya que ir a terapia sigue teniendo connotaciones o la expectativa de poder ser señalado”, sostienen. También señalan que puede haber un lapso entre la búsqueda de ayuda de la persona y la atención por un especialista debido a que los presupuestos y dotaciones en especialistas en Salud Mental ha sido reducidas o escasas tras la crisis económica. “Aunque se han hecho algunas contrataciones al respecto, se considera que la atención a las consecuencias psicológicas en los Sistemas de Salud Pública autonómicos es insuficiente”, añaden.

Los expertos consideran que es importante que las familias conozcan los signos de alerta derivados de la respuesta de estrés. Algunos de ellos son:

  • Irritabilidad, inquietud, desánimo.
  • Ansiedad por falta de control, estado de ánimo bajo por ausencia de actividades y relaciones placenteras.
  • Estrés postraumático.
  • Sentimientos de soledad, miedo e inseguridad a salir a la calle (siempre que las medidas lo permitan).
  • Conductas de riesgo como consumo de alcohol o tóxicos.
  • Desbordamiento emocional ante situaciones y demandas cotidianas.

Por último, a los padres y madres que se sienten “desbordados e inseguros” la psicóloga Sonia Martínez les traslada un mensaje positivo, ya que darse cuenta de que algo no va bien es el primer paso para cambiarlo: “Hay que ver la situación como una oportunidad, como el momento en el que podemos hacer un cambio. Si lo enfocamos así y no como un fracaso en nuestro desempeño como padres o madres, podremos cambiar las cosas y enseñar a nuestros hijos que, cuando las cosas no van bien, se pueden cambiar buscando alternativas diferentes”.

 

0
Comentarios

  1. Maria palau Psicologa
    7 de diciembre de 2021 18:36

    Muy buen post! 🙂 Enhorabuena por el contenido