fbpx

¿Qué hago si mi hijo me pega?

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
0

Quiero esas zapatillas o llegar más tarde a casa. Cualquier detalle basta para desatar el infierno. La violencia no es sino un medio para lograr aquello que los chicos consideran que merecen. Son hijos que agreden a los padres. Cada vez son más jóvenes y cada vez hay más casos.

Por: VIRGINIA MADRID

“Es que eres tonta no te dije ayer que necesitaba tener limpios los vaqueros azules para este viernes. Es que no vales para nada”. Con insultos y descalificaciones así empezó todo”, recuerda María Hernández (nombre ficticio) divorciada y madre de un joven de diecisiete años. Esta diseñadora gráfica de 48 años prefiere ocultar su identidad, porque le avergüenza explicar que durante un año su hijo la estuvo agrediendo tanto física como verbalmente. “Cuando miro atrás y recuerdo las cosas que me ha dicho y hecho mi propia hijo no me lo puedo creer. Me gustaría decir que ha sido un mal sueño, pero por desgracia las faltas de respeto, los empujones y los golpes han existido y me han hecho mucho daño a nivel emocional, tanto que estoy yendo a terapia psicológica. Tras buscar ayuda, localicé a un grupo de expertos (psicólogos, trabajadores sociales) con amplia experiencia en este tipo de casos y ahora estamos un poco mejor. Principalmente, porque los psicólogos nos aconsejaron que lo más adecuado era que mi hijo se fuera a convivir con mi ex marido y su nueva familia durante un tiempo para erradicar la violencia del día a día. Desde entonces, mi hijo acude a terapia dos días a la semana y ha mejorado mucho su conducta. Y mi ex marido y yo cada dos semanas acudimos a un grupo de padres e intercambiamos experiencias”.

Vergüenza y culpabilidad

LO cierto es que el caso de María no es un hecho aislado. Según datos de la Fiscalía General del Estado, las agresiones de hijos a padres han aumentado considerablemente en los últimos años. En 2006 se cuantificaron en nuestro país 2.000 casos y en 2013 un total de 4.760. Pero en realidad, hay más casos insisten los expertos. “No es fácil denunciar a tu propio hijo. Los padres sienten vergüenza, se sienten culpables e incluso consideran que han fracasado como educadores y otros también tienen miedo a sufrir una nueva agresión. Es muy duro reconocer que tienes un hijo que te golpea, te humilla y te insulta”, afirma Javier Urra, Presidente de la Comisión Rectora del Programa RecURRA- GINSO. Pero hay más cifras significativas. Se estima que el 13% de los hijos ejercen violencia física contra los progenitores, el 70% de los agresores son varones, y el 100% de víctimas son mujeres (madres), mientras que padres varones lo son en un 50%.

Estadísticas que manejan con frecuencia el gran equipo de expertos que trabajan a diario con los menores ingresados voluntariamente en el centro terapéutico RecURRA-GINSO (www.recurra.com / Teléfono: 900- 65-65-65) especializado en adolescentes que ejercen violencia filio-parental y situado en la localidad madrileña de Brea de Tajo. El Director del centro Campus Unidos RecURRA-GINSO, Eduardo Atarés, señala el perfil de los chicos que agreden a sus progenitores: “Son menores inmaduros, a los que les cuesta tolerar la frustración, porque están acostumbrados a conseguir lo que desean sin tener que luchar por ello, algo que a la vez les hace ser dependientes de sus padres y que les hace tener una baja autoestima, ya que en seguida abandonan sus retos. Además, no están acostumbrados a las rutinas diarias y realizan un consumo habitual de cannabis y alcohol”. Una de las particularidades de este centro privado en el que los chicos continúan con sus estudios y asisten a terapias individuales, en grupo y con los padres, es que durante los diez meses que dura el tratamiento, los chicos no tienen acceso ni a teléfonos móviles ni a redes sociales. Además, realizan con frecuencia actividades de ocio y todos los días practican deporte, porque fomenta la vida saludable, el valor del esfuerzo y la labor en equipo. En el centro RecURRA-GINSO, que cuenta con 96 plazas y que tiene un porcentaje de éxito del 70%, los expertos trabajan no solo con los hijos, sino también con los padres, porque ambos deben aprender a cambiar su actitud y conducta para lograr una convivencia respetuosa y recuperar la relación entre ellos.

Señales de alarma

Lo evidente son los empujones, golpes e insultos de hijos a padres, pero este proceso  comienza mucho antes y se va gestando poco a poco a lo largo del tiempo. Magdalena Mayorga, Subdirectora del programa RecURRA-GINSO en la sede central, apunta las señales de alarma que indican que se debe buscar ayuda profesional cuanto antes: “Las pequeñas desobediencias y faltas de respeto (como es que tu eres tonta o llegar tarde a casa continuamente), el chantaje emocional (si no me compras estas zapatillas, no estudio), las amenazas constantes, las faltas de asistencia al colegio. En definitiva, percibir que la jerarquía de la familia ha ido cambiando y ahora son los hijos los que ejercen la autoridad y los padres bailan al son de los menores. Lo que sucede es que en la mayoría de los casos, los padres no le dan la importancia a este tipo de actitudes, porque piensan que esos arrebatos de ira o esos cambios de carácter pasarán y lo que suele suceder es que el problema se agrava. Y cuando se animan a llamarnos suele ser, porque ya están desesperados y la relación está muy deteriorada a causa de la violencia”.  En cuanto a las causas que se esconden tras la violencia filio parental son multifactoriales. “Cada familia tiene una problemática. Pero los motivos que pueden desencadenar que un hijo pueda agredir a sus padres pueden pasar desde por un duelo y un divorcio conflictivo, pasando por ser víctima de acoso escolar en el colegio hasta las malas compañías y el consumo de drogas” apunta Eduardo Atarés. Y, ¿cómo se logra que estos chicos salgan de la espiral de violencia que ejercen contra sus padres? La trabajadora social Magdalena Mayorga lo tiene claro: “Es fundamental restablecer el diálogo entre padres e hijos. Debe haber algo más que el “dame, dame, dame o el quiero, quiero, quiero tan frecuente en los chicos del siglo XXI. Pero esto es una labor de hijos y padres. Los hijos deben realizar cambios respecto a su conducta en casa y deben aprender a respetar las normas, y los padres también deben modificar su comportamiento. Es esencial establecer una nueva dinámica familiar”.

Para concluir, uno de los más de cuatrocientos menores que han pasado por el Campus Unidos, y que ejerció la violencia contra sus padres, explica cómo superó su problema gracias a su estancia de nueve meses en este centro terapéutico: “Recuerdo que llegué al centro muy enfadado y descolocado, porque me separaron de mis amigos y la calle. Además, no tenía el menor interés por los estudios, me sentía muy distanciado de mi familia y no estaba dispuesto a cumplir ninguna norma. Hoy, superado el tratamiento de nueve meses, me siento satisfecho del trabajo que hemos realizado mi familia y yo durante este tiempo. Especialmente, destaco lo unidos que estamos, cómo ha cambiado la forma de hablar entre nosotros y sobre todo que he aprendido a cumplir horarios y normas y me siento bien. Me siento muy orgulloso de haber recuperado la relación y el respeto hacia mis padres”.

javier-urraENTREVISTA AL EXPERTO.

Javier Urra, Presidente de la Comisión Rectora del Programa RecURRA- GINSO y ex Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid

“Hay padres que creen que decir No a su hijo les puede crear un trauma y lo que provoca problemas es no ponerles límites.

  • ¿La violencia de hijos a padres sigue siendo una realidad oculta?
  • Es un secreto que suele quedar en el ámbito en la familia. Cuando se da el paso de contarlo es porque ya están desbordados y las agresiones son considerables. Para los padres provoca mucha vergüenza y sentimiento de culpa esta difícil situación que ha ido en aumento con el paso de los años. A pesar de la gravedad de la situación, son pocos los progenitores que dan el paso de denunciar a sus hijos.
  • ¿Qué lleva a un chico a agredir verbal o físicamente a sus padres?

Somos conscientes de que los pequeños dictadores no nacen, se hacen. Hay padres que creen que decir que no a su hijo cuando es pequeño les crearía un trauma y es un grave error, porque lo que provoca problemas es no ponerles límites. No debemos olvidarnos del popular  “aquí y ahora” una de las exigencias infantiles que no suele encontrar confrontación y que es necesaria para la aceptación de la frustración. A nivel social, es evidente que existe una pérdida de referentes de autoridad menoscabando la de los maestros, policías o ciudadanos cuando en defensa de la convivencia, reprenden a sus hijos.

  • Con frecuencia se relaciona la violencia filioparental con familias desestructuradas. ¿Qué hay de cierto en ello?
  • La visión que se tiene de que este tipo de violencia solo ocurre en familias desestructuradas, en el umbral de la pobreza o en riesgo de exclusión social, no es real. Esto sucede en las mejores familias, en hogares donde o bien el padre, la madre o ambos, tienen una licenciatura universitaria y buenos puestos de trabajo. Se trata de una patología social que cada vez va a más y por eso debemos concienciar a la ciudadanía y a las administraciones para reducirla.
  • ¿Qué se puede hacer desde las instituciones para prevenir y solucionar la violencia filio parental?
  • Esta denominada patología del amor, este tsunami relacional, demanda no solo una mayor implicación de la Justicia, sino también de los Organismos de salud mental, así como su inclusión en los seguros médicos.
  • Para concluir, ¿Hay esperanza para poner freno a este problema social?
  • Si enseñamos a sentir y decir gracias; si variamos actitudes; si reequilibramos el cuerpo social donde antes muchos padres eran autoritarios, mientras que ahora son autoritarios muchos hijos; si intervenimos con prontitud, criterio y sin miedo ante las faltas de respeto y los desafíos; si partimos de que ser víctima o victimario es un estado pasajero, no un carácter inalterable y crónico; si los profesionales apoyamos, empoderamos y exigimos y si trasladamos a los padres la convicción de que ellos también tienen derechos. Sí, hay esperanza.

[quote]

DECÁLOGO PARA LOS JÓVENES DEL SIGLO XXI

Javier Urra, Presidente de la Comisión Rectora del Programa RecURRA- GINSO, apunta una serie de claves vitales para los chicos de las nuevas generaciones.

  1. Lo importante no es el Yo, sino el Tú.
  2. Aprende a la aceptar la crítica y la sanción cuando la mereces.
  3. La vida te vencerá. La clave es levantarse y tirar adelante.
  4. No olvides que el respeto y el deber son esenciales.
  5. Es fundamental que aprendas a respetar la autoridad de los padres, los profesores y demás adultos con los que convives a diario.
  6. Es fundamental aprender a tolerar la frustración. No siempre se consigue todo lo que uno desea y no pasa nada.
  7. Procura realizar actividades en contacto con la naturaleza. Una excusión por la montaña, un paseo en bicicleta por el campo son solo dos opciones.
  8. Practica deporte varias veces a la semana. Los deportes en equipo fomentan el compañerismo, el esfuerzo y el respeto.
  9. Incorpora el sentido del humor a tu vida cotidiana. Tomarse la vida con alegría y buen humor es una estupenda vacuna contra la frustración y el desánimo.
  10. Aprende de quien de verdad lo necesita. Visitar a enfermos de Alzheimer o a niños enfermos te enseña a cambiar las prioridades y lo esencial de la vida.

[/quote]

0
Comentarios