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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

Aproximación entre aspectos éticos e inclusión escolar del alumno con Necesidades Educativas Especiales

La Educación Especial en los últimos 30 años ha vivido un cambio progresivo, trascendental y cualitativo, el proceso de inclusión ha ido implementándose progresivamente. Los autorres hacen un análisis desde una perspectiva que parte desde los presupuestos de la Bioética.
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© MELITA

El panorama educativo español actual está marcado por la impronta que ha dejado la instauración de un nuevo modelo o paradigma, en el que la experiencia de la inclusión escolar o Educación inclusiva, como algunos autores también la denominan, es el nuevo sino pedagógico. Un proceso o fenómeno que marca un antes y un después en el ser y hacer del docente y del resto de los miembros de la comunidad educativa.

Este debate tomó fuerzas en el país hacia la década de los 80 del pasado siglo, aunque ya existía un precedente en el decenio anterior en Reino Unido, que marca un hito y mantiene su vigencia en la actualidad. Se trata del Informe Warnock (1979) y simultáneamente en otros países, como por ejemplo Finlandia, también se estaba gestando un cambio de paradigma en lo educativo, como describen Halinen & Järvinen (2008). Otros países europeos también se han inclinado por este modelo, como es el caso de Italia, Países Bajos y Suecia, legislando a favor de este programa. Otros sin embargo prefieren la opción de la Educación Especial, como es el caso de Alemania, Luxemburgo o Bélgica, que aún defienden de manera única la Educación Especial como un subsistema que no debe desaparecer sino adaptarse. Algunos otros, como Irlanda Portugal o Francia, permiten una combinación integradora en la escuela ordinaria utilizando el modelo de enseñanza especial a tiempo parcial (Garrido, M. A, et al, 2016).

A partir de entonces se ha recorrido un trayecto marcado por luces y también sombras, obstáculos que a lo largo del tiempo se han ido convirtiendo en fortalezas, una vez vencidos los diferentes dilemas, que se han ido presentando sobre la marcha.

Según la Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales: Acceso y Calidad, conocida como la Declaración de Salamanca (1994), se define la inclusión educativa como “… el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, reduciendo la exclusión en la Educación. Involucra cambios y modificaciones en los contenidos, aproximaciones, estructuras y estrategias, con una visión común, que incluye a todos los niños/as del rango de edad apropiado y la convicción de que es la responsabilidad del sistema educar a todos los niños/as”.

Según la Declaración de Salamanca (1994) se define la inclusión educativa como "... el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, reduciendo la exclusión en la Educación

De manera análoga algunos autores (Barton, L. 2008) definen la inclusión escolar como el “…proceso que consiste en la participación de todos los niños y jóvenes, que además lleva consigo la idea de participación y que rechace cualquier tipo de exclusión educativa y reclama el aprendizaje de igualdad”.

Si comparamos ambas definiciones observamos que distan entre sí 14 años, y vemos que a pesar de estar ambas en sintonía, van desde la preocupación general o comunitaria, la primera, hacia la que se centra en la persona.

La Educación inclusiva es una aproximación estratégica, diseñada para facilitar el aprendizaje exitoso para todos los/as niño/as y jóvenes. Hace referencia a metas comunes para disminuir y superar todo tipo de exclusión. Desde una perspectiva de los Derechos Humanos, una Educación no es más que, a la larga, un derecho natural. Todos sin excepción tenemos derecho a ser educados, instruidos; esto tiene que ver con el acceso, la participación y un aprendizaje exitoso en medio de una Educación de calidad para todos.

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Desde una perspectiva de los Derechos Humanos, una Educación no es más que, a la larga, un derecho natural.

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En un inicio se habló de integración escolar, pero desde nuestro punto de vista, dicha integración mantenía, por un lado, las estructuras precedentes –“vino nuevo en odres viejos” dice un viejo aforismo– manteniendo un doble sistema educativo, cambiando a los alumnos de escuelas especiales a aulas de integración en escuelas ordinarias donde se mantiene la segregación, intentando dar respuestas al alumno con algún déficit y no a la totalidad, conservándose así un modelo pedagógico centrado en el déficit (Hornby, G. & Blackwell, I. 2018).

Esta es la cuestión del gatopardismo, en la cual se quieren cambiar cosas manteniendo viejas normas, rituales y estructuras, por lo que se hace imprescindible denunciar estos prejuicios que vienen generalmente de generaciones precedentes, y que se han ido perpetuando, y encontrar aquellos principios como los que afirma la Bioética, que nos promete entender este proceso de una manera integral, donde se incorporan las nuevas concepciones que aporta la nueva disciplina como enriquecimiento del ser humano y al mismo tiempo hacer visibles los viejos componentes y perjuicios que han sido enmascarados. Se trata de una perspectiva ciudadana y transformadora que va más allá del encorsetamiento de la pedagogía, trascendiendo sus fronteras.

Por otra parte, la Bioética  es un nuevo campo disciplinar, en realidad es un término que tiene su primer registro en el año 1971, en el título de un texto publicado del oncólogo Van Rensselaer Potter «Bioethics: Bridge to the future», que en esencia prometía cruzar las fronteras que existían dentro de la Ética Médica y llegar a terrenos como las Ciencias Biológicas, la Antropología, la Sociología, las Ciencias de la Comunicación, las Ciencias de la Educación y, por ende, se ha convertido en una campo transdisciplinar. La propia palabra tiene su origen etimológicamente de la conjunción de dos términos que derivan del griego, bio, que significa vida, y por otro lado ethos, que apela a la conducta y al carácter. El debate protohistórico de este campo del saber comienza en realidad sus andaduras al término de II Guerra Mundial, en 1945, y el análisis crítico que se realiza por parte de toda la sociedad de los juicios de Nüremberg. Recordemos aquellos ensayos en humanos realizados en los campos de extermino, y luego cuando salen a la luz aquellos estudios en población afroamericana portadora de sífilis en Tuskegee, y más recientemente los dilemas en cuanto a las técnicas de FIV y también de la eutanasia.

En la Enciclopedia de Bioética editada por Reich se define esta como «… el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto que esta conducta es examinada a la luz de los valores y principios morales».

Independientemente de la anterior definición es necesario clarificar que tenemos diferentes definiciones y cada una de ellas desde la impronta que en lo filosófico le imprime la corriente a la que se adhieren su autores y principales exponentes. Por lo tanto tenemos diferentes posiciones dentro de la Bioética. Sería una ingenuidad pensar que los diferentes dilemas puedan tener un acercamiento desde una única postura aséptica y neutral, desde una neutralidad axiológica. Por ello, en esta disciplina, también existen múltiples perspectivas, pasando desde la Bioética Personalista, cuyos autores investigan en las esencia misma de la persona, lo ontológico per se (León, F. J, 2011); otros desde el Principialismo, que como su nombre indica, es la corriente que magnifica los principios nucleares dentro de esta disciplina (Beauchamp, T y Childress, J. 1999); otro grupo de autores se inclina hacia una Bioética Pragmático-utilitarista, la cual  parte desde un presupuesto en el que no existen verdades absolutas y consiguientemente tampoco debería existir una moral para todos y en todos los momentos (Yepes R, 1996); por otra parte, la Bioética Consensualista o Civil (Romeo, C.A. 2011) intenta establecer un mínimo de principios que se puedan aplicar en un consenso en una sociedad civil y plural. Simultáneamente a lo que está sucediendo en otros flancos, en el área sanitaria específicamente dentro del campo de la enfermería aparece la necesidad de dirimir en aspectos relacionados con el cuidado de los pacientes y surge la Bioética de los Cuidados, ASANEC (2019). En nuestro estudio hemos apostado por el Principialismo, ya que sus principios en gran medida son garantía de un proceso racional que nos permite ser prudentes a la hora de ejercer nuestras deliberaciones en lo ético y que evidentemente no nos exime de responsabilidades, es decir, utilizando un diálogo y un pensamiento racional y los demás procesos cognitivos y emocionales, para llegar a un consenso moral (Feyto Grande L. 2014).

La Educación inclusiva es una responsabilidad colectiva de la sociedad y requiere de la participación de múltiples actores, trabajando de manera cohesionada para hacerla posible. Se hace necesario que entre todos se establezca un lenguaje común alrededor de la ella, sus principios y objetivos, su filosofía y las implicaciones que ella tiene en las políticas, las prácticas y la cultura de un país y sus instituciones educativas. Sin embargo la ONU en un dossier/Informe de mes de Mayo de 2018 (citado por Francesch, D., 2019. El Magisterio Español), arroja el dato de que el 20% de los alumnos con NEE están sufriendo algún tipo de violación al Derecho de una Educación inclusiva y de calidad (ONU) con serias dificultades que traen aparejadas simultáneamente graves repercusiones en su futura inclusión en la comunidad… Pese a que las estadísticas disponibles indican un porcentaje alto de inclusión educativa de personas con discapacidad, se ha perpetuado un patrón estructural de exclusión y segregación educativa discriminatorio, basado en la discapacidad, a través de un modelo médico, que afecta desproporcionadamente y en especial a las personas con discapacidad intelectual o psicosocial y a las personas con discapacidad múltiple.

Desde la Bioética, ¿qué característica debe tener una escuela inclusiva?

Interesaría ahora conocer de qué forma puede la Bioética iluminar el proceso de inclusión escolar, pero para ello nos remontaremos a la formación moral del ser humano y esta comienza, según algunos autores (Piaget, J.1985; Kohlber L; Power, F.C. & Higgins, A. 1999), desde la ontogenia, ya desde el nacimiento y en la más tierna infancia. Algunos autores plantean incluso que desde períodos prenatales (Hurtado Fernández, M., Cuadrado Nicoli, S. y Herrán Gascón, A. de la 2015) vamos aprendiendo a respetar una serie de reglas y normas de conducta para poder convivir con nuestros congéneres. Ese aprendizaje se obtiene desde el momento en que nacemos y somos incorporados a una familia, a la que algunos autores denominarían primera estructura de acogida (Duch, L. 2002) que entre sus múltiples funciones están las de satisfacer las necesidades de ser humano, como ser social, que la familia como institución se encargará de modelar, para que vayamos conociendo estas normas, ya que es transmisora de valores, aporta un sistema de creencias, convicciones y principios. En esencia, nuestro yo se va fraguando en el crisol de la familia; el reconocimiento de nuestro ente se construye mediante el reconocimiento personal y de los OTROS e interacción con esos OTROS.

A posteriori pasaremos a una segunda estructura de acogida, la escuela, ampliándose el círculo. En ella, además de potencializar la formación recibida de la primera, su función, entre otras cosas sería instruir, formar al infante para que paulatinamente vaya aprendiendo esas normas que lo convierte en un ser humano completo, ya no solamente en lo biológico y psicológico, sino en lo social. Pero es muy importante en esta etapa formativa las cogniciones en las cuales los educaremos. Pero no podemos reducir la Educación a un mero aprendizaje, donde se organiza el currículo en dos dimensiones, disciplinar y transversal (Herrán, A. 2020). No todas las personas con NEE son iguales, no se puede ser esquemáticos ni reduccionistas, el centrar la Educación solamente en el adquirir y el saber, herencia socrática y atávica que hemos asumido como una verdad absoluta. Sin embargo, las propias vivencias nos demuestran que a través del aprendizaje no se llega a la Educación plena (Herrán, A. 2017).

La reflexión que hoy en día se está realizando en el campo de la Bioética, no es para nada aséptica y demuestra un grado de pluralismo que va desde las múltiples profesiones que se acercan a este terreno, con un marco teórico y conceptual muchas veces divergente entre sí. También desde epistemologías distintas y donde sus partidarios suelen tener confrontaciones y a veces aproximaciones en lo axiológico, siempre en búsqueda de lo excelente, desde aproximaciones evidentemente distintas. De hecho, en el caso de la Educación inclusiva, algunos autores optan por aspectos más utilitarios y otros autores van más a lo ontológico, promocionando justamente esa dimensión de unicidad de la persona (Cañabate E.J, 2018).

Es aquí donde juegan un papel importante los principios, ya que sin estos se convertiría en un amasijo, un conglomerado, y no es precisamente esto lo que se busca, sino forjar el hombre autónomo, con justicia, desde la beneficencia y no desde la caridad, intentando siempre evitar que en la acción o praxis educativa cometamos algún tipo de error, es decir actuando sin maleficencias (Bárcena, F. & Mélich, J. C. 2000).

En la praxis encontramos algunas limitaciones, como es la propia temporalidad, ya que los trabajos con alumnos diversos requieren el respeto de su propio tempo a la hora de un aprendizaje en un medio inclusivo y democrático (Thomas, M. K. E. & Whitburn, B. J. 2018). Algunos estudios realizados entre el cuerpo docente, los familiares y los propios alumnos, comprobamos cómo estas prácticas educativas repercuten en la inclusión de alumno/a con NEE (Rübner Jørgensen, C. & Allan J. 2020) y lo beneficioso que ha resultado a la larga este tipo de modelo inclusivo tanto para alumnos/as con o sin NEE, sus familias y el resto de la comunidad educativa.

Principios de la Bioética a la luz de la Inclusión escolar

Apelando a los principios de la Bioética, partiríamos de un principio fundamental per se, en este caso la Autonomía, que se imbrica con la inclusión educativa, social y cultural de todos y cada uno de los alumnos en escuelas ordinarias con o sin necesidades educativas personales. En este principio los alumnos con necesidades tienen derechos, como todos los demás ciudadanos, a deliberar por sus propios intereses y tomar derroteros personales; y aquellos con una autonomía más menguada tienen derecho a mayor protección.

El principio de la Justicia pretende dar a cada cual lo que más necesita, aquello que es lo justo y equitativo. Entonces debemos atender y proporcionar atención a cada uno de los niños/as con NEE o no, que sean diversos o no. Este principio suele tener un carácter público y por supuesto sobre su base se promulgan leyes y se legisla. En el caso de niños/as con NEE requieren una atención especial. Si en el anterior principio se atendía a la dimensión privada del sujeto, este principio presta especial atención al carácter público.

La Beneficencia, según la RAE, es el acto de hacer el bien, del latín se traduce como la virtud de hacer el bien, y nos referimos no a una actitud proteccionista o donativa, en ningún caso a los actos de donación o ayuda voluntaria a los necesitados o a instituciones; este principio obliga a realizar desde nuestras posiciones la buena praxis, que en el plano inclusivo nos lleva a diseñar un programa o modelo curricular en pro de la Educación de todos los alumnos/as, así como también estrategias formativas del personal docente que se encargará de llevar a cabo con éxito este proyecto inclusivo. Ejemplo de ello sería la creación de una infraestructura técnica, arquitectónica y pedagógica que responda a estos nuevos paradigmas.

En el caso del principio de No Maleficencia, el primun non nocere, pilar fundamental en el Juramento Hipocrático, tiene una traducción aproximada de “Primero no hacer daño”, para que eso sea verdaderamente efectivo debemos lograr que el sistema educativo sea único y capaz de dar respuestas y educar a todos y cada uno de los alumnos/as de cada aula y de cada escuela, ciudad, comunidad y país. El principio debe atender a las necesidades de cada individuo y que no implique ninguna forma de violencia directa o indirecta a través de las actitudes pedagógicas o a través de la violencia física.

Cabe destacar que en múltiples oportunidades nos encontramos en un verdadero dilema en que algunos principios se contraponen, por ejemplo, el claro caso de Beneficencia, en el que los profesionales intentan a través del concurso de sus conocimientos ofrecer lo que creen que es bueno y mejor para la persona con NEE, es decir, ejercer una acción benefactora y solidaria, sin embargo desde la Autonomía del propio sujeto no es esa la propuesta que él persigue (Etxevarría, X. 2005). Otras formas que podemos encontrar es cuando partimos del principio de la No Maleficencia y queremos actuar en pro de esas personas con NEE, intentando no dañarlos, y caemos involuntariamente en una situación de discriminación, por lo que consiguientemente esto se opone con el principio de Justicia.

Objetivos de la Educación inclusiva

La Bioética como eje esencial de la Educación inclusiva debe articular una serie de objetivos básicos desarrollados en programas y contenidos especiales, lo que supone de alguna manera reescribir o reestructurar la Historia de la Educación Inclusiva.

Pasamos a analizar estos programas y su papel en la inclusión escolar.

Las metas que establece este nuevo paradigma han sido planteadas por múltiples autores (Lledó, A., 2012; Verdugo, M.A. & Schalock, R. L 2013), pero en nuestro estudio destacamos aquellos aspectos directamente vinculados a estos principios nucleares que marcan definitivamente los caminos de este campo disciplinar:

1. Educar a todos los alumnos/as de manera tal que se potencien su autonomía y capacidades, para que puedan ejercerlas en un ámbito de libertad y responsabilidad.

2. Contar con un plan de acción que nos permita impulsar y enriquecer las distintas competencias que le permitan a los alumnos con NEE desarrollar su autonomía.

3. Adoptar una conducta de cooperación y equidad en todos los centros educativos y también en la Comunidad, de manera que se fomente la Justicia.

4. Optar siempre por la igualdad de oportunidades, dando paso a una Educación más personalizada donde se promuevan a todos y cada uno de los alumno/as, teniendo en cuenta su unicidad, promoviendo el principio de Justicia.

5. Propugnar valores como la Justicia y la democracia, donde todos los niños y niñas sean instruidos conjuntamente, tengan o no alguna discapacidad de cualquier índole o situaciones de desventaja de tipo sociocultural.

6. Perfeccionar estrategias intervencionistas y de apoyo que permitan detectar de manera precoz cualquier tipo de NEE y atender de manera personalizada a todo el alumnado, donde la buena praxis sea sinónimo de la No Maleficencia.

7. Fortalecer alianzas entre todos los agentes e instituciones educativas, que conforman la Comunidad educativa (escuelas, familias, comunidad, medios de comunicación, etc.), actuando desde la Beneficencia, haciendo lo bueno y mejor con cada alumno/a.

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Bibliografía:

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