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Insumisión sexual

Jesús Asensi
Profesor de Religión
26 de septiembre de 2022
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La ministra Irene Montero puede pensar, decir o hacer lo que le venga en gana, y hasta desear poner en práctica eso de llegar a casa “sola y borracha” –algo improbable totalmente en su caso, al ir siempre acompañada por la escolta, el chófer y su tropa de asesoras ideológicas–. Pero lo que no puede hacer es aprovechar una de sus cogorzas discursivas para vociferar desde su Ministerio la invención de unos derechos de la infancia que más bien son una terrible perversión y un delito explicitado en el código penal. ¿Cómo se atreve a decir que los niños tienen derecho a mantener relaciones sexuales? ¿Cómo es posible que tenga la osadía de afirmar que un niño de 3 años, si se siente niña, puede exigir un tratamiento de cambio de sexo sin que cuente para nada la autoridad paterna y científica? ¿Cómo se entiende que esta chica, con una deformación moral aberrante y una imaginación calenturienta, haya llegado a ser, y lo continúe siendo, ministra del Gobierno de España?

Irene Montero ha pregonado a los cuatro vientos su ideología sexual: la búsqueda del mero disfrute, la orgía democrática sin edad ni responsabilidad alguna y con esa coletilla repugnante que parece justificarlo todo de actuar “con el consentimiento por delante”. Pues hemos de saber que ella es la que ha diseñado y va a imponer, con la aprobación de su nueva ley del aborto, la educación sexual obligatoria en todas las etapas educativas, desde Infantil, pasando por Primaria y Secundaria, hasta Bachillerato.

A los maestros y profesores, ante semejante barbaridad curricular, no les va a quedar otra que declararse insumisos: unos, por objeción de conciencia y sentido común, y los otros, los que también comulguen con las aberraciones de la ministra, para evitar las denuncias por corrupción de menores que les van a llegar por parte de las familias.

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