fbpx

Alfonso González H. de Mendoza: "Me parece un error que no se vincule la Formación Profesional a la Universidad"

Alfonso González Hermoso de Mendoza, impulsor de Espacios de Educación Superior, critica que la Universidad solo mire hacia dentro volcada únicamente de solucionar sus problemas. Las dificultades estructurales que presenta la institución se suman a su estancamiento digital, debido a los escasos recursos que dispone, pero no solo.
José Mª de MoyaMiércoles, 2 de noviembre de 2022
0

Alfonso González Hermoso de Mendoza ha saltado (¿definitivamente?) de la gestión pública a los think tank educativos. Realmente nunca abandonó la reflexión y el análisis de ese proceso complejo, casi mágico, que consiste en educar. Esa es su pasión y así lo transmite. Primero desde Educación Abierta y ahora desde Espacios de Educación Superior, Gonzalez Hermoso de Mendoza es, ante todo, visionario, disruptivo, irreverente con los sacrosantos modos de aprender y enseñar, audaz en sus propuestas y abierto al cambio y a nuevas ideas. Unos de esos visionarios que hablan del futuro como si lo tocaran con las manos. Que casi te hacen creer que es el presente.

Pregunta. Explique qué son los Espacios de Educación Superior.

–Es una propuesta para crear una comunidad de aprendices que estemos unidos por el español. Pertenecemos a una sociedad donde cada vez es más importante aprender, crecer constantemente. Ha despertado en cada uno de nosotros la necesidad de mejorar y de no querer renunciar a seguir evolucionando más. De esa capacidad de aprender va a depender nuestra propia condición de ciudadanos.

 ¿Cómo ve a la Universidad?

–La Educación Superior es mucho más que la Universidad. Otra cosa es que la Universidad debería transformarse para ocupar un lugar en la Educación Superior. La Educación Superior es la Formación Profesional, las escuelas de negocios y las plataformas digitales. También son las empresas que forman a sus trabajadores y, por supuesto, el aprendizaje informal.

 ¿Aprendizaje a lo largo de la vida?

–Por supuesto. Los anglosajones han construido la expresión K-60. El tradicional período de aprendizaje que abarca hasta los 12 años (K-12) está bien. Sin embargo, la planificación de nuestro aprendizaje ya no puede terminar a esa edad, tiene que prolongarse, como mínimo, hasta los 60 años.

 ¿No tiene la sensación de que la Universidad se está quedando al margen de todo esto?

–La Universidad tiene muchos problemas estructurales y su mirada está volcada hacia dentro. Más que hacia atrás, diría que está hacia dentro y tiene que empezar a mirar hacia fuera. Y como institución debería tener un papel central en todo este proceso de cambio ya que alguien tiene que ocuparse de garantizar la formación formal. Pero tiene que estar a la altura.

¿Endogamia laboral y también endogamia conceptual?

–Claro. La Universidad viene de una época de resplandor y durante décadas ha respondido a determinadas demandas sociales. La institución proporcionaba unos títulos oficiales que habilitaban al ejercicio de unas profesiones. Primero en el ámbito de la administración y posteriormente en el ámbito empresarial. Todo esto de una manera bien estructurada. Sin embargo, esta fórmula se ha roto. Hoy en día, los títulos que dan las universidades apenas suponen el 10% de las posibilidades de formarse; el 90% podrían facilitarlo otras instituciones con una calidad adecuada.

¿La Universidad llega tarde al uso de las nuevas metodologías de enseñanza-aprendizaje?

–Es otro de los desafíos a los que no está respondiendo. Han cambiado los públicos, los títulos, el acceso al aprendizaje… Y mientras la Universidad sigue mirando hacia dentro y atendiendo a sus propios problemas. Debe de cambiar la manera de aprender.

"Los estudiantes de 2023 no pueden tener los mismos objetivos de aprendizaje que los del año 2000"

El Gobierno no es partidario de vincular la Formación Profesional a la Universidad. ¿Qué le parece?

–Pues que me parece un error dramático que no se vincule la Formación Profesional a la Universidad. Lo que hay que hacer es derribar las fronteras de los diferentes espacios de aprendizaje. Tenemos experiencias en el caso de España donde ya han empezado, como en el País Vasco, donde se unen ambos tipos de formaciones. Esta unidad va a ser el futuro. La Universidad aprenderá de la Formación Profesional a colaborar con las empresas y la Formación Profesional se beneficiará de la reputación de la institución universitaria.

Con respecto a la transformación digital, ¿la Universidad también se está quedando fuera de juego?

–En efecto, la Universidad va un paso por detrás con respecto a la Educación Primaria y Secundaria. Esto, que podría ser una desventaja, lo podemos convertir en una ventaja porque la Educación Primaria y Secundaria está reflexionando seriamente sobre para qué quiere la tecnología. Actualmente se encuentra en un momento de análisis profundo. Sin embargo, la Universidad debe hacer una reflexión sobre cómo deben aprender los nuevos estudiantes y ver cómo incorporan las nuevas tecnologías en este contexto. Me explico: las facultades que no tengan una buena plataforma tecnológica estarán atrasadas por supuesto, ahora bien, nunca una plataforma tecnológica será una Universidad.

¿Debe aprender de los errores que se han cometido en la escuela?

–Debe aprender de los excesos de ilusión que se incorporaron al ámbito educativo a la hora de aceptar la tecnología de una manera a veces irreflexiva.

 ¿Funciona la nueva Ley de Universidades (LOSU)?

–La nueva Ley de Universidades tiene, por un lado, la ventaja de que es mejor que la que se presentó anteriormente. Tiene el inconveniente de que, como la universidad, también mira hacia dentro. No responde a los desafíos que servirán para la transformación radical que necesita la institución universitaria.

 La LOSU parece recelar de la calidad de las universidades privadas…

–A día de hoy, no hay motivos formales para dudar de la calidad de las universidades privadas puesto que están sujetas a procesos de control de calidad semejantes a los de las universidades públicas. Las universidades privadas están ganando estudiantes a cambio de ofrecer servicios que las universidades públicas no tienen en su mano ofrecer. Por ejemplo, las prácticas externas, determinantes para la empleabilidad.

¿Qué opina sobre la nueva Evau?

–Me parece que incorporar los elementos competenciales es correcto. Aun así, creo que no responde al problema fundamental que es el acceso a la Universidad porque el único referente que existe en cuanto a la selección siguen siendo las notas. Y el problema no es que se hinchen en los centros. El problema es que en todos los países del mundo hay una correlación evidente entre las notas y el perfil socioeconómico del alumno. Por tanto, esta Evau no garantiza la igualdad de oportunidades en el acceso a la Universidad.

¿En qué se basan las críticas que ha recibido de que es una Evau injusta?

–En que la Evau no tiene capacidad de discriminación. Debemos dotar de mayor de mayor autonomía a las universidades en los procesos de admisión del alumnado, para que se puedan incorporar en los procesos de admisión otras variables que den una mayor sensibilidad y permitan atender a casos concretos.

"Sería partidario de que las universidades tuviesen una mayor responsabilidad en los procesos de admisión"

El eterno debate: ¿es partidario de una Evau única para todo el país?

–Una prueba de carácter nacional me parece poco relevante. Lo relevante es que las universidades puedan adecuar su proceso de admisión y que, además de la nota, puedan incorporar otros elementos donde los alumnos puedan acceden a diversas carreras.

Por cierto, Madrid quiere constituirse como hub universitario al que accedan estudiantes extranjeros…. ¿tiene sentido?

–Todo el sentido del mundo. Es una situación difícil de explicar que haya más estudiantes iberoamericanos que vayan a formarse a Estados Unidos que a España. Y es que no tenemos una estrategia como país para potenciar nuestra Educación Superior.

0
Comentarios