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Ladislao Salmerón: "La pantalla es una herramienta más de diferenciación"

A los psicólogos de la educación a menudo se les adelantan los ingenieros. Así lo lamenta en esta entrevista el investigador Ladislao Salmerón, que lleva más de dos décadas analizando cómo leemos mejor. La evidencia a favor del papel es apabullante, pero no ha servido para frenar la proliferación indiscriminada de la tecnología en las aulas.
Saray MarquésMiércoles, 23 de noviembre de 2022
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Ladislao Salmerón es catedrático de Psicología de la Educación de la Universitat de València.

Si no lo ha hecho todavía, no tire sus libros impresos. Este es el mensaje que lanzaba Ladislao Salmerón, junto con Pablo Delgado, Cristina Vargas y Rakefet Ackerman, en 2018. Cuatro años y una pandemia después, este catedrático de Psicología de la Educación e investigador de la ERI Lectura en la Universitat de València, que ha sido profesor visitante de las universidades de Oslo, Frankfurt y Toulouse, fue Fulbright Scholar en la University of Colorado en Boulder y realizó la tesis doctoral en Psicología Experimental en la Universidad de Granada, lo mantiene.

Ustedes han demostrado que la lectura en papel tiene ventaja sobre la lectura en digital. Esta superioridad, además, en lugar de reducirse se acrecienta.
–Sí, va a más. En 2018 realizamos un metaanálisis liderado por Pablo Delgado recopilando y sintetizando todos los estudios sobre la cuestión hasta ese momento, para no limitarnos a un contexto concreto, para verlo a nivel general. Abarcaban cerca de 170.000 estudiantes de diversos países, de todos los niveles.

En todos ellos se aprecia la tendencia a comprender un poco menos un mismo texto en pantalla que en papel. Había estudios desde 2000 a 2018, y se percibe que no solo no hay mejoría sino que la diferencia a favor del papel se incrementa en el tiempo.

Esto choca de bruces con la visión tan popular de los “nativos digitales”, de que a los alumnos, acostumbrados a todo ese ecosistema, les va a ir bien. Las nuevas generaciones tienen más experiencia en el mundo digital, pero parece que esa experiencia va acompañada de un tipo de lectura que no conlleva una comprensión lectora profunda. No hay pausa, adquisición de vocabulario, integración con otra información…

Hasta aquí, lo que nos dice la evidencia. Nuestra interpretación va en la línea de que no hay nada malo en las pantallas sino más bien en la forma en que tendemos a usarlas. Tendemos cada vez más a una lectura muy rápida, donde podemos cambiar fácilmente de foco temático, pasar de una cosa a otra… Y cuando estamos ante una lectura más académica, sin tantos saltos, en que tenemos que entenderlo, que identificar ideas… Es como si nos tuviéramos que frenar. Ese entrenamiento los de la generación de los ochenta, de los setenta, sesenta, etc… ya lo tenemos, pero, tal y como lo vemos, las nuevas generaciones se han acostumbrado demasiado a las interacciones rápidas… y tienen que lidiar con esa tendencia natural de ir deprisa sin ese entrenamiento previo para detenerse en determinados momentos, para parar.

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Las nuevas generaciones se han acostumbrado demasiado a las interacciones rápidas... y tienen que lidiar con esa tendencia natural de ir deprisa sin ese entrenamiento previo para detenerse en determinados momentos

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Pero habrá lecturas digitales y lecturas digitales…
–Nos estamos refiriendo a la lectura digital más común actualmente. Yo hice la carrera en los noventa y ya había internet, pero era otro internet y otro tipo de lectura.  Ahora los periódicos tienden a textos cada vez más cortos, y los interrumpen cada dos párrafos: ¿Te interesa esto otro? Cada vez nos leemos menos textos de 30 páginas seguidas de una cuestión. Perdemos el hábito. Hemos diseñado un contexto en el que se premia que las personas interactuemos con las pantallas dando pequeños saltos de atención. A Twitter no le interesa que las personas desarrollen una habilidad tan básica como la de centrarse y no salir de ahí, sino que se muevan, hagan clic, vayan viendo…

Y si algo es interesante pero demasiado largo se queda en Elementos Guardados para después.
–Sí, que es como coger las cartas del buzón y dejarlas en el recibidor. No lo vas a leer, es como mandarlo al montón de reciclar. Hemos generado un ecosistema digital donde no se permite una lectura más pausada. Se premia saber, aunque poquito, de lo último, y no la reflexión, la selección sosegada de información. Este picoteo nos limita a la hora de afrontar tareas como la comprensión, tan dependiente de la capacidad continuada de estar armando un texto. Comprender un texto de dos párrafos no basta, lo interesante en educación es dotar a los estudiantes de la capacidad de enfrentarse a algo más duro, poder mandarles que lean artículos de 20 páginas sin que se te vengan encima. Que sean capaces de organizarse, planificarse, volver atrás, inhibir las distracciones… Todos nos distraemos y nos hemos distraído siempre, no solo con la tecnología, pero a medida que lees mucho vas mejorando en la capacidad de inhibir las distracciones, de centrarte, de asegurarte de que estás comprendiendo. Y esto no encaja con el ritmo frenético del ecosistema digital.

¿Está proliferando indiscriminadamente la tecnología en las aulas sin el aval de la ciencia?
–Esta es para mí la reflexión clave. Me llama mucho la atención la facilidad de asimilar en el ámbito educativo todas las tecnologías independientemente de que haya habido un mínimo de debate empírico o analítico de su utilidad. O que los debates que surjan sean de blanco o negro, y no den pie a argumentar. Se han gastado cantidad de millones de fondos europeos en tecnología para educación, en las aulas del futuro… Tenemos a todos los responsables muy orgullosos, pero no tenemos ni un mínimo porcentaje de ese dinero público destinado a evaluar si funciona. Se asume la tecnología como un pensamiento mágico. Sin duda, los ingenieros saben venderlo mejor.

Esto en medicina sería impensable, pero la diferencia entre la medicina y la educación es que la primera tiene efectos a corto plazo, mientras que en la segunda son a medio plazo y multifactoriales. Si con un paciente se prueba un tratamiento contra el cáncer y no funciona no se curará, si un puente se hace mal se caerá… pero en educación cuando se vean los efectos el consejero ya se habrá ido, será otra generación…

La educación es un ámbito tan preciado que todo el mundo quiere influir, pero a la vez es tan frágil… A mí me asusta esa tendencia de “se aburren con los cuadernillos, vamos a introducir esta nueva aplicación…”. Porque no se ha trabajado con los alumnos en sus habilidades para planificarse el tiempo, de inhibir la tendencia a distraerse ante un móvil, una Tablet… Y al que no tenga esa capacidad o no tenga supervisión en casa es claro que no le va a ir mejor. Además, hay una visión ingenua de que la tecnología les va a dar pie a desarrollar la competencia digital, y no es así. Ojalá.

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Me asusta esa tendencia de "Se aburren con los cuadernillos, vamos a introducir esta nueva aplicación...

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¿Qué es ser competente digitalmente?
–La concepción de la competencia digital va cambiando poco a poco. Para la generación anterior de profesorado había niños que desde fuera parecían muy hábiles. Es como cuando decimos que un niño de un año es capaz de usar una tablet. ¡Claro, porque la tablet está bien hecha, no porque el bebé sea competente! Ahora ya se tiende a rascar un poco: ¿Es el estudiante crítico al analizar la información, capaz de integrar lo que ha leído en Wikipedia y el vídeo que ha visto? ¿Distingue si necesita realmente seguir un enlace de Wikipedia o hace clic sin ton ni son? ¿Necesita que se lo den todo mascado? Ahí es donde se ve si ha desarrollado o no esa habilidad.

Lo que es operativo todos lo tenemos claro y, si no es así, es sencillo dominarlo. Donde se flaquea es cuando, por ejemplo, en Valores, les pides que indaguen en los costes que ha habido en vidas humanas en la construcción de las infraestructuras del Mundial de Qatar, porque habrá que cuidar los términos de búsqueda, y aparecerán fake news, y habrá que saber cuándo tengo suficiente información y cuándo tengo que buscar más. En estos tiempos hay que ser especialmente críticos, porque todo te llega sin filtrar, como ese whatsapp que te ha enviado tu padre, en quien confías, pero que harías bien en poner en duda. En filtrar e integrar todas las piezas del puzle está la clave, y yo veo que les cuesta muchísimo.

¿Cuál es la alternativa a la inmersión sin más?
–El problema de seguir una moda es que te quedas con todo, con lo bueno y con lo malo. La tecnología tiene muchas cosas buenas, pero de su mano trae la distracción y, en niveles superiores, en Secundaria, cosas peores, como el bullying. Yo no creo que sea fácil volver atrás, pero sí es importante la reflexión para tomar conciencia de que necesitas un manejo no solo para saber abrir la aplicación, sino para saber controlar, planificar, darte cuenta cuándo estás distrayéndote y volver. Todo eso se debe trabajar, porque la pantalla es una herramienta más de diferenciación: al que es bueno en ese autocontrol o tiene a sus padres controlando que no se distrae le irá bien, y al que no tenga esos padres o esas habilidades le irá peor.

Hay estudios que miden en meses de escolaridad la diferencia entre leer siempre en pantalla o siempre en digital.
–Sí, son dos trimestres de diferencia. Sería como si un alumno que lee en papel tuviera un nivel de final de curso y, en digital, tuviera un nivel de enero.

¿En qué consiste el proyecto Lepanto, en el que está implicado?
–Es un seguimiento a tres años de más de 2.000 estudiantes de 4º a 6º de Primaria de 25 colegios, financiado por la Agencia Española de Investigación. Lo realizamos en marzo y en junio, la segunda ola será en marzo de 2023 y la tercera, en 2024. La idea es tratar de predecir el crecimiento en comprensión según lo que leen en papel y en pantalla durante el curso. Si miras a un nivel no predictivo sino descriptivo los que leen más en papel tienen mayor puntuación en comprensión que los que leen en digital, pero necesitamos ese análisis predictivo longitudinal para poder determinar que hay causalidad, porque ahora tenemos una foto fija y no podemos afirmar que una cosa lleva a la otra.

Hay estudios predictivos interesantísimos, como el de unos colegas de la Universidad de Minnesota con los que hemos colaborado, que han encontrado que una buena base de conocimientos favorece la comprensión en el futuro.

Otro metaanálisis interesante que lidera la investigadora Lidia Altamura es el que trata de relacionar la frecuencia de lectura en internet y la comprensión. Y no parece haber relación entre una mayor frecuencia y una mayor comprensión. Dicho de otra forma: no aprovechamos el tiempo que dedicamos a leer en internet, quizá por el conocimiento tan fragmentado, por los textos tan cortos. Esto choca con la postura, cuando nos referimos a niños pequeños del “Que lea, aunque sea en Facebook. Mientras lea…”, porque estamos ante un lenguaje casi oral, con un bajo nivel de complejidad en cuanto a vocabulario, estructuras sintácticas, etc., un lenguaje que no nos prepara para afrontar luego la complejidad de un texto académico. A eso se añade que en internet cualquiera puede publicar sin que se controle la calidad de lo que se publique.

¿Como consecuencia de la cada vez mayor lectura en digital baja el listón?
–No sé si tanto bajar el listón… pero, desde luego, nos adaptamos a los hábitos de consumo. Si en la universidad hace 10 años mandabas leer tres libros la gente sacaba tiempo. Ahora mandas leer uno y te dicen que imposible, que les mandes un vídeo… y, como profesor, no les vas a mandar leer tres libros si sabes que no se los van a leer. Al final haces que lean menos o textos más cortos… y tenemos el pez que se muerde la cola: les ofreces menos oportunidad para practicar.

¿Se considera antipantallas, sobre todo cuando nos referimos a los niños más pequeños?
–En general, en educación prefiero experimentar lo justo. No es como una aspirina, que el cuerpo la expulsa. El desarrollo va acumulándose. En el ámbito de la lectura sí sabemos por este metaanálisis, que ahora está en segunda revisión, que la relación entre hábitos lectores en digital y comprensión lectora en niños más pequeños, hasta Primaria, es cero e incluso negativa. A partir de Secundaria se estabiliza y en universitarios si leen más, aunque sea en digital, comprenden mejor. En Primaria todavía no tienen esa habilidad del niño más mayor para seleccionar lo que leen, con un criterio, y toman sin más lo que les va dando el algoritmo, lo más fácil de consumir, lo que todo el mundo ha visto… y no aprovechan el tiempo que le dedican.

En otro estudio que realizamos con Naomi Baron de la American University en Washington, con una base de datos de 300.000 alumnos, se analizaba cuánto se leía en digital en el colegio y la comprensión, con dos muestras: una de niños de 10 años y otra de niños de 14 años. En ambos casos, cuanto más se leía en digital en la clase de Lengua, menor era el comprensión, pero la era la diferencia era el doble en Primaria que en Secundaria. Son poquitas piezas que se van juntando. Y todo parece indicar que en Primaria habría que ser más cuidadosos con el uso de la lectura en digital. A mí me sigue asombrando con qué facilidad buscamos soluciones en la tecnología… que no siempre funcionan.

Por ejemplo, recuerdo cuando se planteó en Finlandia que los niños no aprendieran a escribir con lápiz y papel, sino directamente en el teclado.
–Sí, ahora se sabe que escribir con lápiz y papel es beneficioso para la lectoescritura, por las áreas del cerebro que intervienen, y que les ayuda a identificar las letras y reconocer las palabras. En el teclado una “a” o una “d” son lo mismo, así que no hay ese refuerzo. Los niños de Finlandia siguen usando el lápiz y el papel. Una vez que ya has aprendido las letras e identificas las palabras, si es más rápido, por qué no.

¿Un PDF leído en pantalla se considera también lectura digital?
–Sí, se considera digital cualquier lectura mediada por una pantalla. Luego está la lectura en internet, pero la pantalla en sí también distrae. Un libro en papel no te ofrece más, por mucho que pienses “qué podría hacer con este libro”. En el iPad tienes el botoncito de YouTube, el otro, el otro… Y en el e-Reader también pasa: Empiezas un libro y no te gusta, y lo dejas, y empiezas otro, y al final tienes 50 libros para leer. Ese potencial distractor está ahí. En el papel, no.

Es verdad que cuantos más elementos interactivos, hiperenlaces y jueguecitos haya, será peor, y es verdad que en esto los programas educativos han mejorado desde hace 10 años. El problema es que a los psicólogos de la educación siempre se nos adelantan los ingenieros. Hubo una época en que veías cualquier programa o libro digital infantil y parecía un juego de ordenador: “Vas leyendo y se abre el tesoro… etc.”. Esto tiene lógica en la mente del ingeniero, que piensa en videojuegos, no en un material para leer. Hoy se sabe que esto es perjudicial, y se busca un diseño más orientado a la comprensión que al juego. En un medio digital son frecuentes las distracciones: mucho color, vídeos que interrumpen al primer párrafo… Eso está bien si buscas un cliente, pero si buscas educar debes cambiar el chip. La educación va más allá. No puede ser solo mantenerte entretenido las siete horas de clase. Y, desde luego, no todo puede venir mediado por la pantalla.

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El problema es que a los psicólogos de la educación siempre se nos adelantan los ingenieros

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¿Supuso un hito el hecho de que la prueba PISA se pasara a hacer por ordenador?
–Lo que más me asusta es que nos creamos demasiado que la comprensión lectora es lo que mide PISA. PISA es muy interesante, y que nos evalúen, aunque en España no nos guste ni a alumnos ni a profesores, es necesario. Pero está el riesgo de enseñar para el test, y el test de lectura en digital de lectura tiene poco… Si sirve de referencia para trabajar en esa línea y ya de partida no se trabajan textos largos se puede acabar entendiendo la comprensión como tomar cuatro piececitas sueltas y dar una respuesta sin profundizar demasiado.

Algo similar ocurre con la polémica en torno a la nueva EBAU: si nos lo creemos demasiado y acabamos «enseñando para el test» corremos el riesgo de abandonar los esfuerzos para que el alumnado desarrolle habilidades como la lectura y escritura reflexiva.

¿Le han llamado tecnófobo?
–Me dicen de todo, pero ese no es el problema. En 2000, en los inicios de internet, empecé mi tesis sobre cómo mejorar la lectura digital. Después estuve en EEUU trabajando con hipertextos y en 2016, ya en España, en Valencia, me embarco en un proyecto europeo sobre los efectos de la transición en la digitalización de la lectura, en el paso de la lectura en papel a la lectura en digital. Yo partía de que no había diferencia, mientras que una compañera de Israel sostenía que el papel era mejor. Nos retamos a discutirlo con datos, en una especie de duelo, y un año después, tras analizar la síntesis de miles de artículos… yo tenía toda la evidencia delante y me dije: “Seré prodigital, pero si la evidencia me dice que no voy por el buen camino, no voy a negarla”. Ahora estamos en otros proyectos sobre la comprensión lectora en digital, con la empresa Intralíneas, que intenta diseñar buenos escenarios digitales para el fomento de la lectura, para aprovechar todo el potencial que no estamos usando de la lectura en digital.

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