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Miguel Ángel Santos Guerra: “No es de recibo que hayamos tenido ocho leyes educativas en menos de cuarenta años”

El especialista en organización y evaluación destaca el proceso de negociación como clave para realizar cualquier investigación y evaluación académica en un sistema que, dice, premia a los docentes veteranos por delante de las nuevas generaciones de maestros.
Marta Peiro del ValleMiércoles, 2 de noviembre de 2022
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El autor Miguel Ángel Santos Guerra posa en su despacho para Magisterio.

Miguel Ángel Santos Guerra es catedrático de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga. Ha volcado toda su experiencia en libros como La escuela que aprende o ¿Para qué servimos los pedagogos?. En La Negociación: piedra angular de las evaluaciones y las investigaciones (Narcea) llama la atención en torno a este proceso que, según defiende, debe preceder a las investigaciones y evaluaciones académicas para garantizar su ética, rigor y su objetivo final: que el conocimiento que se desprende de ellas permita el aprendizaje y la mejora de todos los agentes del sistema educativo.

Hablamos con él sobre la importancia de la negociación, la realidad de la investigación académica en España y la adaptación de la Educación a los tiempos que corren, tanto a nivel político como social y tecnológico.

Pregunta. ¿Qué le llevó a escribir un libro sobre la negociación, por qué es necesario?

Respuesta.—Este libro es fruto de más de 30 años de experiencia investigadora dirigiendo el grupo consolidado de investigación Humanidades 065 adscrito al Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga, y formado por una treintena de profesores de Universidad, de Instituto y de Primaria.

El proceso tiene que ver con el rigor, con el aprendizaje, con la ética y con la mejora. Los participantes son tenidos en cuenta, saben lo que se pretende, conocen y respetan los acuerdos que han firmado, mantienen una actitud más auténtica y sincera con el trabajo de investigación.

El diálogo que supone la negociación facilita y promueve el aprendizaje, tanto del equipo de investigación como de los informantes. La investigación es un fenómeno técnico, pero también tiene naturaleza ética. La ética impone el respeto a la privacidad y demás derechos de las personas y pone la investigación al servicio de la comunidad. Y si la investigación educativa pretende la mejora, eso se podrá alcanzar mejor desde una participación auténtica que hace suyos los resultados.

¿Se le da a este proceso el valor que usted propone? ¿Se realiza correctamente?

–No. He estado en muchos tribunales de tesis, de trabajos Fin de Grado y de Fin de Máster y, si bien en algunas investigaciones he visto bien reflejado este proceso, en otras ni siquiera se hace referencia al mismo o se despacha con unos párrafos.

Hay varias causas por las que no se lleva a cabo el proceso de negociación de informes: el desconocimiento de su importancia, no saber cómo llevarlo a cabo, la falta de tiempo o el deseo de finalizar el trabajo en unos plazos que hacen imposible desarrollar debidamente el proceso.

No basta decir que se ha realizado un proceso de negociación. Hace falta explicar cómo se ha hecho, con quién y con qué resultados.

Respetar estos procesos deja abierta la posibilidad de volver a trabajar en ese mismo contexto. Hay investigaciones y evaluaciones que dejan el terreno calcinado durante años como para volver a pedir una colaboración. No se sabe qué pretenden los investigadores, no devuelven los informes, no se respeta el derecho al anonimato de los informantes… Cuando solo se busca el interés del investigador, los sujetos se sienten engañados.

Nos interesa un proceso de negociación auténtico, no meramente formal. A negociar se aprende. No se nace con el conocimiento, la actitud y la estrategia aprendida.

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He estado en muchos tribunales de tesis, de trabajos Fin de Grado y de Fin de Máster y en algunos ni se hace referencia al proceso de negociación o se despacha con unos párrafos

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¿Cómo se encuentra la investigación académica en este momento en España? ¿Considera que está clara la diferencia entre evaluación e investigación?

–Ha ido imponiéndose la metodología cualitativa para investigar en los diversos aspectos que integran ese ámbito del conocimiento. No se pueden comprender fenómenos tan complejos con métodos de investigación simples. Algunos piensan que siempre que hay número hay ciencia. Nada más equivocado. Los números, como las palabras, están cargados de trampas.

Se comenzó con cierta sensación de inferioridad. Recuerdo que en las tesis se presentaban capítulos enteros justificando el uso de metodología cualitativa, se buscaban criterios de rigor. Incluso se utilizaban metodología mixtas. Hoy ya no.

Ha aumentado la investigación desde que, al valorarse los sexenios en la evaluación como una forma de mejorar el salario y como el eje de la carrera académica, se ha incrementado la investigación y la publicación de los trabajos.

Creo que se diferencia claramente una investigación de una evaluación. Toda evaluación es también una investigación, pero no toda investigación es una evaluación. Esta pretende emitir juicios rigurosos sobre una experiencia, una institución, una Reforma y puede ser interna, externa o mixta. Una investigación responde con rigor a una pregunta.

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Algunos piensan que siempre que hay número hay ciencia. Nada más equivocado. Los números, como las palabras, están cargados de trampas

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En un momento de su libro hace referencia a la importancia de la investigación sobre la docencia y afirma que los docentes jóvenes, que carecen de prestigio, encuentran más dificultades para ver publicadas sus investigaciones. ¿Qué consecuencias tiene esto para la educación? ¿Cómo se puede romper con este círculo vicioso?

–Las políticas universitarias han castigado la docencia. Todos los profesores tienen bien evaluada la docencia (en períodos de cinco años) sin hacer evaluación, pero la investigación es evaluada (en períodos de seis años, los famosos sexenios) mediante comisiones nacionales muy exigentes.

Algunos profesores tuvieron la docencia evaluada positivamente sin hacerla. Pero los porcentajes de fracaso en la evaluación de los sexenios fueron tremendos. Unos no consiguieron el sexenio porque no habían publicado nada y otros porque habían publicado en revistas o editoriales de poca exigencia. Por eso hubo quien concluyó que había que dedicarse a lo que importaba, la investigación. A fin de cuentas la evaluación de la docencia estaba asegurada.

Estuve dos años en la Comisión Nacional y abogué porque a los jóvenes no se les exigiese lo mismo que a los veteranos. Porque existe el efecto Mateo: a quien tiene, se le dará. Y a los que no tienen, lo poco que tienen se les quitará. ¿Tienes publicaciones? Pues ahora conseguirás fácilmente tener más.

Hay cierta sensación de utopía en la idea de que las investigaciones se mantengan independientes y ajenas a las manipulaciones de poder de autoridades y grandes corporaciones. ¿Realmente se consigue mantener la ética?

–Ni los investigadores ni los evaluadores deben ponerse al servicio del poder, sino al de la comunidad. Hay un capítulo en el libro que se titula La flecha ética. Los evaluadores tienen que garantizar su independencia. Cuando reciben encargos del poder, tienen que garantizar que los informes lleguen a la ciudadanía tal como han salido de las manos de los expertos. Así se evita que el poder utilice los informes a su antojo.

Expongo dos experiencias que he vivido al respecto, una en Bolivia y otra en España. A pesar de estar firmado en el documento de negociación inicial que se iban a publicar los informes de forma íntegra, tuve que publicarlos por mi cuenta. Ante la objeción que se me planteaba, argumenté que, como estaban pagadas las evaluaciones con dinero público, le iba a entregar los informe a sus legítimos propietarios que son los ciudadanos.

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Cuando estuve en la Comisión Nacional abogué porque a los jóvenes no se les exigiese lo mismo que a los veteranos. Porque existe el efecto Mateo: a quien tiene, se le dará

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¿Qué le lleva a pensar que el proceso de negociación puede hacer mejores las evaluaciones e investigaciones? ¿Cuál es el punto de este proceso que más puede marcar la diferencia?

–La negociación inicial tiene que ver con la ética. Quienes participan en una investigación/evaluación no son conejillos de Indias. Tienen que conocer lo que se pretende, qué participación se pide, qué reglas éticas van a presidir la actividad. Y nadie tiene derecho a vetar la totalidad o una parte del informe.

El Informe final debe ser devuelto y discutido. Si la discrepancia es aceptada por el equipo de investigación, se acabó el problema. Si no es aceptada, el investigador se compromete a recoger por escrito esa discrepancia como un anexo del Informe.

La negociación de proceso es necesaria porque la evaluación cualitativa tiene carácter emergente. Pueden surgir nuevas situaciones. Por eso la negociación inicial debe ser flexible. Se pueden modificar cláusulas que en el comienzo parecían necesarias.

Desde su experiencia y punto de vista, ¿cuáles son actualmente los pros y los contras del sistema educativo en nuestro país?

–Creo que hemos avanzado muchísimo en los últimos años. La escuela que yo viví no tiene nada que ver con la de hoy. En cuanto a la cantidad de alumnos escolarizados y en cuanto a la calidad de la enseñanza. La escolarización es completa, las mujeres acceden a la universidad con normalidad, ha disminuido el número de alumnos por aula, se han incorporado nuevos proyectos, ha mejorado la formación de los docentes…

Pero queda mucho camino por recorrer. La política educativa tiene que mejorar mucho. No es de recibo que hayamos tenido ocho leyes en menos de cuarenta años. Los presupuestos tienen que destinar una mayor cantidad de dinero a la educación. Recortar en educación es masoquismo económico.

También tenemos que mejorar los docentes, en la formación inicial y en la continua. Hay que cambiar el currículum, haciéndolo más profundo que extenso. Es kilométrico, pero superficial. Hay que mejorar la dirección de las instituciones. Las familias tienen que participar con más intensidad en cuestiones relacionadas con el currículum, no solo en actividades marginales. Creo que los alumnos y las alumnas tienen que tener un mayor protagonismo en el aprendizaje y en la gestión. Por otra parte, las bisagras del sistema tienen que estar mejor engrasadas.

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Los presupuestos tienen que destinar una mayor cantidad de dinero a la educación. Recortar en educación es masoquismo económico

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¿Cómo se puede mejorar?

–No se pueden confundir cambios con mejoras. No todos los cambios lo son. Ha habido cambios que han empeorado aspectos fundamentales relacionados con la igualdad. Creo que para mejorar hace falta transformar los procesos de selección y de formación de los docentes.

Hay que acabar con ese estado de opinión que viene a decir que el que no vale para otra cosa, vale para ser profesor. Lo decía, cínicamente, Bernard Shaw: “El que sabe, hace y el que no sabe enseña”. Pensamiento que adorna Muriel en las primeras páginas de su novela “La elegancia del erizo”: El que sabe, hace, el que no sabe, enseña; el que no sabe enseñar, enseña a los que enseñan y el que no sabe enseñar a los que enseñan se mete en política.

La formación inicial tiene que mejorar. Es preciso trabajar mejor la simbiosis teoría-práctica. Es necesario que las instituciones de formación fortalezcan el diálogo de sus egresados. ¿La formación ha sido adecuada? ¿Qué echan de menos al afrontar la tarea? La institución tiene que abrir un proceso de autocrítica y de cambio.

¿Cómo valora la adaptación del sector a las nuevas tecnologías, tanto a nivel educativo, en las clases, como a nivel de organización y gestión? ¿Se le saca todo el partido que podría?

–Vivimos en un mundo digital. La escuela no puede dar la espalda a la realidad. Lo hemos visto al comenzar la pandemia. Fue necesario, casi de la noche a la mañana, cambiar la forma de desarrollar el currículum. Es preciso incorporar plenamente las tecnologías de la información no solo a las aulas sino a la vida de los centros y a la administración.

Otro deber de la escuela al respecto es ayudar a los alumnos y alumnas a defenderse los riesgos y a utilizar las tecnologías para el aprendizaje.

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Vivimos en un mundo digital. La escuela no puede dar la espalda a la realidad

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¿Considera que la LOMLOE va en la buena dirección en lo que a evaluación, promoción y titulación se refiere?

–La LOMLOE va en la buena dirección, pero lo deseable sería llegar al consenso y al pacto por la educación. No puede ser que lo que hace un partido lo deshaga el otro y que antes de promulgarse una ley la oposición ya anuncie que la va a derogar. No basta la ley. Porque la escuela no cambia por decreto. Creo que en educación solo cabe una postura progresista. Porque la escuela tiene que formar ciudadanos, no súbditos ni clientes.

¿Está a favor del sistema de calificaciones numéricas?

–Estoy a favor de una evaluación que esté al servicio de la comprensión y de la mejora. No me gusta que tenga como fin el control, la clasificación, la calificación y la medición. Defiendo una evaluación que empodere a los alumnos y a las alumnas, que les convierta en protagonistas.

La evaluación no es un proceso en el que B juzga a A sino en el que A y B reflexionan para mejorar la enseñanza y el aprendizaje. Si la evaluación es educativa no es solo porque aborda cuestiones sobre educación sino porque educa a quien la hace y a quien la recibe. La evaluación pone sobre el tapete todas nuestra concepciones. Bien se podría decir: Dime cómo evalúas y te diré qué tipo de profesional (y de persona) eres.

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Comentarios

  1. Miguel Ángel Santos Guerra: “No es de recibo que hayamos tenido ocho leyes educativas en menos de cuarenta años” | Juan Crespo
    5 de diciembre de 2022 16:41

    […] Miguel Ángel Santos Guerra: “No es de recibo que hayamos tenido ocho leyes educativas en menos de… […]