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Jordi Adell: “El estado de ánimo de los docentes es muy preocupante. Quizá condene al fracaso a la nueva ley”

Este experto en innovación educativa añora los tiempos en que Twitter servía para compartir experiencias, lecturas y reflexiones con el claustro virtual. En todo lo demás no suele ser partidario del "cualquier tiempo pasado fue mejor".
Saray MarquésMiércoles, 21 de diciembre de 2022
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Jordi Adell es profesor jubilado y miembro del colectivo DIME

Rojipardos, pedabobos, profesaurios, buenistas… En una época en que los apelativos para dirigirse a los docentes que no opinan como uno mismo se multiplican, hablamos con Jordi Adell, que está detrás del surgimiento del Colectivo de Docentes por la Inclusión y la Mejora Educativa (DIME) la reacción a la «coalición de la instrucción» (en denominación  del economista Lucas Gortazar), representada, entre otros, por la Fundación Episteme y la Asociación OCRE. 

¿Yayoflauta o profesaurio?
—Yayoflauta, naturalmente. Al poder no hay que darle tregua.

¿Tecnófilo o tecnófobo?
—Tecnófilo crítico. La tecnología es muy poderosa. “Media» entre los humanos y el mundo (nos ayuda a comprenderlo de determinadas formas y a actuar sobre él). Y cuando la usan los poderosos para sus propios fines… los efectos pueden ser devastadores para el resto de la Humanidad.

¿Por qué el Twitter docente se ha convertido en un lodazal de un tiempo a esta parte? ¿A veces al ver lo que se cuece en las redes siente que algunos docentes las aprovechan para hacer bullying? ¿Le apena?
—Yo empecé a usar Twitter cuando era una herramienta minoritaria con un ambiente “afable” en la que pedías ayuda a tu “claustro virtual” y recibías sugerencias e ideas para poner en práctica. Y donde compartías tus experiencias, lecturas y reflexiones. Creo que, en algún momento, quizá contagiados por el debate político degenerado de las fake news, el trumpismo, la impunidad de las cuentas anónimas y los algoritmos de Twitter que privilegian el conflicto, entre otros factores, un sector del Twitter educativo comenzó a usarlo de la misma forma: para hacer de “trolls”, insultar, a quien no pensaba como ellos, ensuciar el agua en general y crear mal ambiente. Pero el problema, creo, es social y político y mucho más general que Twitter: basta ver el comportamiento de la ultraderecha en el Parlamento español.

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Igual que la medicina tiene la homeopatía, la psicología y la pedagogía tienen sus propias cruces

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¿Las polémicas educativas le divierten o le hastían? ¿No son un poco ‘machirulas’, siendo como es la profesión docente apabullantemente femenina?
—Algunas me hastían no solo por ‘machirulas’, sino también por escasamente constructivas. Hay polémicas malas en las que no se razona. Pero un buen debate es estimulante.

¿Era necesaria la creación de DIME? ¿No es un poco entrar al trapo? Como decían los profesores de antes: “Dos no pelean si uno no quiere”…
—A mí me parece que era absolutamente necesario. Por una parte, no deja de sorprenderme que se hable de la creación del colectivo como un problema y que se lo equipare al sector que se dedica a insultar por sistema. Además, conviene recordar aquí que lo de «ignorarlos» y no hacer nada, ya lo habíamos probado y la cosa iba a peor. El tuit “Sálvame”, que se cita más abajo, es bastante anterior a la creación de DIME, por ejemplo. Otra razón de la creación del Colectivo DIME es el hartazgo de mucha gente con cierto discurso educativo conservador y reaccionario que propugna volver a la educación del pasado. Y este discurso, que forma parte del debate educativo de hace décadas, ha sido adoptado en parte por docentes que se pretenden progresistas. Si en el pasado los discursos educativos neocon y neoliberal pactaban para ofrecer un frente unido (véase cómo lo explica Apple, por ejemplo), hoy el discurso educativo neocon ha repudiado el neoliberal y, por supuesto, el progresista. Y lo más preocupante es que docentes que dicen ser progresistas lo han adoptado total o parcialmente.
En este periódico hay diversos ejemplos de los «mitos» que han construido esta corriente: la “cultura del esfuerzo” del PP y Vox, el mito de la bajada constante del “nivel”, la añoranza de un pasado mal conocido, la negación de los datos (la tasa de repetición de curso, por ejemplo), la indiferencia ante la brutal segregación de la concertada, el uso de la pedagogía como hombre de paja, etc. DIME es muy necesaria para proponer debates realistas sobre educación. Véanse sus principios en su Manifiesto.

Como en una especie de ‘Sálvame’ educativo diario, se les acusa a ustedes (a usted y a Toni Solano, por ejemplo) de “cortijo castellonense”, de que escriben al dictado de otros (¿el secretario autonómico de Educación y Formación Profesional, Miguel Soler?). ¿Tiene algo que decir, por alusiones?
—Nada. No tiene la menor importancia. Solo es una salida de tono de la que estoy seguro que su autor (no vamos a citarlo) se arrepiente. No hay que darle más importancia de la que tiene, aunque a veces es difícil no entrar en ese cuerpo a cuerpo que potencian tan bien ciertas redes sociales y ciertos usuarios.

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Necesitamos urgentemente incorporar a la educación obligatoria la alfabetización en datos

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¿La tercera guerra mundial empezará en un claustro de profesores o las redes sociales muestran una atmósfera de confrontación que no es real?
—Las redes magnifican los conflictos y los potencian. Algunas están expresamente diseñadas para ello. Pero en los claustros también debe haber conflictos explícitos o latentes.
El Colectivo DIME pretende serenar los conflictos en las redes y reconducirlos hacia debates racionales, sabiendo que la educación es una actividad netamente política en la que confluyen y chocan intereses y visiones muy dispares. El currículum –escribió Williamson– es como un pequeño microcosmos de la sociedad: condensa lo que dicha sociedad ha elegido recordar de su pasado, cómo entiende su presente y lo que aspira y quiere proyectar de forma prospectiva en el futuro.

¿Cómo ve a los profesores en competencia digital docente?
—Más concienciados que antes. La pandemia nos mostró muchas carencias. No solo de equipamiento en centros y hogares, sino también de formación. Se hizo “formación online de emergencia” en base a intentar hacer lo mismo que siempre en las aulas. Y la cosa, obviamente, no funcionó como se esperaba. La formación online no es formación presencial vía herramientas telemáticas. Conozco mejor lo que pasó en la universidad que en institutos y escuelas. Adoptar herramientas tipo Zoom o Google Meet para dar clases presenciales online no costó demasiado (aunque fuese una tortura para algunos/as estudiantes), pero en la evaluación estalló la crisis: ¿cómo hacer online el examen de toda la vida? ¿Herramientas de vigilancia o proctoring? Son caras, un desastre educativo y posiblemente ilegales. Mi impresión es que nos falta mucho por hacer. Sería interesante que deje de ser una anécdota en el currículum de los futuros docentes: digital es cómo se hacen las cosas en el presente y se harán en el futuro. Es una característica del mundo en el que vive ahora la infancia y la adolescencia. Y, seguramente, algo que hay que entender muy bien para evitar los peligros del capitalismo digital. Un ejemplo, necesitamos urgentemente incorporar a la educación obligatoria la alfabetización en datos. ¿Por qué cree que cada estallido de una criptomoneda pilla a tanta gente que cree que se forrará sin hacer nada?

¿Qué moda educativa no se la esperaba?
—Yo me especialicé en tecnología educativa. La moda actual que no me esperaba es la compra masiva de paneles interactivos por parte de la Administración educativa. Después de la experiencia con las pizarras digitales y el uso que se les terminó dando en muchas aulas, no esperaba este remake. Quizá sea una manera simple de gastar mucho dinero en algo que no va a provocar demasiado rechazo. Pero no me haga caso: estoy muy mayor y algunas cosas me parece haberlas visto antes… como el actual hype con la inteligencia artificial. Aunque seguro que me equivoco.

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¿Cómo hacer online el examen de toda la vida? ¿Herramientas de vigilancia o proctoring? Son caras, un desastre educativo y posiblemente ilegales.

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¿Entiende el malestar de los docentes con los vendedores de humo/ vendedores de cursos de formación con escasa utilidad real en su práctica docente?
—Claro que lo entiendo: ha habido auténticas pasadas de vueltas. Lo que no me vale es el argumento interesado en sustituir la parte por el todo: como hay malos médicos, todos los médicos son malos. La pedagogía no debería haber adoptado algunas teorías psicológicas poco contrastadas o directamente falsas. Pero igual que la medicina tiene la homeopatía, la psicología y la pedagogía tienen sus propias cruces y gente que usa su jerga para medrar. Con una buena formación en los fundamentos de la pedagogía se detectaría desde lejos la falta de consistencia de dichos planteamientos. La solución no es “fuera la pedagogía”, sino más y mejor pedagogía.

¿Cuál considera que es la principal amenaza para «una buena educación» en España hoy?
—El estado de ánimo de los docentes es muy preocupante. Quizá condene al fracaso a la nueva ley. El ritmo de implantación de la LOMLOE, una ley francamente mejorable, aunque bastante más satisfactoria que la infame LOMCE de Wert, ha generado muchas tensiones entre los docentes. En alguna comunidad autónoma, Madrid, por ejemplo, el hecho de que el gobierno autónomo use su capacidad legislativa en educación como arma contra el gobierno central es un ejemplo excelente de lo que no debería ocurrir.

Para mejorar, lo que la educación en este país necesita es…
—Más medios (humanos, materiales y organizativos) y mejor formación inicial y permanente del profesorado. Más compromiso público de sus políticos con la educación.

¿Siente a veces que “Contra Wert vivíamos mejor”? La Lomce logró unir a casi todos en su contra, pero la Lomloe ha creado un clima de discordia…
—Posiblemente y a nivel de sentimientos esté de acuerdo: las movilizaciones, la marea verde, etcétera. Es difícil reunir tanta oposición como hizo Wert y su ley. Pero no creo que ese sentimiento ahora sirva de gran cosa.

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Es difícil reunir tanta oposición como hizo Wert y su ley, pero no creo que ese sentimiento ahora sirva de gran cosa

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¿La bajada de nivel es un mito?
—Desde hace 2.500 años aproximadamente. En cada generación, algún viejo literato echa pestes de la generación de los jóvenes. Ahora, curiosamente, la bajada suele empezar en la generación actual o en una posterior a la del hablante. Él nunca “bajó de nivel”. Es un fenómeno investigado. En la literatura anglosajona se denomina kids these days y creo que tiene hasta una entrada en la Wikipedia porque es un tema archiconocido. En este sentido recomiendo el siguiente artículo de Juan Ignacio Pérez Iglesias: Los jóvenes ‘de hoy en día’ siempre han sido peores que los de antes. La investigación ha mostrado que tendemos a hacer esas apreciaciones mucho más en las áreas en las que somos expertos o en los temas a los que prestamos más atención (por ejemplo, “a ser educados con los mayores”). En educación hay gente que es experta en química, lengua, o historia… Eso explica muchas “sensaciones” de docentes respecto al nivel de los jóvenes de hoy. La investigación pedagógica nos permite conocer y analizar estos sesgos.

¿Cree en la meritocracia?
—Creo que el mérito y el esfuerzo (y el talento y otras características humanas) deberían ser recompensadas… y no lo son. En lo que no creo es en el cuento chino de la “cultura del esfuerzo”, que culpabiliza de todo al individuo (porque no se esforzó lo suficiente) y no reconoce la brutal desigualdad de oportunidades de esta sociedad capitalista. Es más, cuando pronuncia la frase algún político que no ha dado golpe en su vida o cuya familia se ha enriquecido gracias a sus chanchullos durante la pandemia me indigno muchísimo, porque mienten como bellacos. Encima, los medios se tragan esa basura y la difunden entre los jóvenes. Los datos, en este tema, son muy claros. El capital cultural de la familia, y no el esfuerzo, explica una gran parte de los resultados escolares.

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El capital cultural de la familia, y no el esfuerzo, explica una gran parte de los resultados escolares

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¿En ocasiones se defiende lo indefendible apelando a la libertad de cátedra?
—Un poco. Sobre todo, cuando en su nombre se conculcan derechos básicos de los estudiantes… especialmente de los más desfavorecidos.

¿Cómo lleva la jubilación? ¿Sigue vinculado a la educación en cierto sentido? ¿En qué está ahora?
—Lo llevo bien. Sigo leyendo y escribiendo, (aunque escribo bastante menos). Y sigo vinculado a grupos de docentes progresistas como el Colectivo DIME. También con mis compañeros y compañeras del grupo de investigación de la universidad. Ayudo en lo que puedo (ejerciendo de Abuelo Cebolleta sobre todo, aunque ellos siempre dicen que no, que siga compartiendo ideas y lecturas, que todo muy interesante, etc. Pero solo porque son muy amables).

Currículum Vitae

Jordi Adell Segura (Castellón, 1960) es licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación y doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Valencia. Actualmente jubilado, fue profesor titular de universidad del área de Didáctica y Organización Escolar en el Departamento de Educación de la Universitat Jaume I de Castellón. Su actividad docente estuvo relacionada con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación aplicadas a la educación. También dirigió desde su creación el Centro de Educación y Nuevas Tecnologías (CENT) de la misma universidad, una unidad dedicada a la mejora de la calidad de la enseñanza y el aprendizaje universitarios mediante el uso de las nuevas tecnologías. Sus publicaciones pueden verse en su perfil en Google Scholar.

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