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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

Cómo ser para mis alumnos el referente que mi profesor fue conmigo

Tu experiencia como adulto te proporciona un filtro a través del cual vives y ves la vida. En ocasiones, le pones este filtro a tus alumnos.
Irene Losa AguadoJueves, 19 de enero de 2023
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Por desgracia la realidad es que los profesores no siempre se enfrentan a la ardua tarea de educar con las estrategias necesarias | ©Ai Inspire

Si echas la vista atrás a tu etapa educativa, ¿de quién te acuerdas? Quizá vengan a tu mente tus amigos, tus notas, las asignaturas, y seguro que vienen también recuerdos de tus profesores. Los que te gustaban, a los que cogiste manía, los que enseñaban con pasión, los que no la demostraban tanto…

Los recuerdas porque fueron un referente para ti, un modelo de cómo explicar, de cómo es posible transmitir pasión y gusto por asignaturas que jamás pensaste que te gustarían, porque influyeron en tu aprendizaje y en las decisiones que tomaste después, como por ejemplo la importantísima decisión de elegir tu profesión.

Enseñan, educan, cuidan, están todos los días al pie del cañón, conocen los puntos fuertes y débiles de sus alumnos y, en muchas ocasiones llegan a convertirse en una figura de referencia, seguridad y confianza para ellos.

Ahora, más que nunca, necesitamos más de esos profesores: con pasión, iniciativa, motivación y herramientas para cuidar y educar. Por desgracia la realidad es que los profesores no siempre se enfrentan a la ardua tarea de educar con las estrategias necesarias para ello.

Por ello, queremos hacer hincapié en qué puedes hacer como profesor para ayudar a tus alumnos a ser mejores personas, a ser emocionalmente inteligentes, a ser empáticos, a ser independientes… y que seas para ellos el referente que tu profesor fue para ti.

¿Qué necesitan mis alumnos y cómo puedo dárselo como profesor?
  • Crea un clima de confianza

Todos necesitamos un espacio propio donde expresarnos, donde sentirnos libres de juicios, donde poder consultar dudas, relacionarnos, cometer errores… Generar este clima de confianza puede ser tan sencillo como dedicar unos minutos al principio o al final de cada clase en el que mostremos interés por tus alumnos, por sus actividades, sus tardes, sus fines de semana, sus gustos, sus preocupaciones, etc. Eres un modelo para ellos, no temas contar alguna anécdota, hablar de alguna noticia reciente, escuchar y expresar opiniones distintas, así puedes enseñarles a respetar y aceptar las diferencias de cada uno creando un ambiente que invite a la comunicación y a una convivencia fluida.

  • Ayúdales a sentir

Como adulto, es probable que seas inteligente emocionalmente y conozcas bien cómo te sientes y por qué, pero tus alumnos tienen esta habilidad en pleno desarrollo. Ayudarles consiste en validar sus emociones, ayudarles a relativizar, a mirar a las cosas con perspectiva, a buscar soluciones, pero, sobre todo, permitiéndoles sentir. En un momento en el que tus alumnos estén tristes, cansados, enfadados… es muy probable que no sean capaces de prestar atención a tus lecciones, ¿por qué no dedicas unos minutos a hablar de ello y a enseñarles a aceptar y convivir con cómo se sienten?

  • Unas normas negociadas

Es por todos conocido que el ser humano necesita límites. Crecer implica asumir y aceptar las consecuencias de mis actos. Sin normas y sin consecuencias, no hay estabilidad y no hay adaptación al mundo. Por eso, como fiel reflejo de la sociedad, te propongo que acuerdes unas normas con tus alumnos. Se pueden establecer al principio de cada trimestre, negociarlas entre todos, incluir las consecuencias que tendrá su incumplimiento, quién vigila por su aplicación… Estas deben adecuarse a su momento vital, ser consensuadas y revisadas de vez en cuando. Si están implicados en su creación, es más probable que se impliquen también en su cumplimiento.

  • Concédeles la libertad

Nos referimos a darles la libertad de tomar decisiones, de equivocarse, de acertar… dentro del marco de las normas acordadas, y con las consecuencias que tiene el saltárselas, por supuesto. No creas que esto significa abandonarles a su suerte, significa dejarles crecer, soltar, confiar en ellos, dejarles averiguar qué tienen que hacer, al mismo tiempo que les ofreces tu apoyo y ayuda incondicional si la necesitan.

  • Ponte a su disposición

El día a día puede hacerse un poco cuesta arriba siempre con el mismo horario, obligaciones, responsabilidades… Puede que tengas algún alumno que no está pasando por un buen momento, alumnos que se pelean, que empiezan a tener problemas con los resultados, etc. ¿y si guardas un hueco para ellos? Puedes reservar momentos de la semana para ellos por si necesitan alguien a quién pedir ayuda, como una tutoría emocional.

Tu experiencia como adulto te proporciona un filtro a través del cual vives y ves la vida. En ocasiones, le pones este filtro a tus alumnos, lo que implica que no tienen la oportunidad de crear el suyo propio, de vivir las experiencias y cometer los errores que les conformarán como adultos en el futuro. La presión de vivir a la altura de la expectativa externa genera presión, un sentimiento de no ser suficiente, de no ser bueno… que acaba dinamitando la autoestima de los alumnos y condiciona su estado de ánimo. Anímalos a que saquen lo mejor de sí mismos manteniendo su esencia y sus diferencias.

Queremos adolescentes curiosos, rebeldes, que experimenten, que no tengan miedo a vivir y que sepan que la persona que tiene la tarea de educarles lo hará desde el respeto, la comprensión y acogiéndoles tal cual son.

¿Quieres que te recuerden como tu recuerdas a tus profesores? ¡Deja huella en ellos!

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