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El problema de James

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Jeff Younger es un norteamericano que está luchando a brazo partido para que a su hijo, James, no le secuestren la identidad. La madre, que no es la biológica, está empeñada en llamarle “Luna”, aunque oficialmente haya sido registrado como varón. Después de la separación de ambos cónyuges, la mujer ha ido confirmando, una tras otra, las peores pesadillas del pobre hombre.

Así, este padre coraje no ceja en su litigio judicial ante la posibilidad más que cierta de que su retoño vea cómo le cambian el sexo con el que nació sin que pueda hacer nada efectivo en su contra. Tristemente, cuando muchos, sobrecargados de ideología pero no de razones, intentan imponer sus convicciones a los demás, la situación de James no debería extrañar, aunque sí preocupar en grado extremo. Sólo de pensar por lo que ha de estar pasando el muchacho se le pone a uno los pelos de punta. Incluso, y por qué no vocearlo a los cuatro vientos, me solidarizo con el menor, envuelto en una refriega en la que ni siquiera le conceden la opción de decidir sobre sí mismo. En fin, se ha llegado a un punto en el que la condición de ser niño se ha vuelto hasta problemática.

La madre, por su parte, defiende a ultranza que Luna fue la que manifestó, desde un primer instante, sus deseos de vestirse y ser considerada como una niña, amén de adoptar unas actitudes más propias de las expresiones femeninas. Esta es la base de su alegato en los estrados, el mismo que choca con los informes de los expertos consultados por el padre, que anticipan una visión menos complaciente del problema de James. En concreto, la pediatra que le ha atendido durante años ha desaconsejado, por ejemplo, la prescripción de bloqueadores hormonales a tan corta edad por los probables efectos dañinos sobre la salud del muchacho, tanto en la actualidad como en su posterior desarrollo y maduración. Queda por saber si la madre hará caso omiso a todas estas prevenciones médicas para conseguir su propósito. Porque, en esencia, esta es la pieza clave del asunto. ¿Es el progenitor el dueño de la identidad de un hijo o, simplemente, su custodio legal? ¿Puede, en tal caso, arrogarse el derecho a cambiar o, directamente, secuestrar la identidad de género del pequeño? Y, por último, ¿no incurriría en delito al pretender cambiar lo que nadie le ha pedido, ni siquiera el protagonista? Estos interrogantes, y aun otros muchos más, son los que salen al paso según se provee uno de un criterio con el que razonar sobre el particular. Por ahora, James mantiene la identidad biológica de nacimiento porque reside en Texas, un estado que se muestra abiertamente contrario a las ambiciones de la madre putativa. Sin embargo, ésta última pretende cambiar la residencia y empadronarse en la cercana California, donde impera una ley más laxa sobre la identidad individual, facilitando así el cambio de sexo, aunque el destinatario sea un menor.

Esta realidad, que parece entresacada de una película de ciencia ficción de carácter apocalíptico, puede acaecer en España al entrar en vigor la futura “ley trans” del gobierno de coalición

Esta realidad, que parece entresacada de una película de ciencia ficción de carácter apocalíptico, puede acaecer en España al entrar en vigor la futura “ley trans” del gobierno de coalición. Es decir, que un niño pase a ser niña, o a la inversa, por el anhelo caprichoso de uno de los padres, especialmente cuando se acredita la existencia de un evidente desacuerdo sobre la guarda y custodia. Tal situación roza los límites de la moral y, por ende, también puede llegar a erosionar los derechos fundamentales de una persona que, por edad, ni siquiera es plenamente consciente de ellos. Ya digo, es algo anómalo, difícil de asimilar y por completo ajeno al sentido común de las cosas.

Precisamente, cuando un ejecutivo se ufana ante los medios de defender los derechos de los desfavorecidos y de los más vulnerables, como lo son los menores, va y desarrolla una ley que contradice una parte importante de aquéllos. Y no sería la primera vez, porque ahí está el adefesio de la ley del “sí es sí” que, en términos médicos, produce un “efecto paradójico”, ya que, tras su publicación, ha generado lo que intentaba atajar de raíz, esto es, que los abusadores y maltratadores, cuando no los asesinos confesos de mujeres, se vean beneficiados en sus condenas. Ojalá James siga siendo lo que quiere ser y que nadie, ni tan siquiera su madre, juege con una identidad que él siente como la suya. Y, sobre todo, que las instituciones, encargadas de velar por sus derechos, respeten el interés superior de la infancia, porque, a veces, los adultos tiranizamos a los chicos con la falsa idea de que únicamente somos nosotros los conocedores de lo que es mejor para ellos.

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Comentarios

  1. Jesús
    12 de enero de 2023 12:04

    Aquí en España no será una madre, que en este caso americano es madrastra, la que impondrá un cambio de sexo a su hijo menor, sino que serán las autoridades públicas, asuntos sociales, por ejemplo, las que amenazarán a los padres con quitarles la custodia si no acceden al tratamiento de cambio de sexo de su hijo. En la Comunidad Valenciana ya está sucediendo, pues su normativa legal va por delante en el tiempo y en «progresía» de la ley gubernamental.