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Dossier Espacio para el análisis y la reflexión

Identidad, retos y devenir de la Inspección educativa

Identidad, retos y devenir confluyen, por tanto, en el análisis para fundamentar que la entidad de la Inspección educativa, con la explícita y relevante encomienda atribuida, ha de sostenerse en una identidad genuina y consecuente.
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El artículo 27 de la Constitución Española determina que los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo a fin de garantizar el cumplimiento de las leyes | ©2ragon

Tiempo deben de haber dado, los casi 175 años desde la creación de la Inspección de la Educación Primaria, para reparar, sucesiva y reiteradamente, en la identidad, los retos y el devenir de la Inspección en el sistema educativo. Con respecto a lo primero, las cuestiones identitarias alcanzan destacada relevancia, tanto desde el argumento de las razones fundadas o genuinas como desde las concepciones subjetivamente construidas. Estas últimas, ante rasgos ya de carácter secundario o aparente, ya debidos a percepciones infundadas, ya cercanos a la inconveniencia de los prejuicios o los tópicos. Identidad, retos y devenir comparten, además, elementos de análisis y son aspectos directamente asociados, aunque, en este caso, figuren con particularidades específicas. Se proponen, por ello, sin que el orden establezca preferencia, cinco identidades características de la Inspección.

La identidad histórica es una de ellas, sostenida en los precursores cometidos de la Inspección: los actos de ver y de acreditar. Fuera o no apócrifa o falseada, una cédula del siglo XIV, correspondiente a Enrique II de Castilla, se refiere a los «veedores de ciencia y conciencia», sucedidos después por los examinadores y aprobadores de maestros y por los visitadores de escuelas. Esto es, la visita a las aulas como cometido primordial y elemento originario de identidad. Vinculadas a la historia, a momentos o situaciones de su curso, también lo están otros rasgos de identidad, asimismo histórica, aunque asociados a determinadas funciones o atribuciones coyunturales, algunas veces instrumentalizadas a beneficio del poder o de los gobiernos variadamente constituidos.

La identidad funcional o profesional de la inspección educativa

Del mismo modo es relevante la identidad funcional o profesional de la Inspección. En este caso, deriva de la naturaleza y del ejercicio de las funciones encomendadas, como también del modo en que se conciben o combinan estas. La Inspección educativa generalmente desarrolla sus cometidos profesionales a partir del principio de planificación y su materialización en planes de trabajo. El carácter de las actuaciones recogidas en estos conforma, por tanto, esta identidad funcional, ya que el fin o los destinatarios de las actuaciones construyen tal identidad en función de los desempeños de la Inspección.

Basta considerar actuaciones de supervisión documental, mediante extensas y pormenorizas listas de control, a partir de las prescripciones normativas, teniendo en cuenta resultados o apariencias de su cumplimiento, u otras actuaciones centradas en el asesoramiento para la resolución de conflictos o las orientaciones para la definición de planes de mejora, a fin de constatar cómo las actuaciones conforman identidades. Además de percibir el carácter de las funciones que les dan marco o una combinación inespecífica o poco armónica de estas, aunque sea con la excusa del eclecticismo: es el caso de la supervisión formativa, o del control asesor, cuando se trata de funciones con entidad diferenciada, sin que deban advertirse, naturalmente, relaciones de causa y efecto; e incluso de situaciones de mediación o arbitraje que pueden repercutir en las funciones genuinas.

La identidad inferida o supuesta

La identidad inferida o supuesta tiene no poco que ver con las anteriores, ya que deriva de un imaginario latente, de las percepciones de los destinatarios de la intervención y de la extensión de algunos tópicos resultantes que pueden asociarse a prejuicios.

La configuración identitaria no es ajena porque resultan connaturales a las crisis de identidad, muchas veces causadas por la antedicha determinación de las actuaciones o por el modo de establecer las funciones. Se rememoran entonces, por el grupo profesional, identidades anteriores, tenidas por más pertinentes y conformes con la naturaleza del ejercicio, y se expresa una identidad añorada, un anhelo de rasgos de identidad o de estatus que se consideran mermados.

La identidad en reconstrucción puede ser, finalmente, una consecuencia directa de las crisis anteriores o del ejercicio reivindicado. Además, la reconstrucción resulta de los internos a la vez que externos desencuentros que produce la ambigüedad de rol, a partir de las diferencias entre las expectativas personales, o internas, de los profesionales de la Inspección y las expectativas externas. Cuando no otros de otros factores, como la dispersión y la accidentalidad de las tareas, o las distintas dependencias, orgánicas y funcionales, del grupo profesional. Tal identidad en reconstrucción no debe confundirse con la adecuación del desempeño a las cambiantes necesidades y respuestas del sistema educativo, ya que estos procesos son más propios de la actualización profesional que de la reconstrucción identitaria.

Considerados los retos, tienen que ver con lo que acaba de decirse sobre la adecuación profesional, toda vez que determinados elementos del modelo de inspección han de revisarse, aunque hayan permanecido estables durante un largo periodo de tiempo. El acceso al ejercicio, los procesos de formación previos y posteriores a la iniciación profesional, las funciones encomendadas y las atribuciones reconocidas, los principios y elementos deontológicos o las condiciones de ejercicio conforman un conjunto de cuestiones que se incluyen en el reto de la adecuación profesional. Junto a aspectos organizativos y estructurales propios –y también por eso identitarios– de la Inspección educativa: el ejercicio generalista o especializado de los profesionales, la intervención en centros de referencia, a cargo de cada profesional, en zonas educativas cerradas, de asignación exclusiva por periodos de tiempo, en lugar de desempeños menos determinados por esas condiciones.

El liderazgo pedagógico, otro de los retos

Ejercer el liderazgo pedagógico constituye otro de los retos, pues se trata de subrayar la relevancia de las actuaciones centradas en los procesos de enseñanza y de aprendizaje y de adecuar las funciones y atribuciones, así como la planificación de actuaciones, para el desempeño en ese ámbito preferente.

La progresiva configuración de un modelo de dirección profesional, si bien imprecisa e incierta –aunque no falten declaraciones– en el sistema educativo español, influye en el reto de adecuar el modelo de la Inspección educativa. Una dirección profesional podría asumir funciones, como algunos casos de evaluación extendida de la práctica docente, actualmente inviables desde las condiciones de ejercicio de la Inspección. Y en el modelo de esta, como resultado, cabría considerar intervenciones en centros, menos extensas que las actuales, y actuaciones en el sistema, a partir de un «descentramiento» equilibrado.

Para acabar con los retos, otro mayor es el de la contribución de la inspección al éxito escolar. No se quiere decir con ello que sea posible una influencia directa del desempeño de la Inspección educativa en el éxito escolar, mas sí que puede incidir, de manera relevante, en los factores que guardan directa relación con tal éxito: es el caso de las prácticas docentes y del ejercicio de la dirección escolar y el liderazgo educativo. Por lo que la adecuación de las actuaciones, como reto asociado, redunda en la señalada contribución de la Inspección al éxito escolar.

Por último, el devenir de la Inspección se anticipa desde la importancia de su para qué. Ciertamente, es significativa la naturaleza constitucional de sus cometidos. El artículo 27 de la Constitución Española determina que los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo a fin de garantizar el cumplimiento de las leyes, para lo que se establece la Inspección educativa. Sin embargo, esta destacada encomienda ha de acompañarse de la «necesariedad» de la Inspección: esto es, la percepción real de la necesidad de su ejercicio profesional y de su carácter no prescindible o intercambiable.

La asimismo progresiva, además de proclamada, autonomía de los centros docentes, la información pública de sus logros y la responsabilidad por los resultados abren perspectivas en el devenir de la Inspección, que orientan la idoneidad, la relevancia y la pertinencia de las actuaciones inspectoras, con el adelantado reparto de estas entre los centros y el sistema.

Identidad, retos y devenir confluyen, por tanto, en el análisis para fundamentar que la entidad de la Inspección educativa, con la explícita y relevante encomienda atribuida, ha de sostenerse en una identidad genuina y consecuente, a la vez que afirmada en la adaptación del desempeño, a fin de procurar la idoneidad de los resultados de la intervención.

  • Antonio Montero Alcaide es Inspector de Educación

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