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Desarrollo sostenible y ciudadanía global: dos caras de una misma moneda en educación

La educación para la ciudadanía mundial, cuyo objetivo de promover un conjunto de valores y actitudes que se esperan de un ciudadano global comprometido con un sentido de pertenencia a una humanidad compartida, ha ido mutando.
Renato OperttiViernes, 24 de marzo de 2023
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La insostenibilidad ya no es solamente una cuestión de abordar el cambio climático, sino de redefinir maneras de convivir y coexistir entre regiones y países | © turn_around_around

Si algo tenemos claro en la actualidad, es que nos enfrentamos a un punto de inflexión en la historia de la humanidad donde el calibre y la profundidad de las decisiones que tomemos en el corto plazo van a impactar en la generación –o no– de futuros posibles de coexistencia, bienestar y desarrollo para todos y todas.

Y en ese mismo sentido, nos referimos cada vez más a tiempos de refundar y repensar la educación, y de los sistemas educativos en su conjunto, ya que se hace necesario formar a las nuevas generaciones para esos futuros mejores, más sostenibles, y donde se combinen lo global y lo local como caminos interdependientes. Nos necesitamos unos a los otros, eso sin duda, por lo que debemos superar visiones hegemónicas, colonialistas y de universalismos impuestos, así como también evitar estancarnos en defender lo nuestro como lo único, relevante, válido y peligrosamente excluyente. Aquí la educación para el desarrollo sostenible y la formación ciudadana tienen mucho que decir.

Bajo esta impronta, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), junto con el Ministerio de Educación y Formación Profesional de España, realizó en el 2022 el estudio Explorando la Educación para el Desarrollo Sostenible y la Ciudadanía Mundial en Iberoamérica, que se nutrió del destacado trabajo de los colegas argentinos Ezequiel Gómez Caride, Carla Sabbatini e Ignacio Barrenechea. A partir de los aprendizajes de este informe, nos permitimos mencionar dos aspectos que pueden contribuir a comprender mejor ambos conceptos.

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El concepto de un universalismo diverso e incluyente permitiría los diálogos entre culturas

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En primer lugar, la educación para el desarrollo sostenible ha ido mutando desde enfoques orientados a la educación medioambiental y con una mirada puesta esencialmente en cimentar sociedades justas, donde la protección de la naturaleza era un asunto prioritario per se y que no estaba necesariamente vinculado al relacionamiento entre humanos y con la naturaleza, a enfoques más enmarcados en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, liderada por Naciones Unidades desde 2015, y que ponen el acento en una visión multidimensional de la sostenibilidad. En particular, se enfatiza que para lograr un desarrollo sostenible resulta igualmente importante fomentar tanto la educación para la ciudadanía global como la educación para el desarrollo sostenible.

Se trata pues de evidenciar que la sostenibilidad engloba dimensiones políticas, sociales, culturales, económicas, identitarias y territoriales que incluyen también la dimensión ambiental, así como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. La pandemia nos ha permitido profundizar en entender la interdependencia entre los humanos, sin importar de dónde nos localizamos, quiénes somos y qué hacemos, así como la necesidad de promover valores de solidaridad y de cooperación entre culturas y credos, tal como señala el documento preparado por la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación, creada en el seno de la Unesco.

Asimismo, la pospandemia nos está mostrando la urgencia de fortalecer referencias universales sobre la democracia, los derechos humanos, las libertades y la paz a través del fortalecimiento y del apego a marcos normativos internacionales que impliquen renovados compromisos de los países sobre el valor y respeto a valores universales. Inversamente, la insostenibilidad ya no es solamente una cuestión de abordar el cambio climático, sino de redefinir maneras de convivir y coexistir entre regiones y países en diversidad de contextos y situaciones.

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No hay pues sostenibilidad alguna sin formar en un enfoque comprehensivo de ciudadanía

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Por otro lado, tenemos la educación para la ciudadanía mundial, que cuyo objetivo de promover un conjunto de valores y actitudes que se esperan de un ciudadano global comprometido con un sentido de pertenencia a una humanidad compartida también ha ido mutando. Hemos pasado de enfoques que profesaban de manera uniforme el universalismo de valores como guía para los países, a un universalismo que asume e incluye la diversidad de referencias locales bajo un conjunto de valores que son en sí mismos válidos y que no deben desnaturalizarse o licuarse por consideraciones localistas. El concepto de un universalismo diverso e incluyente permitiría los diálogos entre culturas amparadas por una visión cosmopolita que acerca y promueve el entendimiento y la cooperación internacional sobre la base del respeto y la confianza mutuas.

En síntesis, el informe apuesta por una educación ciudadana orientada a promover valores universales donde converjan identidades globales y locales, y que asimismo integre las preocupaciones en torno a formar en el entendimiento y el apego a la pluralidad, la diversidad y la convivencia, junto con la participación responsable y proactiva en democracia, todo ello, bajo la dimensión de una educación para el desarrollo sostenible. No hay pues sostenibilidad alguna sin formar en un enfoque comprehensivo de ciudadanía.

Este informe argumenta también la necesidad de repensar el currículo y la pedagogía, es decir, las interconexiones entre el para qué, el qué, el cómo, dónde y cuándo de educar, aprender y evaluar, que permita formar a las nuevas generaciones en saberes inter y transdiciplinarios. La integración con sentido de los conocimientos de las ciencias naturales y humanas, sustentado en consideraciones éticas, es fundamental para afrontar preguntas fundamentales sobre el origen y el futuro de la humanidad (por ejemplo, vinculado a la bioinformática, la nanotecnología y la neuro informática). Y aquí es fundamental la libertad y la autonomía de pensamiento del alumno o la alumna capaz de identificar, movilizar e integrar valores, actitudes, emociones, conocimientos y habilidades para actuar competentemente frente a diferentes desafíos.

Ciudadano responsable

La región iberoamericana refleja un mosaico de experiencias y prácticas en la implementación de propuestas sobre la educación para el desarrollo sostenible y la ciudadanía mundial. Se trata de un cuadro diverso de iniciativas que evidencian el compromiso de la región con una agenda de transformaciones educativas y que están presentes en el mencionado informe. La diversidad está esencialmente marcada por las implicaciones de múltiples actores e instituciones de dentro y fuera del sistema educativo, así como por su escala y alcance, los modos de intervención en los centros educativos y los grados de participación en las propuestas.

Mientras que en España, parecería ser que la preocupación por el desarrollo sostenible forma parte de la noción de un ciudadano responsable que conoce los desafíos relacionados con la sostenibilidad y se comporta sensiblemente frente a los mismos, la educación para el desarrollo sostenible en América Latina, en cambio, basada en una fuerte tradición de educación ambiental, tendría más presencia que la educación para la ciudadanía mundial, lo que haría eco de las cosmovisiones originarias y de resistencia a los discursos globalizadores. Nos parece que ambos posicionamientos se pueden enriquecer mutuamente con el fin de que las respuestas locales frente a los desafíos que nos plantea la sostenibilidad global cuenten con ciudadanías empoderadas para tomar decisiones en un clima de convivencia, de apego a la democracia y respetuosas del derecho.

Más allá de los matices al interior de una región tan extendida y diversa como Iberoamérica, es fundamental avanzar en modus operandi renovados al interior de los centros educativos que, enmarcados en un contrato social en de sus países, permitan a las comunidades educativas locales asumir protagonismo y corresponsabilizarse de una educación que integre sostenibilidad y ciudadanía. Ciertamente un renovado contrato social que congenie lo nacional y local, abierto al mundo, es una ventana de oportunidades para la región de cara a redefinir las bases de esos futuros mejores que tanto se anhelan en estos tiempos. 

  • Renato Opertti es presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI)

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