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El drama de alquilar para estudiar fuera de casa: "He pensado en decir que estaba embarazada"

Jóvenes veinteañeros relatan a EFE las dificultades que han encontrado a la hora de buscar un piso de alquiler para estudiar fuera de sus lugares de residencia. La ayuda paterna, más importante que nunca.
Paula Márquez BonetViernes, 25 de agosto de 2023
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Dos veinteañeros estudian anuncios de alquiler de piso por Internet/FREEPIK.

La vuelta a la rutina para muchos implica el esfuerzo extra de dejar atrás temporalmente sus lugares de residencia para vivir en otra ciudad. Pero encontrar piso en estas fechas para estudiar fuera de casa no es tan sencillo: la mayoría tienen que enfrentarse a precios elevados y grandes desembolsos iniciales. Tal es la dificultad que hay personas que llegan a pensar en fingir un embarazo, como explica a EFE Alexia Corrales.

Esta estudiante, que lleva mirando anuncios desde mayo, critica que en muchos pisos no admiten estudiantes, lo que le ha llevado a fingir que su amigo y ella son pareja. «Hasta he pensado en decir que estaba embarazada», admite. En su proceso de búsqueda los principales escollos con los que se ha encontrado, según cuenta, han sido los precios desorbitados, las condiciones abusivas que establecen las agencias de alquiler o que no le cogieran el teléfono. También cuestiones raciales: debido a su piel oscura, en muchas ocasiones ha sido su amigo blanco quien ha tenido que acudir a los pisos para evitar prejuicios.

A Ferrán Monzó, de 26 años, le ha llamado la atención la falta de oferta de particulares. «Creo que el motivo es la alta competitividad entre los estudiantes por conseguirlos antes: siempre hay muchos anuncios colgados en farolas y en la universidad y todos están completamente arrancados», explica. En su caso, necesita una habitación en un piso compartido para estudiar un curso de FP en Valencia, y solo encuentra ofertas de agencias en los portales inmobiliarios.

Por su parte, Ivet Meneu, joven de 22 años, va a comenzar un máster en Madrid, y denuncia que los contratos de alquiler que está viendo exigen una estadía mínima de un año. Para los jóvenes que, como ella, finalizan sus estudios antes de ese plazo, ello implica perder la fianza o tener que pagar una penalización por querer terminar antes el contrato.

Las inmobiliarias, a lo suyo

Aunque la nueva Ley por el Derecho a la Vivienda de 2023 establece que los gastos de gestión y formalización del contrato debe abonarlos el arrendador, la realidad que los inquilinos encuentran es muy diferente.

Corrales señala que, al hacer alusión a este cambio legislativo, las agencias «reformulan sus funciones para insinuar que están haciendo un servicio al inquilino y no al arrendador, o directamente te cuelgan». La joven se sorprende, además, del elevado desembolso que hay que hacer para iniciar el contrato, de unos 2.000 euros.

Monzó también ha experimentado un cambio en las condiciones de la relación con agencias de alquilar. Según ha valorado a EFE, mientras hace años solo exigían que los padres fuesen fiadores del alquiler, hoy exigen saber el crédito de sus cuentas bancarias.

Los padres, indispensables

Precisamente, los padres se han convertido en una ayuda indispensable para muchos jóvenes en la tarea de independizarse debido a los altos precios de los alquileres. «El problema no es que no podamos pagarlos, sino que nos quedamos a cero y no podemos ahorrar en estos primeros años de trabajo«, analiza Cristina D., exestudiante de máster de 27 años que ha conseguido un contrato este año en Madrid.

Cristina se encuentra en una situación ventajosa, ya que puede pagar su alquiler con su salario. A pesar de eso, comparte piso con otras cinco personas, una solución a la que acaban recurriendo muchos veinteañeros para poder permitirse un alquiler. La opción de residir en una residencia está al alcance de pocos: sus precios suelen ascender a 1.000 euros por habitación al mes.

Según datos del portal Idealista, las capitales de provincia más caras con pisos de habitaciones compartidas son Barcelona (485 euros mensuales de media), Palma (475 euros), San Sebastián y Madrid (450 euros), Málaga y Bilbao (400 euros) y Pamplona (395 euros).

Poner a prueba la ansiedad

Debido a estos problemas, los jóvenes entrevistados por EFE admiten que el proceso de búsqueda de alquiler se ha vuelto un foco de estrés y ansiedad.

«Es agobiante hasta el punto de no saber si podré continuar con mis estudios en Valencia el año siguiente», lamenta Ferrán. Para Ybet, la angustia y la ansiedad crecen a medida que pasa el tiempo, se acerca la fecha de comienzo de su máster y sigue sin encontrar alojamiento. «Me paso el día pensando en pisos, es mi nuevo pasatiempo», concluye Corrales, que asegura haber llorado a lo largo del proceso.

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