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Tacos de porcelana

Francisco Javier Merino GarachMartes, 13 de febrero de 2024
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© ADOBE STOCK

Al Barón de Coubertin:

Lamento el día en el que acuñó aquello de “Lo importante es participar”.

Firmado:

Un entrenador de fútbol formativo.

El fin de semana pasado el equipo que dirijo –formado por niños de nueve años– venció al líder de nuestra liga. Rápidamente, mis jugadores hicieron un corro y se pusieron a saltar de júbilo. Todos, sin excepción.

Mi alegría, más contenida en apariencia que la suya, fue, en realidad, la misma. Como entrenador, mi objetivo siempre ha sido mejorar los equipos a los que dirijo y, en consecuencia, ganar partidos. Sí, ganar, esa palabra que parece haberse vuelto tabú en el fútbol infantil, como si a los niños no se les pudiera y debiera enseñar que en la vida hay que competir por un puesto de trabajo o por cumplir nuestros sueños.

Mi júbilo, por desgracia, se vio empañado rápidamente por el sermón de una madre insatisfecha con los minutos de protagonismo que su hijo había tenido sobre el campo de juego. Por desgracia, me había visto obligado a retirarlo del césped porque aquel día su rendimiento estaba por debajo del de sus compañeros (en parte, por sus faltas reiteradas de asistencia a los entrenamientos). Por tanto, en aquel momento tuve que elegir entre robarle unos minutos de juego o dejar a todo el equipo (a sus compañeros y a él mismo) sin posibilidades de obtener una victoria.

Me decanté por lo segundo. De esta forma, los chicos no solo se llevaron tres puntos; también recibieron una valiosa lección. En nuestra sociedad, elementos abstractos como el mérito, el talento, el esfuerzo o el rendimiento tienen un peso decisivo en la construcción del éxito individual. Y es que este último está condicionado a nuestra capacidad de contribuir en pos del éxito colectivo, ya sea en una empresa o en el equipo de fútbol al que dirijo.

Enseñar a los niños que la vida es diversión y que lo importante es participar, no es más que un regalo envenenado cuyos efectos se convertirán en letales en el momento que alcancen la vida adulta. Observando el afán sobreprotector de los padres de algunos niños a los que entreno, no me sorprende que en los medios de comunicación mencionen a los jóvenes de ahora como la generación de Cristal.

Permítanme un consejo para los padres que deciden introducir a sus hijos en el fútbol: enséñenles desde el minuto uno a convivir con la frustración. Y cuando le compren sus primeras botas, asegúrense de que los tacos no son de porcelana.

Firmado:

Un entrenador de fútbol formativo.

Francisco Javier Merino Garach ha sido el ganador de la X edición de www.excelencialiteraria.com

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