Diferentes maneras de entender la verdad
«No me estás diciendo la verdad».
¿Te han acusado así alguna vez? «¡Qué injusto!», puedes pensar, «Estoy seguro, cien por cien, es verdad, no hace falta más que verlo… Además, es lo que he pensado toda mi vida. O, si no, que lo pruebe él por sí mismo ¿no se da cuenta de que funciona? Lo siento muy adentro de mí. Quizá podría llegar a un acuerdo con él para ver hasta qué punto es verdad. Aunque, en último caso, no hay una “verdad” única y definitiva, así que, ya iremos viendo».
Si has tenido algo parecido a este diálogo interno, entonces has pasado por varias de las maneras de entender la verdad. En este artículo te explico algunas de ellas en palabras llanas.

No hay duda, si yo pienso «El presidente está dando una conferencia de prensa» esto es verdad si en efecto el presidente está dando una conferencia de prensa. Esta es la idea de las teorías de la correspondencia. La verdad es la correspondencia entre lo que hay en la mente y lo que hay fuera.
Parece simple, ¡y lo es! Tan simple que, por desgracia, es un criterio que se puede aplicar a muy pocas cosas de tu experiencia. Por ejemplo, si piensas que «en Inglaterra se habla inglés», solo puedes demostrarlo poniéndote en contacto con alguien de Inglaterra. Y, aun así, deberías generalizar tu experiencia a todo un país: no es un caso de experiencia directa que cualquiera puede verificar.

Entonces algo que piensas es verdad si no se contradice con el resto de tus pensamientos. Por ejemplo, si pienso «Soy una buena persona», esto es verdad porque creo que ayudar a los demás es de buenas personas, y, de hecho, yo ayudo a los demás.
Aquí no se relaciona el pensamiento «Soy una buena persona» con el mundo de afuera sino con un sistema de creencias. Para que sea verdad debe haber coherencia entre lo que digo y pienso. Esto ofrece un aspecto muy racional.
Esta manera de entender la verdad sirve para hablar de muchas verdades, cada una según su manera coherente de entender la vida. O, por ejemplo, si afirmamos “En Inglaterra el idioma oficial es el inglés”, desde este punto de vista es verdad, porque podemos buscar exactamente el lugar donde está escrito, y ver que hay coherencia.
Las teorías de la coherencia no pueden hablar de una realidad única, sino de varias. Si se trata de comprobar la verdad de una afirmación sobre una novela, esto no es un problema, pues se puede comprobar en el libro. Pero impide que podamos comparar diferentes sistemas de creencias, ya que cada afirmación es verdadera en su mundo. Y, además, tiene otro problema: la verdad de lo que pienso depende de mis sistema de creencias, y, al mismo tiempo, la verdad de mi sistema de creencias depende de cada una de las cosas que pienso… ¡es un círculo vicioso!

Efectivamente, algunos pueden pensar que lo que hace falta es algo más práctico. ¡Dejémonos de vueltas! Si alguien me dice algo, esto será verdad si funciona. Por ejemplo, si me dicen que «en Inglaterra se habla inglés», y a mi me sirve aprender inglés para entenderme allí, es que eso era verdad. ¡La verdad debe ser útil!
Es, como en el caso de las teorías de la correspondencia, la verdad de lo que afirmo depende de la realidad del mundo. Pero en lugar de invitarnos a analizar el mundo para ver si encaja con la afirmación, nos envía a estrellarnos con él. Si lo que pensábamos era verdad, saldremos airosos, en caso contrario… bueno, estábamos equivocados. No hay más.
Estas son las teorías pragmatistas de la verdad. Tienen el mismo problema de las de la correspondencia, porque si limitan a un espacio muy pequeño de la experiencia. Sin embargo, aceptan esto orgullosas, pues, para ellas, solo merece la pena hablar de la verdad en función de la utilidad.
El problema es que hay muchos casos de afirmaciones que no son verdad y sin embargo llevan a conductas exitosas. Un ejemplo: alguien de mi confianza me dice que «tomar agua con limón calma los nervios», entonces, tomo agua con limón y, efectivamente, me calma los nervios. Pero es posible que la causa no esté en el agua con limón, sino en mi predisposición a calmarme por la confianza que tengo en quien me lo recomienda. El éxito de la acción no implica, necesariamente, la verdad de la afirmación que la origina.

Otra manera de entender este asunto es considerar la verdad como un “trabajo en proceso”. Puesto que no parecemos capaces de encontrar una y definitiva verdad, al menos podemos trabajar por llegar a un consenso. Según esta idea, una afirmación es verdadera porque una comunidad de personas se pone de acuerdo.
Parece raro, ¿verdad? ¿acaso es suficiente que una comunidad de personas se ponga de acuerdo en afirmar que “La nieve puede arder” para que esto sea verdad? Evidentemente, no. Las teorías intersubjetivisitas se fijan en el proceso por el que una afirmación se llega a considerar verdadera. El proceso tiene reglas:
1. Todos los afectados por la afirmación deben poder intervenir en igualdad de condiciones y de forma autónoma.
2. No se pueden saltar las leyes de la lógica (no vale contradecirse, ni cambiar lo que se dice como si se dijera lo mismo, y lo que se afirma es o verdadero o falso)
3. Cuando se interviene en este proceso, se hace con voluntad de hacerse entender, por lo que cada uno tratará de presentar su idea de manera clara, sin buscar confundir al otro.

Parece que la verdad ha perdido su fuerza.
Antes era claro que si algo era verdad uno se sentía seguro. Y suele ocurrir que quien actúa así tiene éxito en sus pretensiones. Porque la verdad daba, a quien la tenía, fuerza para actuar; y a quien la escuchaba, obediencia. Y, al mismo tiempo, esta fuerza y obediencia era la que permitía que lo que se afirmaba se considerara verdad. Si prestamos atención vemos de nuevo el círculo vicioso: la verdad da poder, y el poder permite decir qué es verdad.
Seguramente habrá quien se sienta muy decepcionado por esta “nueva verdad” que cualquiera puede llegar a poner en cuestión.

Una forma de esquivar este problema es admitir que la verdad es solo para las cosas pequeñas…
Así que, volvamos al principio. “El presidente está dando una conferencia de prensa”. ¿Es una afirmación verdadera? A muchos les gusta poner en duda, así que, hagámoslo. Quizá estoy soñando, o vivo dentro de una simulación. Dudamos pues, y aun así, mi experiencia sobre esta duda en concreto es verdadera. Surge de mi relación con la sala en la que me encuentro, con lo que escucho, y con cada detalle. Es una experiencia verdadera.
Estas son las teorías fenomenológicas de la verdad. Los fenómenos se presentan a mi entendimiento, y la verdad surge de esta relación entre mi conciencia y el mundo. Es por eso mismo, una verdad muy pequeña, solo me afecta a mí; e incluso cambiante, pues mi relación con las cosas del mundo no es siempre igual.
Una verdad pequeña, cambiante, y personal, es cualquier cosa menos lo que hemos entendido siempre por la verdad. Y, sin embargo, conserva ese componente de fuerza. Porque, si afirmo “Yo la amo”, esto es verdad en un sentido muy fuerte. En un post pasado nos preguntábamos «¿qué es la poesía?» y veíamos que cada poeta encuentra una respuesta suya e indudablemente verdadera. Este es también un buen ejemplo de verdad fenomenológica.
Pero podemos poner otro ejemplo mucho más social. Si yo conduzco un coche no lo hago siguiendo el manual teórico ni aplicando un conocimiento mecánico, sino en base a mis experiencias. Mi relación entre el coche y mi conciencia genera afirmaciones que yo considero verdaderas. Y, sin embargo, pueden llegar a cambiar si viajo por un país donde el tráfico funciona de otra menara.
Recapitulamos: si la verdad es correspondencia entre lo que se dice y la experiencia, hay muy pocas afirmaciones que se puedan considerar verdaderas; y si es la coherencia entre las diferentes cosas que se afirman, entonces parece que ni tenemos en cuenta la realidad; incluso si pensamos que una afirmación es verdadera cuando tiene éxito al guiar nuestra acción puede ser que el éxito se deba a causas diferentes a la afirmación; y si pensamos que la verdad es algo que surge de la relación personal con el mundo, el problema es que no se puede aplicar para todos.
En este episodio del programa argentino Mentira la verdad, el filósofo Darío Sztajnszrajber nos invita a pensar sobre estas diferentes concepciones de la verdad y los problemas que surgen entorno a ellas.
¿Cuál encaja más contigo?