Leonardo da Vinci, genio del aprendizaje creativo
Charlamos con el escritor italiano Carlo Vecce sobre Vida de Leonardo que acaba de publicar con Alfaguara (688 páginas, desde 23,65 euros), para saber cómo el genio puede ser un recurso educativo.
¿Se puede invitar a clase a Leonardo para estimular el deseo de saber?
–Sí, creo que uno de los aspectos más interesantes de la obra de Leonardo es, precisamente, su actitud hacia la imaginación visual. Lo que vemos en sus obras, en sus inventos y en sus máquinas surge siempre de una imagen que Leonardo primero imagina con sus ojos, como si la viera. Luego, utiliza la palabra o el dibujo para representarla.
El análisis de este método podría ser un aspecto muy interesante para la educación, porque supone, sin duda, una enseñanza sobre la imaginación y la fantasía. Hubo un gran escritor italiano del siglo pasado, Italo Calvino, que en su obra Lecciones americanas decía que uno de los valores de la humanidad que veía en peligro de cara al futuro era, precisamente, la imaginación. La cultura contemporánea tiende a sobreponer a la capacidad individual de imaginar una cantidad inmensa de contenidos e imágenes externas. Estamos bombardeados con información visual y corremos el riesgo de perder nuestra capacidad individual de creación e imaginación.
Leonardo podría ayudarnos a recuperar esa capacidad creativa, y creo que sería una aportación muy valiosa y significativa.
La cultura contemporánea tiende a sobreponer a la capacidad individual de imaginar una cantidad inmensa de contenidos e imágenes externas. Estamos bombardeados con información visual y corremos el riesgo de perder nuestra capacidad individual de creación e imaginación
"Su conexión con Leonardo comenzó en la secundaria a través de su interés por las máquinas, y con el tiempo su enfoque se ha desplazado hacia un aspecto más artístico y espiritual. ¿Cree que este proceso puede repetirse en los jóvenes? Es decir, ¿Leonardo puede atraerles inicialmente por sus inventos y, más adelante, despertar en ellos un interés más profundo?
–Exacto, sin duda. Lo veo constantemente con los niños y jóvenes. Su primer acercamiento con Leonardo suele darse a través de sus máquinas e invenciones, como la máquina voladora o el primer automóvil. En general, les atraen estos mecanismos, con los cuales, además, pueden jugar.
Una de las características fascinantes de la obra de Leonardo es que muchas de las cosas que imaginaba tenían un carácter lúdico. Sigmund Freud decía que Leonardo, durante toda su vida, siguió siendo un niño. Si observamos su trabajo—sus obras de arte, manuscritos e inventos—, nos damos cuenta de que lo que hacía, en el fondo, era jugar. Y lo hizo durante toda su vida.
Aquí encontramos otro aspecto crucial: los grandes estudiosos y filósofos, como Einstein o Heidegger, han dicho que el juego es una de las actividades creativas más importantes del ser humano. Nace con nosotros en la infancia y nos acompaña en el desarrollo de nuestras capacidades intelectuales.
Sabemos, por los documentos biográficos, que Leonardo tuvo una infancia difícil. Fue un niño abandonado, nunca aceptado ni legitimado del todo por su padre. Jugaba solo y, para él, el juego era una forma de creación, de lenguaje, de conexión con la naturaleza. Recuperar esta función del juego como un momento de creación intelectual podría ser otra gran enseñanza de Leonardo.
El juego es una de las actividades creativas más importantes del ser humano
" ¿Cree que parte del atractivo de Leonardo reside en lo que usted ha mencionado: que fue, en cierto sentido, un niño toda su vida? ¿Se podría relacionar con el síndrome de Peter Pan? Tal vez esa sea una de las razones por las que su figura sigue resultando tan actual. El hombre moderno también parece sentirse inmaduro en muchos aspectos.
–Sí, creo que podríamos tomar el ejemplo de Leonardo y recuperar esa capacidad infantil de maravillarnos ante el mundo que nos rodea.
De lo contrario, corremos el riesgo de perder la capacidad de asombro. La cultura contemporánea, con su inmediatez y su acceso masivo a la información, nos da la ilusión de que lo sabemos todo, pero, en realidad, cada vez conocemos menos de manera directa.
Hoy en día, tenemos cientos de amigos en redes sociales, pero, en el fondo, nos sentimos profundamente solos. Creo que las enseñanzas de Leonardo pueden ayudarnos a reconquistar una humanidad más auténtica y una relación más genuina con nuestro entorno.
Leonardo fue cambiando a lo largo de su vida y no le importaba dejar sus obras inacabadas, porque para él la prioridad era la creación. ¿Cómo compatibilizar la libertad con la necesidad de que la educación tenga cierto grado de uniformidad?
–Sí, sí, Leonardo siempre estaba en movimiento. Cuando seguimos su trayectoria, vemos que viajaba constantemente, desplazándose de un sitio a otro con curiosidad y con el deseo de vivir nuevas experiencias, de conocer más del mundo.
Lo importante es entender que, a veces, las cosas quedan inacabadas. Y esto es una enseñanza fundamental en la cultura contemporánea. En nuestra sociedad actual se da demasiada importancia al resultado, al producto. El hombre contemporáneo se define como homo economicus, un ser obsesionado con la producción y la eficiencia.
Sin embargo, en el caso de Leonardo, ocurre lo contrario. Para él, lo esencial era la imaginación y el proceso de creación, más que la finalización de una obra. Por supuesto, es necesario llegar a algún tipo de resultado, pero no debemos obsesionarnos únicamente con ello.
Tendríamos que recuperar la libertad: la libertad de decidir en función de los valores de la vida. No debemos dejarnos esclavizar por el mundo y la sociedad que nos rodea. En este sentido, Leonardo es un ejemplo inspirador.
Si observamos su vida, estuvo en contacto y al servicio de grandes figuras poderosas del Renacimiento: príncipes, el Papa, e incluso el rey de Francia. Pero nunca se situó en una posición de inferioridad ante ellos. Para él, el primer valor era la libertad: defender su propia libertad ante cualquier tipo de limitación.
¿Dónde está el límite entre la libertad y el compromiso? ¿Dónde termina la virtud de proteger la propia libertad y dónde comienza uno a ser un poco un caradura?
–Sí, este era un poco el dilema en la vida de Leonardo, y quizás en ese sentido no deberíamos imitarlo demasiado. Es fundamental encontrar un equilibrio entre la imaginación, la fantasía y los compromisos que adquirimos con los demás dentro de la sociedad. Se trata de una cuestión de responsabilidad y de confianza entre los seres humanos. Leonardo era un genio y, quizás, a él se le podía permitir esta extraordinaria libertad creativa. Sin embargo, para nosotros, que somos personas comunes, es importante mantener los compromisos que tenemos con la sociedad.
¿Qué es lo más interesante que cree haber descubierto sobre Leonardo?
–Para mí, una de las cosas más importantes que descubrí después de muchos años de estudio fue la historia de su madre. De ahí proviene también la imagen de la sonrisa de Caterina. De hecho, el libro se llama La sonrisa de Caterina. Pero más allá de eso, esta figura, esta mujer, me enseñó tanto sobre la vida de Leonardo que, en ese momento, comprendí exactamente de dónde nacía su espíritu de libertad, su amor por la naturaleza y los animales. Seguramente, todo esto venía de esta belleza primigenia, de ese origen visual que luego se transformó en su fascinación por las artes y la pintura. Probablemente, sus primeros años de vida marcaron profundamente su sensibilidad artística.
Creo que este fue mi mayor descubrimiento, sí, pero sinceramente pienso que aún quedan muchos otros aspectos por aclarar o interpretar. Por eso, nunca podemos considerar una investigación como definitiva, ni un libro como algo cerrado para siempre. El estudio de Leonardo es infinito, y debemos seguir adelante, explorando nuevas posibilidades. Tal vez, en el futuro, encontremos algún nuevo documento o manuscrito que nos revele algo extraordinario sobre su pensamiento o sus inventos. Esa es mi esperanza para el futuro.
¿Cuál fue el pensamiento moral o intelectual de Leonardo da Vinci sobre la sociedad?
–Su pensamiento nunca fue fijo ni inmutable, sino que estaba en constante evolución, como las imágenes en su fantasía: eran ideas en movimiento.
Otro aspecto esencial de Leonardo es la humildad en la investigación, algo que caracteriza a cualquier gran científico. Pensemos, por ejemplo, en Einstein o en otros grandes investigadores de nuestra era. Leonardo tenía esta humildad: la capacidad de cambiar de idea si la naturaleza le respondía de manera diferente a lo que esperaba.
Esto es algo que se percibe en su pensamiento: sus ideas están en movimiento, no son dogmas, prejuicios ni verdades absolutas que quisiera imponer a los demás, del mismo modo en que él mismo no aceptaba que le impusieran verdades. Esto nos transmite una sensación de libertad, pero también de respeto por la libertad ajena. Es decir, mi libertad termina donde empieza la tuya; no debe ser una forma de prepotencia ni de dominio.
Lamentablemente, el mundo actual nos muestra demasiados ejemplos de violencia y abuso de poder sobre la libertad de los demás. Justamente, la libertad es uno de los valores humanos que considero más amenazados en la sociedad en la que vivimos hoy.
Leonardo odiaba la guerra, ante la que hoy nos sentimos impotentes. ¿Qué solución habría propuesto?
–Leonardo llamaba a la guerra con esta denominación: «la locura bestial». Y es una paradoja, porque al mismo tiempo trabajaba como ingeniero para los príncipes del Renacimiento, y entre las máquinas que inventaba había máquinas de guerra, máquinas militares e incluso algunas de destrucción masiva, como enormes cañones capaces de acabar con la vida de muchísimas personas.
Sin embargo, afortunadamente, Leonardo nunca construyó estas máquinas. Muchas de sus ideas eran simplemente imaginaciones, sueños. En realidad, él odiaba la guerra, la violencia y la prepotencia. Era una persona muy amable y abierta con los demás.
Si Leonardo viviera hoy, creo que se sentiría entusiasmado ante los grandes inventos y los avances tecnológicos. Imaginemos lo que significaría para él la posibilidad del vuelo humano, su gran sueño. Pero, al mismo tiempo, también estaría profundamente entristecido.
Leonardo era muy pesimista en lo que respecta a la humanidad, porque veía que los seres humanos seguían cayendo en los mismos errores: seguimos haciendo guerras, matándonos, imponiendo violencia. Parece que no aprendemos de la naturaleza, que no buscamos armonía ni equilibrio. Y, además, ahora la humanidad está destruyendo la madre naturaleza, poniendo en peligro la propia especie.
Leonardo, en la actualidad, estaría profundamente preocupado. No sé si nos podría dar respuestas o soluciones, porque, desgraciadamente, lo que vemos a nuestro alrededor, en algunos momentos, es desolador.
¿En qué medida Leonardo y otros personajes pueden estimular el deseo de saber a escala universal?
–Descubrir que la madre de Leonardo no era italiana aportó un valor añadido a su figura y nos hizo comprender que Leonardo era auténticamente universal, pues no pertenecía exclusivamente a un solo pueblo.
A menudo, las grandes figuras se utilizan como símbolos de las culturas nacionales. En una perspectiva nacionalista, se dice: Este gran personaje es nuestro, es el símbolo de nuestra gloria intelectual o artística. Sin embargo, creo que los grandes personajes de la humanidad no pertenecen solo a un pueblo, sino a todos. Su mensaje es universal y realmente nos interpela a todos: italianos, españoles, alemanes, rusos, chinos… Cualquier pueblo de la humanidad puede encontrar en su legado algo que le concierne.
Esta es una de las grandes características de Leonardo. No hay muchos personajes en la historia con ese alcance. Podríamos recordar a las grandes civilizaciones del pasado y a figuras como Buda o Confucio, cuyos mensajes trascienden lo local. Creo que lo mismo ocurre con Leonardo: su mensaje va más allá de un pueblo concreto o incluso de una única civilización; pertenece a toda la humanidad.
Agradecemos la entrevista a Laura Russo, responsable de comunicación editorial de Alfaguara, y la traducción simultánea a Alba Sala.
Coincidiendo (pero sin previa coordinación) con la publicación de esta obra de Vecce, desde el 10 de enero de 2025, el Museo inmersivo Nomad de Madrid (Gran Vía, 78) ofrece una exposición titulada «Leonardo da Vinci, historia de una traición», centrado en el cuadro de la Última Cena, de la que ofrecemos aquí la perspectiva inmersiva que de él se presenta en la sala principal del Museo, proporcionada por Almudena Velasco (prensa@nomadmuseo.es).
