Educación emocional: retos y oportunidades en la crianza moderna

Llucià Pou Sabaté
Teólogo
5 de mayo de 2025
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Cómo acompañar a nuestros hijos hacia la madurez afectiva en un mundo acelerado

Las familias de hoy afrontan un escenario especialmente complejo en la educación emocional de sus hijos. La estructura familiar ha cambiado: predominan los núcleos reducidos y aumenta el número de hogares monoparentales, lo que reduce el apoyo cotidiano de figuras como los abuelos o los tíos. A esto se suman unas condiciones laborales que dificultan la presencia de los progenitores, una condición indispensable para cultivar vínculos afectivos sólidos y transmitir herramientas emocionales.

Pero el problema no se reduce a una cuestión de tiempo. Vivimos en una cultura que, por múltiples razones, ha tendido a relajar las normas educativas y de convivencia, tanto en el ámbito familiar como escolar. Esto puede debilitar la capacidad de los niños y adolescentes para desarrollar autodisciplina, tolerancia a la frustración o habilidades para afrontar los desafíos de la madurez. En definitiva, se ponen en riesgo las bases sobre las que se construye un carácter fuerte y equilibrado.

El refugio digital: una puerta que no siempre conduce a casa

A todo ello se añade la exposición precoz a pantallas y entornos virtuales. Aunque las tecnologías pueden ser herramientas valiosas para el aprendizaje, también representan un refugio emocional que sustituye —pero no reemplaza— la experiencia del encuentro humano real. En estas burbujas digitales, los niños pueden evitar el conflicto, el aburrimiento o el esfuerzo, sin aprender a gestionarlos.

Este fenómeno preocupa a muchos expertos. El psicólogo Antoni Bolinches, por ejemplo, advierte del riesgo de criar una generación de “adultos Peter Pan”: jóvenes que rehúyen el compromiso, la responsabilidad o el dolor, y que acaban refugiándose en conductas evasivas o problemáticas. Esta inmadurez no es siempre culpa suya; a menudo responde a una carencia de referentes sólidos y de acompañamiento emocional consistente.

No todo está perdido: señales de esperanza

Sin embargo, este análisis no debe derivar en el catastrofismo. Aunque es cierto que el contexto actual impone obstáculos inéditos a la educación emocional, también emergen señales esperanzadoras. La juventud actual, en muchos casos, ha demostrado una gran capacidad de solidaridad y compromiso. Un ejemplo reciente fue la respuesta ciudadana ante la catástrofe provocada por la DANA en la Comunidad Valenciana. Mientras las instituciones tardaban en reaccionar, fueron numerosos los jóvenes que se organizaron para ayudar a las zonas afectadas. Esta actitud rompe el estereotipo de fragilidad y pasividad que a menudo se les atribuye.

Educar desde el amor responsable

Todo esto nos invita a repensar qué tipo de acompañamiento necesitan los niños y adolescentes hoy. La respuesta no está en la sobreprotección ni en la permisividad, sino en un amor responsable. Esto implica presencia, escucha, afecto sincero y también la firmeza necesaria para establecer límites. No se trata de imponer, sino de guiar; no de controlar, sino de ayudar a descubrir el valor del autocontrol.

Como nos recuerda la historia de Peter Pan, la madurez no consiste en renunciar al niño interior, sino en integrarlo con sabiduría en una vida adulta plena, comprometida y consciente. Es precisamente este equilibrio —entre ternura y estructura, entre libertad y responsabilidad— el que puede hacer que los jóvenes de hoy se conviertan en los adultos que el mundo necesita.

La educación emocional no es un lujo ni un accesorio: es el corazón mismo de la tarea educativa. Y aunque las condiciones hayan cambiado, la oportunidad de formar personas fuertes, sensibles y solidarias sigue siendo la gran oportunidad de cada día.

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Comentarios

  1. Pere Ramon i Nadal
    5 de mayo de 2025 18:51

    En muchas famílias españolas y catalanas, el problema actual no son los hijos, son los padres.
    Pere Ramon