Historia de la Capilla Sixtina, escenario del cónclave
Entre 1477 y 1480, Sixto IV ordenó su restauración, y desde entonces, la capilla ha sido escenario de diversos actos y ceremonias papales. Sin embargo, su fama mundial se debe principalmente a las impresionantes obras de arte que alberga. A principios del siglo XVI, el Papa Julio II encargó a Miguel Ángel la decoración de la bóveda. Entre 1508 y 1512, el genial artista florentino creó una serie de frescos que cambiarían el curso del arte occidental. Escenas del Génesis, como la Creación de Adán, son mundialmente conocidas por su belleza y profundidad.
Años más tarde, tras el Saco de Roma, Miguel Ángel regresó a la Capilla Sixtina para pintar el Juicio Final en la pared del altar, entre 1536 y 1541, por encargo de los papas Clemente VII y Pablo III. Esta obra monumental es considerada una de las cumbres del arte renacentista. Además de los frescos de Miguel Ángel, las paredes de la capilla fueron decoradas por otros grandes artistas del Renacimiento, como Botticelli, Perugino, Ghirlandaio y Rosselli, quienes realizaron ciclos de frescos sobre la vida de Moisés y de Cristo.
La Capilla Sixtina como escenario del cónclave:
Desde finales del siglo XV, la Capilla Sixtina ha adquirido un papel crucial en la elección de los papas. El primer cónclave celebrado en este recinto tuvo lugar en 1492. Sin embargo, no fue hasta 1878 que se convirtió en la sede exclusiva de cada cónclave. Cuando fallece o renuncia un Papa, los cardenales electores se reúnen en la Capilla Sixtina, aislados del mundo exterior, para elegir a su sucesor. Este proceso se lleva a cabo bajo estrictas normas y en un ambiente de oración y reflexión.
Durante el cónclave, los cardenales emiten sus votos en secreto. Tras cada votación, las papeletas se queman en una estufa instalada para tal fin. Si no se alcanza la mayoría requerida, se añade paja húmeda a la quema, produciendo humo negro, señal para los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro de que la elección aún no se ha producido. Cuando finalmente se alcanza la mayoría de dos tercios necesaria para elegir a un nuevo Papa, las papeletas se queman sin paja húmeda, generando humo blanco («fumata blanca»), que anuncia al mundo el «Habemus Papam» («Tenemos Papa»).
La elección del Papa en la Capilla Sixtina, bajo la mirada de las obras maestras de Miguel Ángel y otros grandes artistas, convierte este lugar en un escenario único donde la historia, el arte y la fe se entrelazan en un evento trascendental para la Iglesia Católica y para el mundo.
Qué es el cónclave
Un cónclave es la reunión del Colegio Cardenalicio de la Iglesia Católica, celebrada en la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico del Vaticano, con el propósito de elegir a un nuevo Papa. El término «cónclave» proviene del latín «cum clave», que significa «con llave», haciendo referencia al aislamiento de los cardenales del mundo exterior durante el proceso de elección.
Características principales de un cónclave:
- Participantes: Solo los cardenales menores de 80 años tienen derecho a voto.
- Lugar: Tradicionalmente se celebra en la Capilla Sixtina, un espacio que se cierra herméticamente durante la votación.
- Secreto: Los cardenales están obligados a mantener un secreto absoluto sobre todo lo que ocurre dentro del cónclave. Se les prohíbe comunicarse con el exterior por cualquier medio.
- Votaciones: Se realizan votaciones secretas, generalmente dos por la mañana y dos por la tarde. Para ser elegido Papa, un candidato debe obtener una mayoría de dos tercios de los votos.
- Fumata: Si no se alcanza la mayoría requerida, las papeletas se queman con una sustancia que produce humo negro («fumata nera»), indicando que la elección aún no ha concluido. Cuando finalmente se elige a un Papa, las papeletas se queman con una sustancia que produce humo blanco («fumata bianca»), anunciando al mundo el feliz acontecimiento.
- Duración: La duración de un cónclave es incierta y puede variar desde unos pocos días hasta varias semanas.
El cónclave es un proceso solemne y trascendental para la Iglesia Católica, lleno de tradición y simbolismo, en el que los cardenales buscan, a través de la oración y el discernimiento, elegir al sucesor de San Pedro.