Maestros mal pagados

La educación primaria no es solo el primer tramo del sistema educativo: es su piedra angular. En ella se asientan las competencias básicas, los hábitos de aprendizaje, las habilidades emocionales y las actitudes cívicas de millones de personas. Sin embargo, en España, el reconocimiento social y económico de quienes hacen posible esta etapa –los maestros de primaria– sigue siendo alarmantemente insuficiente. Pagar mal a quien más influye en la infancia es hipotecar el futuro emocional, mental y cultural de una sociedad.
Llucià Pou Sabaté
Teólogo
27 de mayo de 2025
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Un salario que no corresponde con la responsabilidad

Según datos de Jobted y La Razón, un maestro de primaria en la educación pública española cobra entre 2.200 y 2.700 euros brutos mensuales, incluyendo trienios y complementos por destino o antigüedad. En la educación privada y concertada, la cifra cae hasta los 1.750-2.000 euros brutos, con menor estabilidad laboral y muchas veces con más exigencias en jornada y resultados.

Descontando impuestos y cotizaciones, esto deja un salario neto medio de entre 1.500 y 2.100 euros mensuales, según situación personal y comunidad autónoma. Se trata de cifras muy alejadas del prestigio y la estabilidad que se le presupone a una profesión que maneja el desarrollo integral de los ciudadanos del mañana.

Una vocación bajo presión

En las últimas décadas, las condiciones laborales del profesorado de primaria se han deteriorado progresivamente:

  • Los docentes españoles imparten un 20% más de horas de clase que la media de la UE en esta etapa educativa.
  • Las ratios en el aula siguen siendo altas: muchas aulas superan los 25 alumnos, dificultando la atención personalizada.
  • La temporalidad es aún elevada: hasta un 34% del profesorado en centros con alumnado vulnerable tiene menos de tres años de experiencia.
  • La motivación profesional ha descendido dramáticamente: en 2007, el 60% de los docentes mantenía su vocación con entusiasmo. En 2023, apenas lo hacía el 24% (Cadena SER, 2025).

El daño colateral: la salud mental y emocional de toda una generación

Numerosos estudios psicológicos y pedagógicos coinciden en que la calidad del vínculo con los docentes en los primeros años de escolaridad es un predictor clave del desarrollo emocional y del éxito vital. El maestro de primaria no solo enseña a leer y a multiplicar: enseña a convivir, a frustrarse sin hundirse, a resolver conflictos sin violencia, a descubrir la belleza de aprender.

¿Puede cumplir esta misión alguien que se siente maltratado por el sistema? ¿Cómo pedimos compromiso, paciencia y creatividad a quienes no reciben un sueldo digno, ni una consideración institucional proporcional a su impacto social?

La paradoja de la posverdad: exigimos educación sin educadores reconocidos

Vivimos una era de posverdad, donde los referentes morales, científicos y sociales están en crisis. En este contexto, el maestro de primaria es uno de los pocos adultos que puede transmitir con autoridad y ternura una visión del bien común, del respeto, del esfuerzo compartido. Pero su papel solo será real si se ve respaldado por condiciones materiales dignas.

Pedir excelencia sin invertir es cinismo. Y pedir respeto por la educación sin valorar a los educadores es hipocresía.

Una llamada a la Administración y a la sociedad civil

Invertir en educación significa empezar por quienes hacen posible la educación: los docentes. Pero no basta con convocar oposiciones o reducir la burocracia. Hace falta una revisión profunda de los salarios, los horarios, los recursos y el reconocimiento social del magisterio.

La política educativa debe dejar de ser un campo de batalla partidista para convertirse en un proyecto de Estado a largo plazo. Y eso empieza por garantizar que el maestro de primaria sea tratado como lo que realmente es: el artesano del alma colectiva.

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