Tierras raras

Mónica Stilman
Licenciada en Educación y escritora de literatura infantil
6 de mayo de 2025
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“La intolerancia llegará a tal nivel, que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles” (Fiodor Dostoyeevski)

 La referencia no es a las tierras ricas en elementos químicos sino al mundo devastado que se nos ha hecho extraño, tierras raras en las que se  fractura la democracia,  en donde los valores instrumentales como el individualismo y la ambición de poder desplazan a los valores principales basados en el bien común. Tierras raras en las que no hay suficientes recursos para invertir en Educación, Investigación y Sanidad, pero lo hay para armamento. Tierras raras por la castración de pensamiento convertido en el buque insignia de una orgullosa ignorancia, cuando conocemos las consecuencias de la incapacidad de pensar por uno mismo.

Todo esto conduce al desasosiego, especialmente entre los jóvenes en medio de una sociedad cada día más deshumanizada. Cada época tuvo sus buenos desconciertos, ahora le ha tocado a la nuestra y la prioridad es reconquistar lo ganado con mucho esfuerzo en cada una de las parcelas de las tierras secuestradas, especialmente en el plano de la Educación, en derechos y valores.

Resulta impostergable elaborar una ingeniería educativa” entendida como el ingenio para producir y engendrar un nuevo ideario. La realidad está siendo otra cosa que no encaja precisamente con el paradigma educativo, los profes lo saben junto al descrédito de su autoridad y el de las instituciones.

El marco escolar cuenta con objetivos de competencias primordiales, una combinación de conocimientos, habilidades y actitudes que marcan la dirección de la enseñanza básica en nuestros días. Se insiste sobre la importancia de aprender a ser resilientes y asertivos, la pregunta es cómo enseñarlo cuando se trata de hábitos de vida.

Lo urgente es recuperar la herramienta idónea que apunte al meollo de la cuestión valorando el sentido de lo que está en juego y la respuesta está en el instrumento regenerador del vínculo en comunidad, el de La Palabra, escrita con mayúscula. Recuperarla desde la formación del profesorado hasta los equipos docentes a partir de la escuela infantil en adelante, el respeto por la palabra que abre cauces para hablar sobre preocupaciones compartidas. La palabra pensada que da que pensar, la que modela, descubre, la que inventa e inspira, rescatándola del discurso de odio que ha pasado de las redes a las aulas. La Educación necesita del pensamiento saliendo de la zona de confort de la banalidad, alejándose del rebaño para crear comunidad.

Es el maltrato a la Democracia la que lo exige ante constantes arengas con el fin de separar y humillar, una vil pretensión de libertad de expresión. La palabra debe enseñar a que prevalezca la dignidad, es aprender a hablar y no a ser hablados, a pensar para no ser pensados, donde se debe practicar una ética coherente, aprendiendo que la falta de coincidencia entre el decir y el hacer resulta inmoral.

A esto se le debe llamar Educación, dentro y fuera de las aulas.

Para que intentarlo si nada cambiará” son las palabras de un joven de instituto desilusionado ante el panorama, una mezcla de resignación, falta de confianza y coraje, lo que debería ser el punto de partida para comenzar a hablar en el grupo. Lo mismo ocurre con muchos profes desgastados en la tarea por planes de estudio cambiantes de acuerdo al gobierno de turno, dificultades con niños inmigrantes de otras culturas e idiomas, falta de padres involucrados o los que los desautorizan en esta sociedad del guirigay. ¿Porque no apostar por la palabra para que algo cambie? La utopía es definida como algo que parece de muy difícil realización, parece difícil pero no imposible, como lo han demostrado las generaciones anteriores en peores circunstancias. Para ello la escuela debe convertirse en espacio de opinión, aprender a argumentar de forma alta y clara, poniendo voz y rostro, cuando se descubre que se tiene lo que decir y se quiere decir porque hay quien quiere escuchar. Trabajar en la resolución de conflictos sin tapujos en el grupo, el bullying no nace en las aulas, reproduce conductas sociales, discursos políticos, acoso laboral, resurgimiento de la violencia machista, la palabra miserable de insulto de las redes. El lenguaje es tan solo un síntoma de esta realidad. Es indispensable fijar las reglas para obtener el mejor resultado en cada encuentro creando hábito, las opiniones no pueden ser emocionales, debe haber reflexión, eso sí, con un resultado emocionante, un proceso que requiere de tiempo y paciencia.

Salir del anonimato de las redes, la indiferencia o el pasotismo, aprendiendo a expresarse correctamente, abiertos a la réplica, un ida y vuelta de ideas fundantes para sí y para el grupo. Sin escucha no hay conversación, la de los educadores ante todo ya sean padres o profes, detectando al silencioso que teme hablar o al vociferante que teme escuchar, como acompañar sin anticiparnos, a veces el saber ocupa mucho lugar y el predicado desoye al sujeto

La cultura provee de una palabra diversa, siendo la literatura una aliada inmejorable para abrir el mundo infinito de la imaginación en el que la creatividad modifica situaciones, donde la poesía habla de lo que no se puede explicar, cuando el rap puede ponerle ritmo a su pensamiento y el teatro en el que dar palabra a sus personajes, versiones que forman parte del origen de la Filosofía, con las mismas preocupaciones, siendo su legado el de enunciar el interrogante.

La palabra debe ser rescatada para la Democracia que nos concierne, enseñando lo inaceptable del grito y la descalificación en personajes públicos, no hay verdad ni justicia que se demuestre a golpe de insultos, la prepotencia es siempre un abuso de poder mal intencionado y lo estamos viviendo todos los días. Lo cívico es que los jóvenes aprendan a tomar partido sin  partidismos. El diálogo inspira al desmenuzar la idea con tranquilidad y rigor llegando a consensuarla. Pongamos el foco en una  Educación democrática para la vida, ayudándoles a descubrir la mejor versión ciudadana de sí mismos. La escuela debe ser un vivero de respeto en el que recuperar un vínculo ante todo en su propia comunidad escolar, convivencia democrática como hábito de vida. Valores como dignidad y solidaridad se adquieren por ósmosis, por contagio directo de actitudes de profes y padres, lo que requiere del trabajo conjunto, no se aprenden con manual.

Una nueva generación de pioneros en contra del discurso fácil del populismo, de los bulos, del incivismo, venciendo el temor a la discusión que ayuda a contrastar y enriquecer cuando es respetuosa, no se trata de tener razón sino de razonar en beneficio del grupo, de iluminar las zonas oscuras de las que no se habla por miedo o vergüenza.

Reforzar la Democracia exige elaborar fórmulas como la creación de asambleas en clase, un valioso instrumento en el que la  participación es un fin en sí mismo, iniciarse en resolver conflictos entre todos y todas, establecer y respetar reglas consensuadas con las autoridades del colegio, aprendiendo la difícil tarea de aprender a negociar. Profes gestionando el temor de quienes no se expresan por vergüenza o pereza ante los empollones. No se trata de ser competitivos sino de adquirir competencias para querer involucrarse. Transmitir convicción requiere ante todo de la nuestra, sabiendo lo que está en juego. No es tarea fácil pero imprescindible, debe ser muy trabajada ante todo en el plantel de profes, sobre todo de grupos conflictivos, difícil pero no imposible.

La distopía ya está entre nosotros, muestra de ello fue el gran apagón de España. La población quedó desorientada con la mirada arrancada de las pantallas, con trenes de alta velocidad parados en ninguna parte, volviendo a la radio de pilas. Y me pregunto de que se habló en la cena con los hijos a la luz de las velas, si apareció la voz del usuario sentenciando al culpable o la de los padres escuchando la incertidumbre propia y la de los hijos. Me pregunto de qué se habló al día siguiente en el colegio, como se pudo canalizar lo vivido por niños y jóvenes, si se pudo rescatar la gran solidaridad vivida y la contrapartida del insulto orquestado, la extrañeza sobre todo en la mayor parte de la población, si los mismos profes pudieron relatar su propia experiencia, contando con lo imprevisible, porque de eso trata la vulnerabilidad.

La teoría no garantiza la práctica, es nuestra palabra la que da las claves para interpretarla e interpelarnos, con traducción simultánea a la propia escuela y al barrio en la que se encuentra, cada centro educativo encontrará su propia modalidad para ejercitarla con su gente y su entorno de acuerdo a su singularidad y convicción.

Debemos ser conscientes de que elegir un modelo de Educación es elegir el modelo de ciudadanía y la vida que queremos, aprender de  los errores cometidos sabiendo que los habrá  en el futuro, pero este nuevo orden de factores puede alterar el producto.

Como dijo el filósofo no hay camino fácil de la Tierra a las estrellas, de eso tratan las utopías. La incertidumbre produce vértigo y hay quien se queda con el  más vale malo conocido que bueno por conocer, cobijándose a la sombra de una falsa seguridad.

De allí la importancia de la Educación al recuperar las tierras, porque puede que no podamos cambiar el mundo, como decía Paulo Freire, pero si a las personas que deben cambiarlo.

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Comentarios

  1. Adela
    6 de mayo de 2025 10:01

    Muy interesantes las reflexiones que plantea la señora Stilman. Lamentablemente en nuestro día a día no se oyen estas ideas, porque siempre hacen más ruido los que menos razón tienen; pero vale la pena leerla y pensar entre todos.
    Gracias.