Ana Cobos: “Los protocolos de suicidio a veces se abren para cubrirse las espaldas”

Presidenta de COPOE y orientadora en un instituto de un barrio desfavorecido de Málaga, Ana Cobos alerta sobre los excesos burocráticos en la atención a la salud mental del alumnado. En esta Charleta educativa reivindica el papel de los orientadores, denuncia las desigualdades educativas entre comunidades y apuesta por una educación centrada en lo humano, no en lo tecnológico.
José Mª de MoyaMartes, 17 de junio de 2025
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José María de Moya conversa con Ana Cobos en el estudio de MAGISTERIO.

En fechas previas al verano, Ana Cobos lanza una recomendación clara a las familias: escuchar a sus hijos. “Hay que preguntarles qué quieren hacer”, dice, incluso si la respuesta es “nada”. Reivindica el derecho al descanso y al ocio sin programar, y defiende que compartir tiempo de calidad en casa —una película, una sobremesa, una lectura— puede ser más valioso que cualquier taller organizado.

En esta nueva entrega de La charleta educativa, la presidenta de COPOE subraya la importancia de la autoridad bien entendida. Para ella no se trata de imponer, sino de guiar: “Autoridad no es autoritarismo, sino una figura reconocida que toma decisiones por tu bien”.

El problema no son los adolescentes, sino los adultescentes

Cobos denuncia la moda de etiquetar cada conducta infantil como un trastorno. “Cada vez que un niño presenta alguna conducta, rápidamente se le busca una etiqueta”, observa. Muchos adolescentes llegan a su despacho autodiagnosticados: “Creo que soy TDAH”, “creo que tengo ansiedad”, “creo que soy bipolar”.

Con dureza, reconoce que muchas veces los protocolos de salud mental se activan “para cubrirse las espaldas”. Aunque el trabajo profesional se hace, lamenta que la burocracia sobrepasa al sentido común: “Hay más papeles que recursos”. Y recuerda que ningún orientador ignora una alerta: “No puedes mirar a otro lado cuando un alumno te habla de suicidio”.

Ratio inasumible y brechas autonómicas

Una de las principales reivindicaciones de COPOE es cumplir con la ratio de 250 alumnos por orientador, tal como recomienda la UNESCO. Pero la realidad dista mucho de ese ideal. “Hay centros con un orientador para más de 1.100 estudiantes”, denuncia Cobos. Esa desproporción impide detectar a tiempo problemas como la dislexia o las altas capacidades, lo que puede tener consecuencias graves: “Muchos talentos se pierden por no detectar a tiempo”.

Destaca las buenas prácticas de comunidades como Galicia, Navarra o Castilla-La Mancha, que han reforzado la orientación en Primaria. Madrid, Andalucía o Extremadura, en cambio, presentan ratios altas y recortan el tiempo de orientación obligando a impartir docencia. “Cuando doy clase, no oriento”, resume.

“Gran parte de los problemas de salud mental vienen por las pantallas”

Cobos considera que las pantallas están en el origen de buena parte de los problemas actuales: “Hay muchos niños que contemplan el mundo solo a través de una pantalla”. Celebra que la prohibición de móviles en los centros haya tenido efectos positivos: “Ha mejorado la convivencia”.

Sin embargo, no cree que se pueda educar ignorando la realidad digital. Apuesta por un uso equilibrado y guiado por criterio pedagógico, y advierte contra la entrada de psicólogos clínicos en los centros. “El ámbito clínico para lo clínico y el educativo para lo educativo”, señala, advirtiendo del riesgo de estigmatización si un alumno es llamado a una sesión de terapia delante de toda su clase.

Educación para la igualdad, no para la comodidad

Sobre el modelo de jornada, Cobos se muestra crítica con la continua: “No se implantó por razones pedagógicas, sino laborales y de conciliación”. Advierte de las brechas que esto genera: “Las familias con más recursos apuntan a sus hijos a inglés, música o deporte; las otras, no”. Esta diferencia marcará el futuro académico y profesional del alumnado, y amplificará las desigualdades de origen.

A nivel estructural, propone unificar la educación obligatoria hasta los 16 años en centros integrados. Asegura que ese modelo permitiría acompañar mejor al alumnado hasta su elección de futuro. Y concluye con una reflexión rotunda: “Nos dimos cuenta durante la pandemia de que no se puede educar sin presencia humana, sin cercanía, sin acompañamiento”.

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