Cómo aprovechar la ‘dieta mediática’ de los adolescentes para trabajar el pensamiento crítico

Enseñar a comprender los contenidos digitales no es una tarea opcional, sino una responsabilidad educativa urgente.
Viernes, 28 de noviembre de 2025
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PeopleImages.com/Shutterstock

Pedro Adalid Ruíz, Universidad CEU San Pablo

Para los niños y adolescentes de hoy la frontera entre el aprendizaje formal y el consumo de medios se ha diluido: plataformas como TikTok, YouTube e Instagram no son meros pasatiempos, sino espacios primordiales de socialización, construcción de identidad y acceso a información.

Esta “dieta mediática juvenil”, compuesta por vídeos virales, memes, trends y noticias fragmentadas, es la principal matriz cultural de las nuevas generaciones. ¿Cómo debe afrontarla la escuela? Ignorar o rechazar estos contenidos, por considerarlos distracciones, genera una brecha entre la escuela y la vida de los estudiantes. Además, deja a los jóvenes desarmados frente a los desafíos de la desinformación, los estereotipos y la manipulación emocional que proliferan en entornos sin filtros editoriales.

La alfabetización digital no es enseñar a usar herramientas tecnológicas, sino formar sujetos capaces de comprender, cuestionar y transformar los discursos que consumen y producen. Así, organismos internacionales como la UNESCO la definen como “alfabetización mediática e informacional” y la consideran imprescindible para el desarrollo personal.

Traer los contenidos a la escuela

Proyectos impulsados por instituciones como Fad Juventud promueven actividades educativas gamificadas para fomentar el pensamiento crítico entre adolescentes. Un ejemplo destacado es el proyecto ERASER, una aventura interactiva diseñada para centros de Educación Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional.

En este entorno lúdico, los estudiantes asumen el rol de “detectives digitales”, enfrentándose a casos reales de desinformación. A través de vídeos, publicaciones en redes sociales y audios virales, aplican técnicas de verificación de hechos, identifican bulos y deepfakes y analizan estrategias de manipulación digital.

Deconstruir un vídeo viral

Al utilizar, por ejemplo, un vídeo viral de TikTok en el aula, el docente puede desgranar conceptos complejos y esenciales para el pensamiento crítico como:

  • La autoría y credibilidad: ¿Quién está detrás de este mensaje? ¿cuál es su intención (informar, persuadir, vender)? ¿existen credenciales que respalden la información?

  • El lenguaje audiovisual: ¿Qué recursos de edición, música o encuadres se utilizan para manipular o influir en la emoción del espectador?

  • Los sesgos y algoritmos: ¿Por qué la plataforma me muestra este contenido específico? ¿cómo la lógica algorítmica moldea nuestra “burbuja informativa” y sesga nuestra visión del mundo?

Esta aproximación transforma el consumo pasivo en un ejercicio de reflexión profunda, trasladando el foco de la alfabetización técnica (saber usar el dispositivo) a la comprensión crítica (saber interpretar y cuestionar el contenido), demostrando que esta no es una propuesta teórica, sino una práctica factible.

Enfoques desde distintas asignaturas

En este sentido, un docente de Lengua puede trabajar con vídeos de influencers para analizar discursos persuasivos, mientras que un profesor de Ciencias Sociales puede explorar cómo se construyen identidades o se representan conflictos en memes y clips virales, vinculando el contenido digital con los temas curriculares.

Al dar a los estudiantes el papel de productores o analistas de contenido, se desarrolla una mayor conciencia sobre su rol en el ecosistema digital.

Currículum y familia

Para que esta transformación prospere se requiere una alianza entre escuela y familia. Los docentes necesitan formación específica en competencias digitales críticas que vaya más allá del manejo de software, y les ayuden a comprender los lenguajes, dinámicas y riesgos inherentes a los entornos digitales. También es necesario incorporar en el currículum el análisis de contenidos digitales en las planificaciones, promoviendo debates sobre temas éticos y sociales presentes en redes y utilizando rúbricas de pensamiento crítico.

Por su parte, las familias pueden pasar de la censura o la indiferencia a la mediación activa. La conversación y la confianza familiar son pilares para el desarrollo de la autonomía digital. Preguntas como “¿Qué has aprendido hoy en TikTok?” o “¿Por qué crees que este influencer te dice eso?” abren un diálogo crucial.

De la pasividad a la participación

Enseñar a comprender los contenidos digitales no es una tarea opcional, sino una responsabilidad educativa urgente. La pedagogía del siglo XXI debe integrar los lenguajes, hábitos y dinámicas digitales que forman parte del entorno del niño y adolescente, transformándolos en herramientas educativas dentro del aula del futuro.

La clave reside en transformar el consumo en análisis, la reproducción en creación, y la pasividad en participación consciente. Así será posible formar generaciones con la brújula intelectual necesaria para navegar el vasto mundo digital con autonomía, criterio y compromiso cívico.The Conversation

Pedro Adalid Ruíz, Profesor Universitario de Políticas de Calidad Educativa y Planes de Mejora, Universidad CEU San Pablo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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