Tomar las riendas o perder el control: la carrera por integrar la IA en educación
El alumnado también envía señales claras. El 47% de los niños españoles exige asignaturas de IA, y un 63% de los estudiantes europeos desearía que sus profesores supieran más sobre inteligencia artificial. © ADOBE STOCK
La conversación sobre la inteligencia artificial en la educación suele plantearse como un dilema futuro, casi hipotético. Sin embargo, la tecnología avanza día a día y deja poco margen para que ciudadanos y gobiernos se adapten a la nueva realidad. De la misma forma, la IA ya está en las aulas, aunque no lo esté de forma oficial. Los alumnos la utilizan para estudiar (o directamente para plagiar), los docentes para preparar materiales (cuando saben cómo usarla) y las familias viven en la misma incertidumbre que el resto de ciudadanos, sin saber hasta qué punto afectará al futuro de sus hijos. Lo sorprendente es que, a pesar de esta penetración silenciosa pero vertiginosa, los sistemas educativos europeos están en fase de planificación, no de acción. Mientras la burocracia decide, alumnado y profesorado ya conviven con esta nueva tecnología sin apenas un sistema de prevención de riesgos.
El último Informe sobre el Futuro de la Educación de GoStudent mostraba que en España, el 78% de los estudiantes utiliza alguna herramienta de IA, pero solo el 28% tiene acceso formal a ella en el aula. Es una paradoja difícil de justificar: el trabajo académico gira en torno a unas herramientas a las que el alumnado no puede acceder en el aula. Visto de otra manera, es como permitir que los jóvenes conduzcan un coche en carretera porque “total, ya saben arrancarlo en casa”. Probablemente el resultado sea nefasto. Lo mismo ocurre con los docentes: el 78 % no había recibido formación en IA en abril de 2025, pese a que el 72% considera urgente formar a los estudiantes en ciberseguridad e inteligencia artificial. La demanda interna existe, el reconocimiento del riesgo también, pero las herramientas de formación llegan a cuentagotas. Aun así, la gran mayoría de padres (72%, según datos de GoStudent) ponen la responsabilidad de enseñar acerca de IA en los colegios, lo cual refleja la gran brecha de aprendizaje que está produciendo en este campo.
Esta desconexión no es exclusiva de España. El Índice Europeo de IA educativa presenta un estudio comparativo de cómo distintos gobiernos de Europa y Reino Unido planifican integrar la IA en sus sistemas educativos. El resultado del informe pone en evidencia la asimetría de los planes institucionales. Algunos países priorizan el avance tecnológico, bajo la premisa de que modernizar la educación dará lugar a un país más desarrollado. Este es el caso de Italia y Reino Unido, segundo y último respectivamente en el ranking elaborado por la empresa de Edtech. En ambos países el foco está en capacitar a los profesores a través del desarrollo de nuevas herramientas que optimicen su trabajo diario. Por otro lado, gobiernos como el español o el francés dan más peso a la alfabetización del alumnado, con el objetivo de tener una población educada en los riesgos éticos de la IA. Los distintos planteamientos dejan entrever las futuras brechas pedagógicas a las que nos enfrentaremos los europeos el día de mañana.
El 68% de los padres ve un gran potencial en la IA para mejorar el aprendizaje y la seguridad online de sus hijos. Sin embargo, esa confianza convive con un temor creciente: el 69% teme que sus hijos dependan demasiado de ella y el 48% piensa que sus hijos se quedarán atrás si no tienen acceso a IA educativa
En este debate entran también las familias, cada vez más conscientes de que la IA no es un accesorio, sino una competencia esencial. El 68% de los padres ve un gran potencial en la IA para mejorar el aprendizaje y la seguridad online de sus hijos. Sin embargo, esa confianza convive con un temor creciente: el 69% teme que sus hijos dependan demasiado de ella y el 48% piensa que sus hijos se quedarán atrás si no tienen acceso a IA educativa. Es decir, los padres han comprado los potenciales beneficios de la IA, pero no pueden evitar preguntarse cómo afectarán también los potenciales riesgos. Por eso consideran las habilidades personales como las más importantes en el escenario actual, además de: conocer los riesgos de la IA y cómo prevenirlos (44%), seguido de usarla para investigar (40%), pensamiento crítico (31%) y ética (26%).
Estudios como el Tu cerebro con ChatGPT (MIT, 2025) alertan de que la IA puede convertirse en muleta cognitiva en una etapa en la que los estudiantes aún desarrollan habilidades fundamentales como el razonamiento abstracto o la capacidad de concentración. No es un argumento para vetarla, pero si nos hace reflexionar sobre las consecuencias de su uso sin supervisión. La IA puede potenciar el aprendizaje, pero también puede atrofiar la reflexión si se usa como atajo permanente. Y aquí surge la paradoja: según datos de GoStudent, el 85% de los centros educativos planea ampliar el uso de IA antes de 2030, mientras que el 56% de los docentes demandan formación en IA sin recibirla. Es decir, introducir tecnologías nuevas sin siquiera formar al profesorado a usarlas.
El alumnado también envía señales claras. El 47% de los niños españoles exige asignaturas de IA, y un 63% de los estudiantes europeos desearía que sus profesores supieran más sobre inteligencia artificial. Esto refleja una intuición generacional: la IA no es un añadido; es un lenguaje del presente, un nuevo ámbito de alfabetización. Así como aprendemos a leer y escribir para interpretar el mundo, hoy debemos aprender a dialogar con algoritmos que toman decisiones sobre nuestra vida cotidiana. La educación no puede limitarse a enseñar a “usar” la IA; debe enseñar a entenderla, a cuestionarla, a saber cuándo apoyarse en ella y cuándo apartarla. Es ahí donde los países que lideran la educación del futuro marcarán grandes diferencias.
Todo esto nos lleva a una reflexión central: la integración de la IA en la educación no puede ser una carrera tecnológica, sino un ejercicio de diseño humano. La tecnología debe adaptarse a la pedagogía, no al revés. Y para que eso ocurra, necesitamos reforzar las bases: pensamiento crítico, ética, creatividad, autonomía intelectual. En definitiva, aquellas habilidades que ningún algoritmo puede sustituir. Si la IA va a convertirse en copiloto del aprendizaje, debemos asegurarnos de que los profesores y los estudiantes sigan siendo quienes llevan las riendas.
Felix Ohswald, CEO de GoStudent
