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Colaboración público-privada

José Mª de Moya
Director de Magisterio
15 de diciembre de 2020
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Se ha suscitado en Twitter una suculenta controversia acerca de una información que publicamos sobre un informe sangrante del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantl que revelaba que los estudiantes con menos recursos repiten 5,5 veces más que quienes cuentan con una mejor situación económica; también es mayor el abandono de las aulas entre los niños que viven en hogares vulnerables: hasta 7,5 veces superior.

Los datos no sorprenden tanto porque sean nuevos como porque nos duelen, porque espolean nuestra conciencia y porque estamos lejos de alcanzar esa igualdad de oportunidades que nos prometen las políticas liberales y meritocráticas. Hay que estar alerta contra el meritocratismo o esa exacerbación de la meritocracia que nos lleva a pensar que con esfuerzo se puede casi todo y que poco importan las circunstancias. Uno es liberal pero no tonto.

En medio de la trifulca me hizo pensar el tuit de @PascualGil1: “Claro que hay segregación por cuestiones económicas. Pero si somos materialistas, hay que serlo para todo. Yo no contribuiría con tuits como estos a menospreciar el valor del esfuerzo para los hijos de la clase trabajadora, porque entonces solo ayudas a cronificar el problema”. Este es el dilema. Si con informaciones como esta pongo el acento en la injusticia del sistema, estimulo el conformismo de quienes tienen menos oportunidades y, en efecto, cronifico el problema. Pero si no denunciamos la injusticia y nos limitamos al discurso meritocrático del tienen lo que se merecen, ¿no lo cronificamos también?

Los datos no sorprenden tanto porque sean nuevos como porque nos duelen, porque espolean nuestra conciencia y porque estamos lejos de alcanzar esa igualdad de oportunidades que nos prometen las políticas liberales y meritocráticas

Sea como sea, esta realidad apela a la necesidad de distribuir los fondos europeos que ya están llegando de forma quirúrgica donde realmente se necesitan. Necesidades hay y es responsabilidad de las administraciones identificarlas e instrumentar los mecanismos para que los recursos lleguen a los beneficiarios. Es lamentable, con la que está cayendo, la incapacidad de algunas administraciones para ejecutar fondos millonarios que tienen que ser devueltos y que tanto bien podrían hacer. O cuando se buscan procedimientos, tan cómodos como ineficientes, para gastar sin mucho papeleo y sin rendición de cuentas. Pondría docenas de ejemplos pero no lo voy a hacer.

Opino que desde el sector público deberían confiar más en la capacidad del sector privado para poner en marcha o impulsar programas con resultados acreditados. La iniciativa social, por la cuenta que le trae, bien sabe hacer rendir los recursos disponibles y sacar duros a peseta.

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