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Raquel Pastor: “Que niños de tercero o cuarto de Primaria accedan a pornografía es algo terrible”

Raquel ha trabajado 23 años en MacMillan Education. En los últimos siete ha sido la encargada de implantar el programa KiVa en los centros a nivel nacional.
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El programa KiVa busca detener el acoso escolar a través de la concienciación y participación activa de los alumnos.

El acoso escolar es una realidad con la que el sistema educativo batalla día a día. Sin embargo, con la irrupción de la digitalización y el avance de las tecnologías, se ha agudizado esta realidad. Con el fin de mitigar sus efectos, Christina Salmivalli –junto con su equipo– creó, en la Universidad de Turku, el programa KiVa. Este se fundamenta en la prevención del acoso escolar a través de la comprensión por parte de los alumnos de la gravedad de esas conductas, siendo ellos quienes las regulan cuando aparecen dentro de su entorno. Conversamos con Raquel Pastor, la encargada dentro de MacMillan Education de incorporar este programa a nivel nacional.

PREGUNTA ¿Cómo llegaste a conocer el programa KiVa y qué hizo que te interesaras en él?

–Llevo 23 años en MacMillan Education y el conocimiento de KiVa viene porque MacMillan, hace algunos años, quería dar algún apoyo extra en el sistema educativo. Indagamos qué servicios podían ser útiles y nos percatamos de la preocupación que existía por el acoso escolar.

Al detectar este interés y buscar qué soluciones podíamos implementar, vimos que el programa KiVa tenía la mayor evidencia científica. Iniciamos las negociaciones con ellos y conseguimos hacernos partners para implementarlo en España.

¿Cómo es la integración del Programa KiVa en el ecosistema de un colegio?

–Cuando un colegio decide ser KiVa se le hace una presentación de todos los ámbitos. Estos son la prevención, la intervención –que, en nuestro caso, es no punitivo y se une al que cada Comunidad Autónoma tiene oficialmente– y luego, la parte de seguimiento. Ahí se crea la cultura KiVa dentro del centro.

¿Qué formación recibe una persona para trabajar en el Programa KiVa?

–Se debe hacer una formación intensiva durante una semana en la Universidad de Turku con Christina Salmivalli y su equipo, en la que ellos imparten a los formadores las ideas que luego nosotros retransmitimos a los colegios que quieren ser KiVa.

 ¿Qué cambios ha habido dentro del ambiente educativo durante los siete años que lleva en marcha?

–A nivel externo existe una mayor concienciación de la problemática del acoso. Cuando empezamos con KiVa ya existía esa demanda, pero en estos últimos años ha ido acompañada de cambios legislativos como lo son la LOMLOE y la LOPIVI.

A nivel interno, hemos visto que los centros que han iniciado el programa y que lo implementan bien han reducido tanto el índice de acoso como el de victimización. Esto permite que exista un mayor bienestar dentro del colegio.

¿Cómo se mide el rendimiento del programa en un centro?

–Lo analizamos a través de cuestionarios que hacemos en noviembre relacionados al entorno de violencia que perciben en su centro. Estos son respondidos de forma autónoma y confidencial. Luego, a finales de curso, repetimos el cuestionario con el fin de medir la evolución.

Entonces si se compara una encuesta de un año con la del año siguiente se pueden identificar patrones y atacar esa problemática…

 –Claro, esa es información a la que no podríamos acceder si no fuese por los cuestionarios. El acoso escolar es un fenómeno que siempre se produce y en el que existen diferentes roles. Sin embargo, es muy difícil de detectar porque existe una ley del silencio en la que nadie cuenta a nadie absolutamente nada.

El acoso es un fenómeno inherente a las conductas de grupo. Sin embargo, es muy difícil de detectar porque existe una ley del silencio en la que nadie cuenta a nadie absolutamente nada

Entonces, hay que entender el fenómeno del acoso escolar, por qué se produce y cómo identificarlo; y, por otro lado, hay que tener una sensibilización y una serie de pautas. Trabajar la gestión emocional, la comunicación asertiva y desarrollar la empatía, porque en todos los casos en los que se produce acoso hay niveles más bajos en las personas que están acosando. Aquellos a los que llamamos “acosadores” o “acosadoras” –aunque nosotros preferimos quitar esas etiquetas.

Me resulta llamativo que destaques que hay que quitar las etiquetas. Entonces, ¿se puede entender que una persona acosada puede llegar a convertirse en un acosador?

–Si, es posible. Entonces, si bien es cierto que es bueno tener esos roles sobre el papel, la práctica demuestra que son mucho más difíciles de diferenciar. De hecho, hay veces en las que los profesores o profesoras nos dicen que algo está pasando, pero no terminan bien de entender qué es.

Un niño o una niña puede ser acosador o acosadora en un escenario y en otro ser víctima. Esos roles pueden variar en distintos escenarios

Me imagino que muchas veces debe de ser difícil que un acosador admita que lo que está haciendo no está bien y cambie su conducta…

–Claro. Por ello desde KiVa intentamos influir en las normas del grupo, para que sean ellos quienes frenen las conductas de acoso. Fomentamos el buen trato entre compañeros y el desarrollo de empatía, porque la figura de quien está generando el acoso –indiferentemente de si es una situación personal en la que no saben canalizar la ira, o si son niños o niñas a los que no se le ponen límites– suele generarse por la búsqueda de estatus y poder dentro del grupo. Hay estudios que demuestran que esto es así. Los malotes suelen ser los más famosos en el colegio, los que son los más guays y demás.

La figura de quien está generando el acoso, indiferentemente de si es una situación personal en la que no saben canalizar la ira, o si son niños o niñas a los que no se le ponen límites, suele generarse por buscar estatus y poder dentro del grupo

¿Cómo consigues que un único alumno se sienta cómodo poniéndose del lado del acosado, aunque sea la única persona que piense así?

–Eso lo conseguimos tanto con las lecciones como con el entorno en el colegio. El acoso escolar tiene tres grandes características: que el maltrato es deliberado, que es repetido y que siempre hay un abuso de poder que evita que las víctimas salgan de ahí. Entonces, esto debe ser internalizado por los niños y niñas, así como también que reconozcan lo que es una víctima y un acosador, quiénes son los que aprueban en silencio sin decir nada y quiénes son los que sonríen y jalean al acosador, dándole soporte. Cuando internalizan eso y cuando –mediante la empatía– entienden que alguien está sufriendo y que como grupo no se puede tolerar eso, se consigue esta respuesta.

¿Y qué debe hacer el resto de personas que pertenecen al entorno educativo?

–Todas las partes deben estar muy alineadas. A los docentes, además de gestionar el estatus de sus alumnos, se les pide que consigan sacar esta iniciativa en sus alumnos; que los pongan en el centro y que sean ellos mismos los que propongan como pueden mejorar estos temas.  Las familias deben estar en constante comunicación con sus hijos, y, una parte en la que me gustaría hacer énfasis, es en la importancia del personal no docente.

Es sumamente importante que sepan qué es KiVa, cuál es la filosofía y que los mensajes que llegan a los niños siempre vayan en línea con lo que propone el programa. Que siempre se escuche a un niño, que se esté observando el comedor y el gimnasio, que son las zonas donde no hay una vigilancia exhaustiva y, por ende, donde suelen presentarse los principales casos de acoso. Con lo cual, el personal no docente tiene que saber a quién decirle qué es lo que está sucediendo.

¿Hay algún tipo de acoso que sea más reincidente?

–Los dos más comunes suelen ser la humillación pública y los insultos o uso de motes. Es cierto que el ciberacoso ha subido mucho, pero todavía no es el predominante porque, como he comentado antes, cuando hay un caso de ciberacoso comúnmente suele tener por detrás otros tipos de acoso.

¿Hay algún curso en el que existan más casos de acoso?

–Si bien es cierto que existe la idea de que es en la Secundaria donde aparecen la mayor cantidad de casos, algo que estamos detectando es que, actualmente, se encuentra en Primaria y cada vez en cursos más bajos.

¿A qué se debe esto?

–Se debe, más que nada, al temprano acceso a los dispositivos móviles, que da pie al ciberacoso. Para tratar estos temas hay que aprender a fomentar una cultura de respeto. Sin embargo, hay que entender que si alguien sufre de ciberacoso probablemente esté sufriendo también de otro tipo de acoso. Antes existía la tranquilidad de que, una vez salías del centro, ya no estabas expuesto a bullying y estabas a salvo. Ahora no, las víctimas sufren de acoso las 24 horas del día los siete días de la semana. Además, la persona que realiza el acoso está detrás de una máscara de que no se les va a identificar.

Antes existía la tranquilidad de que, una vez salías del centro, ya no estabas expuesto a bullying. Ahora no, las víctimas sufren de acoso las 24 horas del día los siete días de la semana

Justamente uno de los mayores temores de los padres en relación con la digitalización era el ciberacoso. ¿Qué consejos les darías?

–Lo principal es estar muy encima de ello. Muchas veces los hijos, además del perfil que conocen los padres, tienen otras cuentas en redes sociales. Entonces, hay que conversar con ellos y hacerles entender que hay riesgos y que puede que no haya vuelta atrás. Hay que estar informándose y formar en función de la prevención. Conseguir que ellos entiendan lo que es un entorno seguro, que no compartan sus contraseñas, que si ocurre algo raro que sepan que tienen que capturar las pantallas, que no pueden etiquetar a nadie sin su consentimiento, que –con la aparición del sexting– no deben compartir fotografías ni vídeos sensibles, que no deben tolerar ningún tipo de conducta y que las personas que están del otro lado de la pantalla no siempre son quienes dicen ser. También es importante que comprendan lo que es la netiqueta.

Con la irrupción de la Inteligencia Artificial se han detonado una serie de nuevos problemas que se evidencian, por ejemplo, en el caso de las menores de Almendralejo ¿Qué medidas se pueden tomar para evitar que esto vuelva a suceder?

–La educación es lo único que lo puede frenar. Tienen que saber que eso tiene un riesgo y que hay determinadas cosas que son denunciables y que pueden llegar a ser llevadas a la Fiscalía de Menores; además de tener consecuencias terribles, tanto para ellos como para las personas que las sufren.

¿Qué crees que está fomentando este tipo de conductas en adolescentes? 

–¿Sabes qué es algo que está influyendo mucho? El fácil acceso que tienen –y cada vez más temprano– a la pornografía. Que niños de tercero o cuarto de Primaria accedan a porno es algo terrible. Acceden a una gran cantidad de información –que puede resultar impactante incluso a adultos– que no saben manejar y que está teniendo graves repercusiones, porque ellos no han tenido esa educación sexual todavía.  Entonces los que están viendo a través de la pornografía son contenidos que son irreales y con patrones que no son los que tienen que estar. Eso desemboca en los casos que están apareciendo día a día de que compañeros de clase violan a una niña y es porque están aprendiendo de unos modelos que no pueden comprender.

Cambiando de tema, el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental presentó un informe relacionado con la tasa de suicidio en adolescentes en el que se remarca que esta es la principal causa de muerte en jóvenes ¿Dónde hemos fallado como sociedad para llegar a este punto?                                               

–Dentro de MacMillan hemos percibido que hay que trabajar la salud emocional a través de la inteligencia emocional. La mayoría de los suicidios ocultan un caso de acoso escolar en el que hay una sistematicidad que evita que se sepa cuánto tiempo lleva esa persona sufriendo de acoso. Eso les merma la autoestima hasta el punto de sentirse culpables de su situación y no ver salida. Entonces, al no ver salida por estar en esa realidad día a día, la única solución que ven es el suicidio, incluso aunque lo que busquen sea dejar de sufrir y no morir.

Cuando un niño o una niña sufre de acoso escolar existe una parte de sistematicidad que evita que se sepa cuánto tiempo lleva esa persona sufriendo de acoso. Eso lleva a una merma en la autoestima de ese chico o chica hasta el punto de sentirse culpables de su situación y no ver salida

¿Hay alguna figura en el centro que pueda ayudar a las personas que se encuentran afectadas?

Si, la figura del defensor. Es fundamental, porque, con que haya una persona que dice que le apoya o que no le haga caso, puede ayudar mucho al que lo está padeciendo. Esto porque, tanto en casos de humillación pública como de ciberacoso –donde eres constantemente el hazmerreír– se provoca una situación que no se puede gestionar.

Por otra parte, es importante crear un entorno seguro en las familias, en el que ellos comprendan que no está mal pedir ayuda. De esta manera, las víctimas comprenderán que ellos no tienen la culpa de estar viviendo eso.

¿Cómo sería una proyección a futuro del proyecto KiVa en España?

–Cada vez vamos teniendo más demanda de centros que quieren incorporar nuestro programa; pero no solo centros, también hay ayuntamientos que nos están solicitando y que, además, subvencionan el programa para los centros. Fundaciones que están centradas en la salud mental, así como también sectores con cierta exclusión social nos están solicitando para que se puedan implementar en esos centros. Nosotros, desde MacMillan, tenemos una Responsabilidad Social Corporativa por la que tratamos de llegar a cualquier sector. Entonces, el futuro de KiVa es muy amplio. Queremos volcarnos en la formación para que todos entiendan el fenómeno del acoso y como lo podemos trabajar todos los agentes de la comunidad educativa.

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