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Una escuela para todos ofrece a todo el mundo la posibilidad de ser el mejor

La Casa Encendida de Madrid ha acogido un año más el Festival Urban TV sobre ecología urbana.

Estrella MartínezMartes, 19 de noviembre de 2013
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Uno de los invitados de esta edición ha sido el psicopedagogo y dibujante italiano Francesco Tonucci, creador del concepto ciudad de los niños.
Tonucci comenzó su participación en el festival con un encuentro con un reducido número de profesores y otros profesionales de la Educación con los que debatió sobre los principios fundamentales de sus teorías educativas. La ciudad de los niños toma a los niños como parámetro y como garantía de las necesidades de todos los ciudadanos, sin embargo, una profesora de instituto preguntó a Tonucci por qué no crear también ciudades de los jóvenes, a lo que respondió que “elegimos a los niños porque son una categoría capaz de representar a las demás, porque representan la otra manera de ver el mundo. El diálogo entre niños y adultos es un ejercicio de democracia que nos afecta a todos”. La ciudad de los niños no son sólo niños, “significa cambiar el punto de vista, asumir el de los más pequeños y el de los más débiles”.
En la línea de apertura a la diversidad de Tonucci, dos profesores criticaron el concepto de excelencia, que consideran segregador. Si no, “los buenos van a perder el tiempo”, comentó uno de los profesores que le dijo un compañero de profesión. Tonucci respondió que “en una escuela para todos cada alumno puede ser excelente en algo distinto”. El psicopedagogo recordó que, el Artículo 13 de la Convención sobre Derechos del Niño reconoce “el derecho que tienen los niños a alegir los lenguajes que les sean más apropiados”, orales, impresos, artísticos, etc. Tonucci recuerda que una escuela “que pide a todos ser literatos o científicos hace que los que no lo sean fracasen, que sean los tontos, los burros”. Pero la realidad a día de hoy es que “seguimos teniendo una escuela para pocos y proponer para todos lo que está diseñado para pocos produce desastres”.
A pesar de la actitud crítica que tiene Tonucci, sí reconoció que la política ha dado un paso que todavía no ha dado la escuela. “La política abrió la Educación a todos, pero la escuela no”, reivindicó. Esa apertura se producirá cuando la escuela para todos sea real y “ofrezca a todos la posibilidad de ser mejor. Y esto implica ser feliz y encontrar trabajo, porque para los mejores hay trabajo y si todos son los mejores, habrá trabajo para ellos”. Esta afirmación despertó un debate sobre la relación de la escuela con el mercado laboral. Para Tonu-cci “la escuela no se puede mover por el mercado” porque éste tiene sus propios intereses y ritmos que no coinciden con la formación de una persona. Lo que ahora es fundamental para encontrar trabajo, puede que no lo sea dentro de 20 años, cuando una persona haya acabado su formación.

Tchoupitoulas, el coloquio
Tras el encuentro con los profesionales de la Educación, el festival proyectó el documental Tchoupitoulas, sobre tres hermanos –un niño y dos adolescentes– que, tras perder el ferry que los lleva a su casa, pasan la noche en las calles de Nueva Orleans. Después de la proyección, Tonucci protagonizó un coloquio con el público. “¡Qué suerte han tenido estos tres niños de perderse!”, comenzó el psicopedagogo. “A través de las aventuras de los protagonistas reflexioné sobre cómo viven los niños ahora”, continuó. Una de las principales preocupaciones del italiano es la autonomía de los niños. Una autonomía perdida que Tonucci relaciona con el miedo de los adultos. En Italia los niños tienen una autonomía “no superior al 7%”, mientras que “en los países del Norte es casi del 100%, y esto es muy difícil de entender”. Tonucci citó datos relacionados con crímenes –los delitos han bajado en Italia– y las cifras no ofrecen luz, por lo que su única conclusión es que en Italia, con respecto a los países del Norte, “tenemos más miedo”.
Los niños perdidos en Nueva Orleans viven una experiencia “que nuestros niños no pueden vivir. En Italia no sólo no es posible, sino que está prohibido, los padres van a la cárcel si pasa algo así”. Más allá de que la aventura que viven los protagonistas de esta historia sea un poco exagerada, como reconoció el propio psicopedagogo, lo que sí tiene claro es que “si los niños no salen de casa, no pueden jugar y jugar es la cosa más importante de la vida”.
Juego y autonomía se dan la mano. “Yo no quiero que mi nieta corra riesgos, pero el riesgo es necesario, así que su salvación es que yo no esté presente, que no lo vea, porque si nosotros los adultos estamos, impedimos el riesgo. que es un elemento fundamental del de-sarrollo. El niño tiene que enfrentarse a obstáculos, a lo desconocido y ver qué soluciones encuentra”. El niño necesita “enfrentarse al peligro para aprender, desarrollar estrategias, pero nuestros niños no tienen esa posibilidad, por lo que se ven obligados a retrasar mucho este aprendizaje”. Tonucci insistió al público presente en la charla que los padres se empeñan en pensar que sus hijos corren riesgos graves, pero ningún niño es “aspirante a suicida” y si no les dejas hacer “tonterías”, correr aventuras, cuando pueden, “todo eso explota en la adolescencia”. En cierta manera, los padres se han convertido en “sindicalistas de los niños y los pequeños se dan cuenta. Esto es un error educativo, falsea muchísimo” porque en vez de un niño enfrentándose solo a un conflicto, nos encontramos con padres que “denuncian a maestros, a las familias de los niños con los que se pelean sus hijos… y esto es terrible”.
Volviendo a la importancia del juego, Tchoupitoulas muestra cómo “el niño pequeño de la película lo ve todo posible porque puede inventarlo. El juego nos lo permite todo, porque lo que no puede ser real, nos lo inventamos”. La película acaba, precisamente, con este niño pequeño afirmando que después de la experiencia ya se han hecho grandes. “Nosotros estamos impidiendo a nuestros niños que se hagan grandes”, defendió Tonucci. Los niños necesitan “moverse solos para ir a la escuela y luego conseguirán una autonomía que les permitirá jugar con lo amigos”.
Con la autonomía y el juego como protagonistas, Tonucci aprovechó para dejar claro que “autonomía no es igual a abandono, la autonomía es fruto del amor, te quiero tanto que te dejo”, explicó. Hay que entender que “los adultos andan para llegar, es un traslado, sin embargo, para los niños andar implica un recorrido”. En este punto Tonucci recordó a una niña argentina que le dijo: “Si me llevan de la mano siempre, el día que me la sueltenme va a dar miedo”.

De Francesco Tonucci a Frato
La Asociación Pedagógica Francesco Tonucci relata así la historia de Frato: “En 1968 Francesco dejó que de sus manos de artista, de su esencia de genio y de su corazón de niño naciera Frato”.
La misión de Frato es mirar al mundo a través de los ojos de un niño y darles voz. Una voz de denuncia de los errores que los adultos cometemos y que afectan directamente a los niños.
Los dibujos de Frato denunciando la falta de juego infantil, el sistema educativo y mucho más llevan años dando la vuelta al mundo.
Esta asociación lo tiene claro, “entre la extensa bibliografía del psicopedagogo podemos sonreír, identificarnos, indignarnos y querer cambiar el mundo, podemos dejar escapar más de una lágrima o apretar los puños mientras el corazón acelera su marcha”.

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