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No hay excusas para atentar contra los derechos de los niños

La explotación sexual infantil, una práctica que –en palabras de María Jesús Conde, asesora regional de Protección a la Infancia de Unicef para América Latina y Caribe– “condena de por vida a seres humanos que están en crecimiento”, genera 12.000 millones de dólares al año.
Miércoles, 13 de octubre de 2004
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Autor: Zaida PÉREZ DE ARANDA

“Si no hay clientes, no hay explotación sexual”, asegura desde Unicef María Jesús Conde. Así, sensibilizar a aquellas personas que viajan desde España a destinos turísticos conocidos por la facilidad que ofrecen para mantener relaciones sexuales con menores de edad, es el objetivo que se ha marcado Unicef a través de su Campaña contra la Explotación Sexual Comercial Infantil en los Viajes. Bajo el lema No hay excusas. No a la explotación sexual infantil, el Comité Español de esta ONG, junto con el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y la Secretaría General de Turismo, emprende una acción de sensibilización pública mediante materiales como folletos, carteles, pegatinas y un vídeo.

La campaña incluye, además, otras acciones de sensibilización y formación más específicas, dirigidas tanto al sector turístico como a los medios de comunicación y otros profesionales. Asimismo, se está recabando el apoyo necesario de la industria del turismo española, aliada imprescindible para que las acciones de protección de los niños tengan una mayor eficacia.

Debe quedar claro que “cualquier persona que tenga relaciones remuneradas con un niño menor de 18 años está cometiendo un delito grave”, explica María Jesús, y “es un delito aunque el niño consienta”. De hecho, en muchos países, entre ellos España, está perseguido y supone penas de prisión aunque la explotación sexual del niño se produzca en otro país. En cambio, desde la sociedad “hay que despenalizar a los menores, que son las víctimas”.

A pesar de que es difícil conseguir estadísticas precisas dado el carácter clandestino de esta actividad, se calcula que más de dos millones de niños son víctimas de la industria multimillonaria de la explotación sexual. Es principalmente la demanda local, y no la extranjera, la que propicia la explotación sexual de la infancia: la explotación sexual infantil en el turismo es sólo una parte del problema.

Sin embargo, este tipo de explotación incide tanto en los países destinatarios como en los de origen de los turistas. Las causas profundas de la explotación sexual de la infancia tienen que ver con la pobreza y la disparidad económica; no en vano, la mayoría de los agresores sexuales que buscan menores provienen de los países ricos (Europa Occidental, Estados Unidos, Japón o Australia) y se dirigen hacia países menos desarrollados (regiones del sur y sureste asiático, Caribe, Centroamérica y países del este de Europa).

Según Zigor Aldama, viajero y periodista que ha publicado recientemente el libro Asia, burdel del mundo, “la pederastia es un problema más occidental que asiático. Son muchos más los occidentales que van a acostarse con niños de entre ocho y 12 años”. No obstante, tampoco hay que olvidar la franja de edad comprendida entre los 12 y los 18 años: “nos conmueven los niños explotados, pero cuando hablamos de adolescentes nadie se conmueve. Del abusador de adolescentes no se habla, mientras el abusador de niños está perfectamente identificado”, asegura la asesora de Protección a la Infancia de Unicef para América Latina. Pero ya sean de pequeños o adolescentes, los abusadores turistas se amparan en “excusas” para ejercer de explotadores sexuales. Y es que con el anonimato tienen una sensación de impunidad respecto a los reproches sociales, morales y culturales que sufrirían en su país. 

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