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Profesora en California, una experiencia escolar de 10 años

¿Quién no ha soñado alguna vez con dejarlo todo y marcharse a un lugar donde se es anónimo y enfrentar nuevos retos?

Martes, 29 de mayo de 2012
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Yo lo hice. Con sólo 23 años, y de eso hace ya 11, metí mi vida en dos maletas y me encaminé a la experiencia de ser profesora de Primaria en San José, California. La alegría de haber sido seleccionada después de exámenes, entrevistas y el conocido papeleo que conlleva cualquier traslado, se mezclaba con la ilusión de ir tan cerca de San Francisco y conocer gente nueva, así como con la tristeza de dejar a familia y amigos atrás. Convencida de que tras un año en EEUU volvería a reunirme con mi familia en Madrid, pasé no uno, sino los mejores nueve años de mi vida, siempre sabiendo que España me estaría esperando para cuando quisiera regresar.
Si bien es cierto que al principio me veía agobiada por la falta de experiencias similares, sonrío al ver que lo dejé atrás y que salí adelante. De San José hice mi segundo hogar, el lugar que vio nacer a mi hija, que fue escenario de mi boda y que me ha curtido como profesora, aportándome un sinfín de experiencias que hoy en día puedo poner en práctica en el entorno en el que me encuentro: un centro bilingüe de Primaria.
Una de las aportaciones más importantes que mi estancia en California me ha propiciado en el ámbito laboral, lejos de ser el perfeccionamiento del idioma, ha sido la preparación para enfrentarme con cierto éxito a la diversidad que cada vez es mayor en las aulas de España. Allí, el grueso de mis estudiantes era de origen latino, concretamente de Méjico. Asimismo había un gran número de estudiantes filipinos, vietnamitas y algunos afroamericanos –los menos–. Mi propio proceso de aculturación me hace hoy ver en primera persona las situaciones por las que pueden pasar las familias recién llegadas a España.
Otra aportación importante ha sido el darme cuenta de qué es lo que hago ahora en España y con qué fin. Como ya he mencionado antes, trabajo en un colegio bilingüe y esta denominación, a mi parecer, puede llevar a confusión. Mientras que en California el 90% de mis estudiantes aprendía inglés no como lengua extranjera sino como segundo idioma, aquí la situación es la contraria. Puede parecer que la distinción sea nimia, pero no lo es. Al contrario, ahora que trabajo en España, veo que la distancia que media entre los niños y el aprendizaje de un idioma en un país donde dicha lengua reina a su alrededor es mínima. Allí los niños estaban expuestos al inglés por todas partes. En cambio aquí es un reto mayor conseguir “hacer” niños bilingües, ya que su exposición a la lengua es mínima y en la mayoría de ocasiones se reduce a las horas que la estudian en el aula. Así que, a menos que se vayan a vivir a un país de habla inglesa, aquí no podemos reproducir la necesidad de comunicarse en dicho idioma, lo cual es clave para aprender cualquier lengua. La motivación que nace de la necesidad no se puede falsear ni recrear en el escenario de clase.
En tercer lugar, he de resaltar que la formación profesional que se lleva a cabo en EEUU y el día a día en el aula nos dan a los profesores visitantes unas armas muy útiles para hacer de la enseñanza del inglés algo dinámico y estructurado. Igual que aquí, allí teníamos niños en las aulas que a su llegada no hablaban inglés. Usábamos el español de manera puntual y todas estas estrategias aprendidas para poder plantar la semilla del bilingüismo en ellos. Aquí estoy empezando a revivir aquellas experiencias.

PPVV: crece la persona y el docente
El programa de PPVV en California lleva ya funcionando más de 20 años. Es una iniciativa del Ministerio de Educación en conjunción con los distintos distritos escolares estadounidenses que cada año vienen a España buscando candidatos –licenciados o maestros– para trabajar en escuelas de Primaria y Secundaria. Gracias a este programa yo pude ir a San José, donde alcancé una madurez profesional enfrentándome al reto de mi vida: trabajar en un sistema educativo tan distinto al español, donde había estudiado.
Echando la vista atrás sopeso lo vivido y concluyo que no hay nada que quisiera cambiar de aquella estancia. Fue en su momento una experiencia apasionante, de esas que te cambian y se recuerdan toda la vida, y que, por tanto, merece la pena ser vivida, a pesar de los sinsabores que a veces podamos sentir en medio de la adaptación. Creo que todos los que participamos en este programa, sea por el tiempo que sea, no nos arrepentimos de ello en ningún caso, y no puedo por menos que animar a quien aún no lo esté a unirse a este grupo de profesores, siendo conscientes de que las diferencias a las que nos enfrentamos en los primeros momentos acaban por convertirse en seña personal de superación y en un muy bonito recuerdo que no todo el mundo tiene la suerte de disfrutar.

Susana Fernández
CEIP “El Enebral” de Collado Villalba (Madrid)

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