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Un colegio que lleva la nieve al aula gracias a una fácil receta didáctica

Se acercaba la Navidad y, como de costumbre, esta se empezaba a trabajar en las aulas: muñecos y copos de nieve, paisajes nevados y arbolitos.
Miércoles, 26 de noviembre de 2014
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A los adultos todo eso nos puede parecer normal, pero a niños que llevan sólo cinco años en este planeta es normal que les parezca algo lejano. Además, hay que tener en cuenta que viven en la ciudad de Barcelona, la cual no es conocida por sus grandes nevadas.
Uno de estos niños de 3º de Infantil solía ir a esquiar con sus padres. Un día en la asamblea nos contó que por primera vez había esquiado solo y que luego había jugado en la nieve con sus papás. Al decir eso escuché un “qué suerte, yo nunca he visto la nieve” y un “¡qué morrudo!”. Aprovechando estas intervenciones, pregunté a mis alumnos cuántos de ellos habían visto la nieve alguna vez. Al ver que solo levantaron la mano cinco o seis niños decidí que si la nieve no venía a Barcelona, debíamos pensar la manera de crearla.
Me puse manos a la obra. Todos sabemos que existe la nieve artificial, así que si había alguna manera de hacerla de forma tan segura y sencilla como para llevarla a cabo en la clase, sabía dónde encontraría la respuesta: Pinterest, una red social que todos los maestros deberían conocer. Tuve suerte, encontré una solución fácil y económica para hacer nieve en el aula. Lo mejor de esta receta es que sólo necesita dos ingredientes muy comunes y baratos: espuma de afeitar y bicarbonato. Es importante ensayar con las proporciones antes de llevarlo al aula, ya que son variables.
Cuando les dijimos a los niños que íbamos a hacer nieve en clase no lo podían creer. Hubiera pagado lo que hiciera falta por llevarme una foto de sus caras de emoción. Se lo anunciamos el viernes anterior al experimento y, por lo visto, fue el tema del fin de semana en todas las casas.
La siguiente semana ahí estábamos todos, con los niños más expectantes que nunca. Les explicamos qué ingredientes íbamos a utilizar, se los enseñamos y los manipulamos. En cada mesa pusimos en el centro una bandeja tamaño DINA4 y le dimos a cada grupo un bote de bicarbonato que, por turnos, debían ir vaciando en la bandeja –intentamos que ellos gestionasen los turnos y la participación, no los dirigimos nosotras salvo que hubiera algún conflicto–. Al acabar llegó el momento de ensuciarse las manos. Les poníamos espuma en la bandeja y ellos debían ir mezclándolo con el bicarbonato poco a poco. Nosotras nos encargábamos de supervisar si faltaba más espuma o bicarbonato e íbamos añadiendo de uno o de otro hasta adquirir la textura deseada.
Cuando tuvimos la nieve lista fue el momento de jugar. Cada niño cogía parte de la nieve y podían tocarla, hacer bolas e incluso hacer muñecos de nieve en las bandejas. Lo más increíble de toda la receta es que la mezcla es fría al tacto, por lo que los pequeños realmente sentían que estaban jugando con nieve de verdad. Lo pasamos genial.
La cosa no acabó ahí, en el link que consultamos nos contaban que la nieve que habíamos hecho, al añadirle vinagre –por la reacción con el bicarbonato– se convertía en espuma, así que al día siguiente les enseñamos una botella de vinagre a los niños y les preguntamos qué pensaban que pasaría si se lo añadíamos a la nieve. Después de varias hipótesis todos coincidieron en que olería mal. Para demostrarles qué ocurriría, nos pusimos en círculo alrededor de la nieve y le echamos un chorrito de vinagre. “¡Oh, magia!”, decían algunos. Con algo más de vinagre conseguimos que toda la nieve se convirtiera en espuma, y con cara de pocos amigos todos la tocaron y luego corrieron a lavarse las manos con gesto de “qué asco más divertido”.
Tal fue el éxito de nuestro experimento, que mandamos una nota en la agenda de la receta para que los niños pudieran hacerlo en casa con sus padres. Y así acabó nuestra experiencia con la nieve, que cumplió todas nuestras expectativas. Por si alguno de vosotros os animáis a probarlo ahora que vuelve el invierno, podéis encontrar la receta en la web Growing a jeweled rose.
Espero que si lo lleváis a cabo sea igual de gratificante para vosotros como para mí.

Carlota Hernández
Colegio “Real Monasterio de Santa Isabel” de Barcelona

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