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Solo el 15% de los menores en desamparo vive con una familia

“El acogimiento familiar es una medida de protección por la que el menor en situación de riesgo de desamparo, que no puede o no debe vivir con su familia biológica, pasa a integrarse con una familia de acogida”, explica desde su web la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (Aseaf).
RedacciónMartes, 20 de octubre de 2015
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El acogimiento familiar “supone la plena participación del menor en la vida de la familia, y son obligaciones de quien lo recibe el velar por el menor, tenerlo en su compañía, alimentarlo, educarlo y preocuparle una formación integral”. Estar con una familia proporciona un ámbito seguro, estable, afectivo, además de la posibilidad de ofrecer una atención individualizada y personalizada, lo que repercute positivamente en su desarrollo personal y social. De ahí que Aseaf califique como “preferente” el acogimento familiar de los menores en riesgo de desamparo.

La Asociación de Acogedores de Menores de la Comunidad de Madrid (Adamcam) comparte con Aseaf su defensa del acogimiento como la mejor opción para el menor. Por este motivo se acaban de aunar para denunciar que solo el 15% de los menores en situación de de-samparo en España son acogidos por familias. De un total de 22.000 menores, el 10% vive en hogares o pisos tutelados, el 75% en centros residenciales –la opción menos recomendable– y solo el 15% restante son acogidos en otro núcleo familiar.

Las dos organizaciones han obtenido los datos del Estudio sobre la situación del menor en centros asistenciales y de internamiento realizado por el Defensor del Pueblo. Ambas organizaciones denuncian que tanto en la legislación vigente sobre el menor como en las bases teóricas y metodológicas de los Servicios Sociales especializados, “el internamiento es la última opción que debe adoptarse en caso de menores en situación de riesgo psicosocial, a favor de otras medidas como el acogimiento familiar”.

La vicepresidenta de Adamcam, María Arauz, recuerda que, tal y como demuestran los estudios de expertos en psicología evolutiva, “esto se debe a que con esta medida –el internamiento– el menor solo ve cubiertas sus necesidades materiales, “pero no las socioafectivas necesarias para su correcto desarrollo emocional, ya que en un entorno familiar, el menor tiene un mayor contacto con la sociedad en su conjunto, una mayor participación en la toma de decisiones de un núcleo familiar y vive en un entorno psicosocial más cálido que le facilita un mayor número de contactos espontáneos en las relaciones familiares, amistosas, vecinales, etc.”.

En una familia, además, las ventajas para el menor van desde la organización de las rutinas diarias propias de su edad, más flexible en un entorno familiar que en un centro residencial, hasta un mayor desarrollo de sus habilidades sociales. Los niños que crecen en centros residenciales son, por el contrario, más propensos al fracaso, tanto en la escuela, como en las relaciones personales y presentan, además, un riesgo un poco más elevado de sufrir patologías como la hiperactividad y déficit de atención que el resto de los niños, defienden las dos organizaciones.

“A esta circunstancia hay que añadirle que los niños susceptibles de ser acogidos son menores que carecen de un ambiente familiar adecuado, con carencias afectivas, de-sorientados, que a menudo han sufrido situaciones traumáticas y, con frecuencia, que no han entendido por qué han tenido que separarse de los suyos. Son niños que necesitan sentirse escuchados y queridos como hijos, aunque solo sea durante unos meses o unos años”, explica Arauz. Por otra parte, denuncia que cuando los menores institucionalizados cumplen 18 años salen de los centros sin ningún tipo de ayuda económica, “por lo que en muchos casos se convierten en personas solas y sin recursos”. Sin embargo, en los casos de menores acogidos en familias, dos de cada tres continúan viviendo con ellas por mutuo acuerdo una vez que alcanzan la mayoría de edad.

“Por estos y otros motivos”, continúa María Arauz, la reforma del Sistema de Protección a la Infancia y Adolescencia que se aprobó el pasado julio sitúa el acogimineto como protagonista absoluto del sistema de protección. “Ahora una vez aprobada la legislación, toca aplicarla, ya que vivir con una familia” repercutirá “positivamente en el desarrollo personal y social del menor”, concluye la vicepresidenta de Adamcam.

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