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Deberes escolares y sentido del deber

José Mª de Moya
Director de Magisterio
24 de mayo de 2016
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Maite Vallet, psicopedagoga y fundadora del Colegio “Montessori” (Madrid), desarmaba hace unos días en Padres y Colegios la idea de que los padres, debido a sus largos horarios, no pasan el tiempo suficiente con sus hijos. Al contrario, explicaba, “les dedican mucho más tiempo del que deberían. Siempre digo que hay que dedicarles tiempo de calidad. ¿Qué haces jugando con tu hijo toda la tarde o haciendo con él los deberes?”.

No sé si será para tanto y probablemente habrá que buscar un punto intermedio entre el proteccionismo y la sobreprotección y creo que abunda más lo segundo que lo primero. Por eso, y lo digo del tirón antes de que me piten tarjeta, me gustaría alertar del problemón que se nos viene encima a los padres y madres con la amenaza de reducción de deberes. Dicho está. Ya sé eso de que los deberes no se inventaron para ocupar el tiempo de los menores, como tampoco las escuelas infantiles son aparcamientos de bebés. Ya lo sé, pero también sé que los deberes escolares son una formidable escuela de virtudes y que si desaparecen perderemos todos: alumnos-hijos, padres y profesores.

No puedo ahora desarrollar la larga lista de valores humanos que se pueden construir con los deberes: capacidad de esfuerzo, paciencia, resiliencia o resistencia a la frustración, perseverancia, obediencia, etc. Contrario al punto de vista de un reciente artículo pienso que, además de por su contribución al proceso enseñanza-aprendizaje, los deberes son convenientes por lo que suponen de desarrollo del sentido del deber. Más allá de su conveniencia o no como refuerzo de lo aprendido (aquí mis amigos de la flipped classroom tendrían mucho que opinar), creo que ayuda y mucho a que nuestros alumnos sepan asumir obligaciones, aceptar responsabilidades, soportar y seguir indicaciones –incluso aquellas que no entienden ni comparten– por parte de quien es autoridad para ellos. Saber que tienen derechos pero también deberes.

En pro de una visión verdaderamente holística de la Educación conviene advertir a quienes desarrollan nuevas metodologías de aprendizaje que se trata de formar personas y no de configurar ordenadores.

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