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La hora de los emprendedores sociales

José Mª de Moya
Director de Magisterio
22 de noviembre de 2016
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Los amigos de Ashoka (Premio Magisterio, 2015) están de doble presentación. Por un lado, el próximo 1 de diciembre presentan a los nuevos (creo que son cuatro) emprendedores sociales de nuestro país. Esta organización sin ánimo de lucro se dedica a recorrer el planeta identificando esas iniciativas de calado social que pretenden mejorar las cosas, así de simple. Desde que arrancaron han localizado a 3.300 pequeños revolucionarios, 32 de los cuales se encuentran entre nosotros.

Además, en estas mismas fechas se presenta Efecto dominó (Urano), la edición española del libro Rippling que explica, a través de cinco sencillos principios, cómo poner en marcha un modelo de emprendimiento social con éxito e incluso con el potencial de lograr cambios positivos en las políticas relacionadas con sus sectores. Dicen que “el 71% de los emprendedores sociales que forman parte de la red de Ashoka han conseguido influir en leyes nacionales, permitiendo así beneficiar a los colectivos a los que ofrecen una solución”.

Me gusta la música de fondo de todo esto porque creo más en los modestos cambios que se promueven desde modestas iniciativas impulsadas por modestos emprendedores que en esas grandiosas transformaciones sistémicas envueltas en grandilocuentes propuestas a iniciativa de sesudos think tanks. Es saludable que las transformaciones sociales se produzcan de abajo a arriba para que no desconecten de la realidad y caigan en manos de propósitos ideológicos inconfesables. Los cambios sociales propuestos de arriba a abajo desde las altas instancias corren ese riesgo.

Sabemos por experiencia que los enfoques mesiánicos e iluminados suelen quedar en poca cosa tras la resaca. Claro que otro mundo es posible, pero tenemos la obligación de apreciar y mejorar este. Visitando colegios y charlando con profesores noto que –junto a nobles deseos– hay una suerte de escapismo hacia ese paraíso perdido de la Educación del futuro, de la Educación 2.0, 3.0, 4.0, etc. en los anhelos de buena parte de los docentes. Ya no podemos esperar mucho de la Educación del siglo XXI porque nos lo vamos comiendo a bocados y todo sigue parecido.

En suma, prefiero al emprendedor social que al activista, que suele esperar que otro le arregle los problemas. Prefiero al promotor de una idea que al que se duerme soñando un mundo mejor. Prefiero la acción a la queja.

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