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El mito del concepto “tiempo de calidad”

José Mª de Moya
Director de Magisterio
6 de febrero de 2018
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Somos humanos y necesitamos disculpas para sobrevivir en estos tiempos cargados de paradojas. Necesitamos edulcorar nuestras contradicciones con razones que no convencen a nadie o simplemente con eufemismos. Hay muchos: relación abierta, posverdad, maternidad subrogada, etc. Todos tienen en común dos cosas: que se trata de términos bonitos y que han sido escogidos para esconder algo que podría haberse dicho de un modo más directo, pero también más feo.

En esta línea hay un concepto que ha triunfado en la jerga educativa de esta última década: los niños necesitan de sus padres “tiempo de calidad”. Un espléndido reportaje publicado en el último número de Padres y Colegios desmonta pieza a pieza este nuevo artilugio pedagógico que hemos comprado interesadamente.

Los defensores del “tiempo de calidad” sostienen que lo verdaderamente importante es dedicar a los hijos algún tiempo –aunque sea poco– en exclusiva. Algunos se mojan y dicen que este tiempo no tiene por qué exceder una hora diaria. Se trata de un enfoque ciertamente mercantilista de la Educación que se convierte en una tarea más de las que tenemos que realizar a lo largo de la jornada, con eficiencia y con la dedicación de los recursos adecuados, ni más ni menos. Planning del día: tiempo necesario para redactar el informe (30 minutos), tiempo reunión Claustro (90 minutos), tiempo Educación mi hija Sara (45 minutos), etc. Se trata de esa visión tan masculina de compartimentarlo todo, visión que probablemente muchas madres han tenido que asumir muy a su pesar.

Este enfoque posmoderno está siendo cuestionado. Para Lucía Trabajo (Planeando ser padres), “creo que mis hijos valoran más la cantidad de tiempo juntos que la ‘mala’ calidad de entretenernos haciendo la cena o acercándome las pinzas del tendedero. Quieren contacto humano, cercanía, cariño, una madre a la que recurrir ante cualquiera de sus dramas infantiles”. Por otra parte, tampoco conviene obsesionarse con la cantidad de tiempo como si esa fuera la solución. Según una investigación publicada por Journal of Marriage and Family, el incremento de tiempo bruto dedicado a los hijos tampoco se traduce en su crecimiento emocional ni en su comportamiento. Entonces, ¿qué? Tal vez, la respuesta está en nosotros, no en el tiempo.

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