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La fórmula McKinsey: innovar sobre una base sólida

José Mª de Moya
Director de Magisterio
24 de abril de 2018
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McKinsey ha puesto eviden­ cia empírica a lo que empieza a ser un clamor. El reciente estudio de la prestigiosa consultora americana, basado en datos PISA 2015, concluye que el “punto óptimo” del aprendizaje es un cóctel compuesto por algo de metodologías innovadoras y mucho de didáctica tradicional. Como explica Rodrigo Santodomingo en el análisis que publicamos en la página 8, se trata de combinar las explicaciones del profesor en la mayoría o casi todas las lecciones con las llamadas metodologías activas en momentos puntuales. En concreto, la consultora se pone seria y advierte que un exceso de aprendizaje basado en preguntas e indagaciones (inquiry-based) puede ser contraproducente sin una base sólida de conocimientos adquiridos mediante las explicaciones del profesor (teacher-directed) de toda la vida.

Llevamos tiempo advirtiendo que hay un exceso de innovación sin sentido, sin orientación a los resultados. Y antes de que alguien recurra al falso dilema competencias vs. contenidos, me adelanto a recordar que el estudio se ha realizado sobre datos PISA que evalúa las competencias de los alumnos, no los conocimientos (aunque hubiera salido lo mismo, la verdad). Es decir, no sirve aquello de que la innovación no arroja resultados porque seguimos evaluando al modo tradicional, preguntando contenidos que el alumno ha tenido que memorizar, etc., etc. Y que si evaluáramos por competencias entonces sí que… Pues tampoco. Parece que tiene que venir una consultora estadounidense para que nos lo creamos.
¿Hay sesgo ideológico en las conclusiones del estudio? Supongo que algo pero no mucho. De hecho, la consultora admite los beneficios de la innovación en países desarrollados donde ya está garantizada esa base sólida de conocimientos. “Innovar por el hecho de innovar y a costa de enseñar contenidos fundamentales puede ser negativo –explica a MAGISTERIO Marc Krawitz, uno de los autores del estudio–. Pero la mejora que provoca la innovación en alumnos que ya cuentan con esa base hace que merezca la pena experimentar en clase”. O no. Dependerá del riesgo que cada centro esté dispuesto a asumir, de la actitud y formación del profesorado y de la tipología de alumnos.

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