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Educación demuestra una visión arcaica de la Lengua

José Mª de Moya
Director de Magisterio
8 de mayo de 2018
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Desde hace un par de años la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y la plataforma de Periodistas Vetados en Educación vienen reclamando al Ministerio de Educación una de esas cosas que parecen tan de sentido común que debe haber razones ocultas. Resulta que con la nueva normativa que regula las habilitaciones para dar clase en Secundaria los periodistas no estamos habilitados para impartir Lengua y Literatura. Sostiene la FAPE que es la rama a la que pertenece la titulación de Comunicación (Ciencias Sociales) –y no el máster habilitante– el requisito que determina las posibilidades para impartir Lengua en ESO y Bachillerato. Máxime y permítanme la ironía tras comprobar el enorme prestigio (sic) de que gozan los máster en nuestro país y especialmente el máster de Secundaria.

A estas alturas más de uno habrá puesto estas líneas bajo sospecha. Qué va a decir éste si es periodista… Vaya por delante que no tengo la suerte de dar clase de Lengua en ningún centro, ya me gustaría. Di clases en la universidad y de esto hace tiempo. En todo caso, como los juicios de intenciones son inevitables, juzguemos los hechos.

En estos tiempos del “aprender haciendo” (learning by doing), parece un contrasentido despreciar a aquellos profesionales cuya herramienta de trabajo cotididana es precisamente la lengua. En estos tiempos en los que se idolatra la adquisición de competencias por encima de los conocimientos, parece absurdo que no se cuente con aquellos profesionales que acreditan diariamente su competencia profesional en forma de reportajes, crónicas, entrevistas, etc. En estos tiempos tan comprometidos en formar a nuestros jóvenes en las profesiones del futuro, resulta incomprensible que ignoremos a los comunicadores del siglo XXI: periodistas, guionistas, blogueros, community managers…
¿Tiene el periodismo la calidad literaria que merece para ganarse el puesto? Digo yo que habrá de todo, periodistas buenos, malos y regulares, como pasa con los arquitectos o los médicos. Uno se encuentra con ejercicios vergonzosos de cosas que no deberían llevar el honroso nombre de periodismo, pero también con obras maestras de la literatura de este siglo en una entrada de un blog, en un reportaje de interés humano o en una entrevista en profundidad.

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