La quimera de la carrera docente (y van 2)
La semana pasada me referí a la autonomía escolar como una de esas cuestiones que suscitan un amplio consenso, que todo el mundo considera esencial para la mejora educativa… pero que nadie se atreve a poner en marcha. Dotar de autonomía supone confiar, delegar, empoderar, entregar poder y, por tanto, perderlo yo. Y eso, no suele gustar.
Esta semana propongo otro viejo asunto sobre el que también hay un absoluto consenso pero que tampoco nadie consigue aterrizar: la carrera docente. Según una encuesta elaborada por la Fundación Cotec y Proyecto Atlántida (ver análisis en págs. 2 y 3), un 93% de los profesionales ve necesario definir un nuevo modelo de carrera para el profesorado. En concreto, para el 59% diseñar una carrera atractiva sería la mejor manera de mejorar el reconocimiento social de su labor, por encima de subirles el sueldo (37%) o elevar la nota de acceso a la docencia (32%). Ojo con lo del sueldo porque en las respuestas puede haber algo de postureo sobre todo entre quienes nos dedicamos a actividades particularmente nobles… A nadie nos importa el sueldo pero a todos nos viene bien.
En todo caso, nos alegramos de que hayan quedado atrás enfoques igualitaristas que también impregnaron la organización interna de los centros educativos allá en los años 80 y 90. Aquella obsesión por suprimir cuerpos profesionales, categorías, reconocimientos, etc. porque todos somos compañeros y lo que nos gusta es participar, dar premios de consolación (sic)… Ahora las cosas han cambiado. Las asociaciones de directores se empeñan en dejar claras sus atribuciones y que “nosotros no somos compañeros de nadie”, como espetó un director de IES en un coloquio reciente. Hasta los centros en forma de cooperativa se esfuerzan en dejar claro que una cosa en la organización democrática y otra el democratismo.
Está en la condición humana la necesidad de progresar, de mejorar, de aspirar a más. No necesariamente hacia arriba, también hacia los lados. Por eso, Cotec y Atlántida proponen una carrera vertical y otra horizontal. Esta última supondría avances profesionales sin cambiar de etapa, ni asumir mayor responsabilidad. Bien.