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Inclusión social y académica

José Mª de Moya
Director de Magisterio
23 de abril de 2019
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Hace un par de semanas la Universidad Camilo José Cela presentó una investigación que ofrece un paisaje luminoso del poder de transformación de la Educación. Luminoso, claro, para quien quiera verlo. El estudio –que analizamos ampliamente en páginas 2 y 3– basándose en datos PISA 2015 concluye que no existe una correlación significativa entre la inclusión social y la inclusión académica. Es decir, las diferencias socioeconómicas y culturales que se observan entre alumnos y colegios no guardan apenas relación con las diferencias académicas entre esos mismos alumnos y colegios. Y esto es una buena noticia.

Es una buena noticia porque evidencia la capacidad de la Educación en todos sus niveles (profesores, centros y Administración) de contrarrestar los efectos adversos del bajo nivel socioeconómico y cultural de algunos alumnos. Los autores del informe tomaron a la Comunidad de Madrid como caso paradigmático. Esta región es la última del país en inclusión social: donde más “centros gueto” hay y donde hay más diferencia de clase entre colegios. Esto, siendo negativo, sería lamentable si además conllevara necesariamente diferencias en los resultados académicos de esos mismos colegios: colegio pobre igual a malos resultados en PISA, colegio rico igual a buenos resultados. Afortunadamente no es así. Madrid está 11 puntos por debajo de la media nacional en inclusión social y sin embargo está 11 puntos por encima de la media en igualdad de oportunidades. El alto índice de resiliencia de los alumnos madrileños viene a confirmar también esta tesis.

Madrid está 11 puntos por debajo de la media nacional en inclusión social y sin embargo está 11 puntos por encima de la media en igualdad de oportunidades

Otras investigaciones como la del profesor de la UPV Luis Lizasoain apuntan en una dirección similar. Analizó 32 centros de los considerados de alta eficacia y descubrió que había de todo: públicos y concertados, de clase alta y de clase baja. Entre las recomendaciones para conseguir buenos resultados en entornos desfavorables, hay una que se repite en ambas investigaciones: mantener un contacto estrecho con las familias de los alumnos.

Ahora bien, ¿nos conformamos con que haya inclusión académica aunque no la haya social? ¿Nos parece bien que existan “centros gueto” si logramos que obtengan resultados aceptables? Tal vez desde una perspectiva puramente academicista no habría mucho que objetar, pero desde una visión holística en mi opinión sí que lo habría y mucho.

Termino. A diferencia de la inclusión académica, no creo que la falta de inclusión social sea responsabilidad de los gestores educativos y mucho menos de centros o profesores. Más bien tendremos que hacérnoslo ver como sociedad clasista que aún somos.

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