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Juan Antonio Jiménez: “El proceso educativo se adapta casi a cada alumno”

Juan Antonio Jiménez, coordinador de Centros Educativos y Becas de la Fundación Montemadrid, considera fundamental fomentar la creatividad y la capacidad de trabajo en equipo reforzando también la autovaloración para dar más seguridad al alumno.
RedacciónMartes, 28 de enero de 2020
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La vocación educativa de Fundación Montemadrid parte en 1967 con el Centro de Formación «Padre Piquer» y se ha desarrollado a lo largo de estas décadas a través del Centro «Ponce de León», las Escuelas Infantiles, los centros EFA y de diferentes programas educativos, como las Becas Erasmus+ de Formación Profesional para Grado Medio, Formación Profesional Básica y Programas Profesionales. Hablamos con Juan Antonio Jiménez, coordinador de Centros Educativos y Becas de la Fundación para conocer mejor su modelo educativo.

Los tiempos cambian, también los niños. ¿Cuál es el reto al que se enfrentan hoy los educadores?
— Hay muchos retos, pero para mí el más importante es la velocidad a la que se están produciendo todos los procesos de transformación social. Los niños tienen una capacidad de adaptación que supera con creces a la de los adultos, lo que conlleva un esfuerzo añadido en la labor diaria. La mejor herramienta es la formación continua y el trabajo en equipo de todos los profesionales que intervienen en la Educación: educadores, psicopedagogos, logopedas, etc.

También ha cambiado la sociedad, que es cada vez más diversa. En el Centro «Padre Piquer» saben algo de eso, ¿no?
— Efectivamente, en el Centro «Padre Piquer» conviven y se forman 1.100 jóvenes de cerca de 40 nacionalidades distintas. En un mundo en el que se han ahondado las desigualdades, la vocación de este centro es paliar que estas afecten al acceso a una enseñanza de calidad. Es pionero en la implantación en la ESO de las aulas cooperativas multitarea, en las que se trabaja por ámbitos, y todos los profesores trabajan en equipo compartiendo espacios y tiempos. Destaca especialmente, por el impacto positivo en los colectivos más desfavorecidos, su trabajo en la orientación educativa y su oferta de FP.

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Los niños tienen una capacidad de adaptación que supera con creces a la de los adultos, lo que genera un esfuerzo extra

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En este constante panta rei en el que vivimos, ¿tenemos que aprender a aprender?
—En esta sociedad, si bien sigue siendo importante el memorizar para establecer un marco de conocimiento, lo vital es desarrollar la capacidad de buscar y abordar críticamente la información. Es fundamental fomentar la creatividad y la capacidad de trabajo en equipo. Todo ello con un sedimento humano de autovaloración y ética que permita al alumno caminar con seguridad. La pedagogía y sus metodologías han girado su estrategia hacia la individualización del proceso educativo en el que el aprendizaje se adapta casi a cada alumno.

Con vuestra experiencia en el «Ponce de León», ¿es posible decir que existe la inclusión 100%?
—El «Ponce de León» es un ejemplo de inclusión real, donde 450 niños sordos y oyentes se desarrollan juntos y se enriquecen como seres humanos con diferentes capacidades pero con los mismos derechos. Esto es posible gracias a las metodologías pedagógicas aplicadas, al equipo de profesionales y a la ratio en la que cada grupo, de 20 alumnos, hay cinco con necesidades educativas especiales. En el «Ponce de León» conviven la Educación especial y la Educación ordinaria con integración, evolucionando a lo que hemos denominado proyecto de “centro único”.

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Los centros deben transmitir a sus alumnos el derecho a respetar y a ser respetados dentro de la diversidad

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Las Escuelas Infantiles Montemadrid defienden también un modelo inclusivo, siendo preferentes en alumnos con TEA. ¿Cómo se traduce en el día a día?
—La clave del trabajo diario en estos centros, que escolarizan a 900 niños de 0 a 6 años, se traduce en el compromiso y el trabajo colaborativo de todos los profesionales del centro. Los niños se mueven en un espacio educativo común, que son sus aulas de referencia y los espacios compartidos, teniendo en cuenta las adaptaciones curriculares necesarias, aulas y profesionales especializados para trabajar todo lo que les diferencia cuando las circunstancias lo requieren. A esas edades tan tempranas, los niños perciben la diversidad como algo natural.

¿Cómo veis desde Fundación las aulas del futuro? ¿Y el rol del profesor?
—Los centros educativos tienen que ser capaces de transmitir a sus alumnos el derecho a respetar y a ser respetados como seres humanos en la diversidad. Es fundamental que sean espacios de motivación y de ilusión, y eso solo es posible si lo está el equipo de profesionales que rodea al alumno. Nosotros preparamos y apoyamos a nuestros equipos para que sean capaces de neutralizar aquellos elementos que impidan el pleno desarrollo del alumno. Hacemos hincapié en el papel clave de una adecuada orientación educativa y profesional que trabaje, junto a las familias, en el mejor desarrollo y motivación de nuestros jóvenes.

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