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El progresismo y la cultura de la muerte

Jesús Asensi
Profesor de Religión
24 de febrero de 2020
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Dicen que, a grandes males, grandes remedios. Pero todo parece indicar que nuestro Gobierno, para solucionar el gran mal de la baja natalidad, del envejecimiento de la población y del gasto desorbitado en pensiones, va a aplicar un remedio aún peor.

Porque la aprobación de la ley del aborto en el año 1985 ha significado una calamidad para toda la población española y, de forma directa, para el mundo educativo. A lo largo de estos treinta y cinco años, se han dejado de crear dos millones y medio de plazas escolares, decenas de miles de puestos de trabajo docente y varios centenares de centros educativos. Además, muchos de esos niños no nacidos, si se les hubiese permitido vivir, estarían hoy en día cotizando, aportando su granito de arena para el pago de las pensiones y también equilibrarían un poco la invertida pirámide poblacional.

Pues va y ante el grave problema del envejecimiento de la población española, a nuestro Gobierno no se le ocurre otra cosa que proponer la aprobación de la eutanasia. Ni la derogación del aborto ni una ley de cuidados paliativos. Nuestro Gobierno progresista, cuando surgen los problemas, solo sabe apostar a una carta: la de la cultura de la muerte.

Como se ve, treinta y cinco años después, van a tropezar con la misma piedra. Aunque tampoco podemos olvidar que el Partido Popular pudo hacer algo al respecto, cuando gozó de gobiernos con mayoría absoluta, y que Sánchez puede legislar porque ganó las elecciones. O sea, que parte de la culpa de tanto despropósito también es suya, tuya y mía.

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