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Precisamos más contacto con la naturaleza

Vivimos en un mundo en el que se nos ha olvidado la importancia de la Naturaleza para nuestra condición de seres humanos.
Javier Urra
Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud
18 de febrero de 2020
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© DOODER

Cada vez más lejos de los paseos por el campo, de disfrutar de una puesta de sol o perdernos por el bosque. Sin llegar a ser conscientes de los beneficios que puede tener para nuestra salud pasar más tiempo en entornos naturales, sin ruido, sin prisas, respirando aire puro.

Hemos de considerar a la persona y al medio ambiente como una entidad única. La persona actúa en el medio ambiente, y el medio ambiente afecta a la persona.

Las grandes urbes generan inseguridad, estrés, ruido, falta de espacio personal, y dan paso a la frustración-agresión. Pero atraen innumerables ciudadanos de todo el mundo.

Teniendo en cuenta los cambios sociales producidos en las últimas décadas, en los que se han visto modificadas las actividades de ocio y han cobrado amplio protagonismo las nuevas tecnologías (desplazando de forma significativa el contacto directo con la naturaleza) hay quien habla entre la población infantil y juvenil de un Trastorno por Déficit de Naturaleza. Dicho trastorno supone una persistente desconexión de la naturaleza y todo lo que ello conlleva (paseos, deporte, aire libre, etc.) pudiendo favorecer la aparición de patologías tales como la obesidad, ansiedad y/o estrés, hiperactividad, déficit atencional e hipovitaminosis D.

Hoy una mayoría de niños viven en ciudades y han perdido la posibilidad de salir de manera autónoma a la calle. Pasan muchas horas sentados y encerrados, cuando para desarrollarse de forma sana necesitan moverse, jugar en espacios abiertos, y tener muchísimo más contacto con otros niños, con plantas, con animales. Precisan horas de juego espontáneo en la naturaleza donde desarrollar su psicomotricidad, sus habilidades, su capacidad de resolver problemas, su sociabilidad.

El Trastorno por Déficit de Naturaleza es real, es un mal que afecta a muchos niños alejados del contacto con entornos naturales, deviene en estrés, trastornos de aprendizaje, hiperactividad, fatiga crónica, depresión, y obesidad, entre otros síntomas. Psicólogos, pediatras, psiquiatras, y educadores, lo constatamos.

El Trastorno por Déficit de Naturaleza es real, es un mal que afecta a muchos niños alejados del contacto con entornos naturales

También la obesidad, el asma, o las alergias podrían en gran medida vincularse a esa carencia. El sedentarismo conlleva en España que los niños sufran un 8% de obesidad, un 11% de asma, un 4% de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (mayor índice en los entornos urbanos).

Los niños tienen que jugar, que correr, que revolcarse en la hierba, en la tierra, que respirar aire libre. El desarrollo emocional y cognitivo así lo exige.

Este denominado Trastorno por Déficit de Naturaleza está en la base explicativa de la disminución, aparente al menos, de capacidad creativa, de curiosidad, de falta de implicaciones en la relación social, en el contacto, en el piel con piel, y que conlleva a un aislacionismo que se concreta muchas veces en estar en contacto en la red, en estar excesivamente ante una pantalla.

Es importante estar en la Naturaleza, aprender de ella dentro de ella. Educar y educarnos en Naturaleza, pero no desde el aula, sino desde el mismo medio natural, impregnándonos de él. Precisamos menos doctrina y más contacto con la Naturaleza y en la Naturaleza.

Contra la lógica mercantil

Somos muchos los humanos y obviamente deseando vivir como lo hacemos en el primer mundo, y es así como inconscientemente estamos echando del planeta a nuestros socios. Los microorganismos, los mohos, los gusanos, son esenciales más allá de que en las televisiones nos regalen la presencia de leones, elefantes, ballenas.

Nuestra sociedad capitalista y desde la lógica mercantil busca convertir el paisaje en lugar de diversión, de actuación, de seducción, con una vertiente de consumo, que se aleja del encuentro, apego, o vinculación emocional entre el individuo y el paisaje.

Es conveniente utilizar mensajes que resalten las posibles soluciones al problema del medio ambiente, antes que mensajes que resalten la magnitud y gravedad del problema.

Busquemos saber a dónde vamos, no nos entretengamos demasiado en aclarar de dónde venimos. Alcanzamos el futuro hora a hora, minuto a minuto. Nuestra conducta debe tener un norte, el porvenir.

Hagamos un verdadero regalo a la siguiente generación. El futuro, el futuro, no hablemos tanto del futuro, eduquemos hoy a nuestros niños. “A muchos les preocupa el mundo que dejaremos a los niños. A mí me preocupa qué niños dejaremos al mundo”. (Urra, 2018).

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