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Traumas en la infancia

Tradicionalmente se considera que aparece traumatización ante episodios vitales de experiencias peligrosas en las que hay percepción subjetiva de peligro de muerte o grave para la salud, para sí mismo o para otros (por no tener recursos para afrontar la situación).
Centro Psicológico Loreto Charques
Expertos en el diagnóstico y tratamiento del Trastorno por Déficit de Atención (TDA-H)
25 de febrero de 2020
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® SANGOIRI

La información de naturaleza traumática colapsa nuestro sistema nervioso. Éste encapsula la información. Queda atrapado el recuerdo en forma de información sensorial (imágenes, olores, sonidos…), sensaciones somáticas, pensamientos y emociones. De esta forma, a priori, el niño puede hacer vida normal, no interfiriendo este tipo de recuerdos, que quedan “no accesibles para el en la cotidianidad.

Esta separación del resto de información contenida en la memoria, imposibilita que se integre este recuerdo. De otra manera, la experiencia podría haberse interpretado desde otra perspectiva, podría haber accedido a redes más adaptativas de información, haber rescatado la información positiva o relativizado la negativa. De esta manera queda desintegrada.

El trauma queda congelado, pero no es del todo inaccesible por la conciencia del niño, se accede hasta él de manera accidental, por disparadores: estímulos relacionados con la situación de peligro (olores, sonidos, sensaciones, sentimientos, pensamientos…). A veces la propia persona no detecta cuáles son estos estímulos que desencadenan la revivencia.

Cuando un disparador aparece se revive el trauma como si estuviera sucediendo de nuevo, en forma de flashbacks (recuerdos muy vívidos), y pesadillas. Se reexperimenta el trauma como si fuera de nuevo real, como si estuviera ocurriendo ahora. Por lo tanto las reacciones emocionales y conductuales también son las mismas que se dieron entonces: miedo, agresividad, angustia, impulsos de correr…

Cuando un disparador aparece se revive el trauma como si estuviera sucediendo de nuevo, en forma de flashbacks (recuerdos muy vívidos), y pesadillas

La posibilidad de que se de trauma es diferente en niños y adultos. Para un niño, con muchos menos recursos físicos e intelectuales, es mucho más sencillo encontrarse con situaciones que se pueden valorar como de peligro extremo.

Pongamos algún ejemplo:

  • Un bebé que es dejado durante horas sin atención, sin alimentarlo ni atenderlo emocionalmente, puede vivir una fuerte sensación de abandono, acompañado de sensaciones extremas de hambre y sed, que pueden quedar codificadas como experiencias traumáticas.
  • Un niño al que su padre le pega, siempre que llega borracho del trabajo, o simplemente presencia como pega a su madre.
  • Una niña que es abusada sexualmente por su tío, del que se queda al cuidado por las mañanas, cuando sus padres trabajan.
  • Estos ejemplos tienen en común que la situación de peligro, no sólo es traumática, sino que es repetida en el tiempo, y lo más grave, proviene de figuras primarias de apego.

¿Cómo es capaz un niño de entender y adaptarse a esta situación? La respuesta es que no pueden. Los niños están diseñados para apegarse a todo tipo de cuidadores, ya sean eficaces o no. Es mucho más adaptativo vincularse a un adulto maltratador, que sobrevivir sólo. Pero para el niño es imposible vincularse a un adulto que en algunos momentos le quiere mucho, pero en otros es negligente. Es imposible de compatibilizar. Entran en una paradoja emocional que no tiene solución: es un impulso biológico buscar apego, pero también lo es huir del peligro. Por ello se disocian, se parten en dos:

  • El niño es capaz de adaptarse a una figura de apego cariñosa y competente.
  • Por otro lado, una parte anclada en el trauma, se adapta a los momentos de maltrato.

Lo que percibimos los que convivimos con ellos es una especie de imprevisibilidad en su conducta (a veces me demanda atención, a veces se pone agresivo), cuando en realidad es un comportamiento extremadamente rígido, pero de gran variedad de desencadenantes, algunos desconocidos incluso para el propio chico.

Al tratarse de mecanismos involuntarios y de activación imprevisible, incluso para el propio chico muchas veces, viven estas conductas con una enorme culpabilidad y autodesprecio. Son receptores de las consecuencias negativas (castigos, rechazo social, revivencia de agresiones y abandonos) sin ser capaces de tener absolutamente ningún control sobre sus reacciones emocionales, pensamientos y conductas.

Es muy importante tener esto en cuenta, pues los métodos tradicionales de modificación de conducta basados en premios y castigos, no tienen capacidad para modificar este tipo de conductas, por ello es necesario acudir a un profesional preparado para trabajar con conductas originadas por vivencias traumáticas. En Centro Psicológico Loreto Charques podemos ayudarte.

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