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Evaluando que es gerundio

Jorge Burgueño
Escritor y maestro
9 de marzo de 2020
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Las épocas de exámenes son periodos estresantes cuyo objetivo final muchas veces queda desvirtuado. Los alumnos las viven con ansiedad, miedo, saturación emocional y psicológica… Al mismo tiempo, los profesores nos enfrentamos a una montaña (o unas cuantas) de folios con preguntas respondidas o sin responder, esperando marcas en los bordes del texto de color rojo o verde.

¿Es este método resolutivo? ¿Se consigue lo que se pretende? Recordemos que la evaluación tiene como objetivo principal el aprendizaje significativo de los contenidos, es decir, que los alumnos descubran e integren el significado real de lo que están aprendiendo. Habría que analizar, por tanto, si de esta manera se logra que el alumno, tras la realización de una prueba escrita, ha conseguido incorporar esos conocimientos para siempre, o simplemente ha sufrido durante unos días para recordarlos hasta el día del examen.

Quizá podríamos diversificar la manera en la que evaluamos. Por ejemplo, mientras que en algunas asignaturas pueden ser necesarias pruebas escritas, en otras, la evaluación quizá sea más eficaz mediante la realización de proyectos cooperativos y sus posteriores exposiciones orales. Si se hace bien, no hay que tener miedo a dejar a un lado los “míticos” exámenes escritos, y aventurarse a realizar, aunque fuera de vez en cuando, otro tipo de evaluación para alcanzar el objetivo principal: la adquisición integral del conocimiento.

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