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El maestro camarero

Jesús Asensi
Profesor de Religión
15 de junio de 2020
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El apoyo de Ciudadanos al decreto de “nueva normalidad” va a suponer un pequeño alivio para los equipos directivos. Y es que Pedro Sánchez ha decidido aceptar una de las más ambiciosas pretensiones de Edmundo Bal: la distancia de seguridad necesaria dentro de un aula no será ya de dos metros, sino de metro y medio. Parece una tontería, pero ese medio metro de menos supondrá incrementar el número de alumnos que pueden estar dentro de una clase. Aún así, la medida resultará insuficiente para aquellos centros educativos que no dispongan de aulas libres y cuenten tan solo con una biblioteca y un comedor. ¿Qué van a hacer con todos esos alumnos que quedan fuera de las aulas pequeñas o de esa ratio de 20 que el Ministerio de la señora Celaá ha dispuesto? Y a esto hay que añadir el uso de mascarillas, el lavado constante de manos, la desinfección diaria del centro, el saludo en la distancia, los turnos de patio por grupos…

A grandes males grandes remedios, dirá alguno. Y así es. Y es que algún equipo directivo, aprovechando que está previsto utilizar las aulas como comedores, podría animar a todos los miembros de su Claustro a realizar el curso de manipulador de alimentos. La idea sería transformar su escuela en un gran restaurante y aprovecharse de las ventajas que estos disfrutan gracias al decreto de “nueva normalidad”: desaparece la distancia de seguridad, por lo que en cualquier aula cabrán esos 20 alumnos, y no hay que usar las dichosas mascarillas que tantos dolores de cabeza iban a ocasionar.

Gracias a ese giro empresarial, el ambiente en los centros escolares será de lo más distendido. Los discentes escucharán con gusto a sus docentes mientras toman un zumo natural o mordisquean una pieza de fruta. El mero alivio de no llevar mascarilla será el mayor reclamo para conseguir que ningún alumno falte a clase. Eso sí, tal y como ocurre en los bares con los camareros, los maestros sí que tendrán que llevar mascarilla y no podrán sumarse al picoteo con sus alumnos. Lo de otorgarles el rango de chef no va a ser posible, pues es inviable colocar una cocina dentro de cada aula. Pero bien, siempre les quedará, si los problemas de espacio lo permiten, ese “salón de profesores” donde tomarse un café y platicar con el resto del Claustro. De todos modos, como el autoservicio todavía está prohibido, tendrán que establecer turnos para que cada día un docente se encargue del “servicio de mesa”. Porque la picaresca no exime del deber de cumplir la ley. ¡Faltaría menos!

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