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Origen y destino de algunas escuelas concertadas

Jesús Asensi
Profesor de Religión
1 de septiembre de 2020
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Esta terrible pandemia, y el anterior y probable próximo confinamiento, está afectando también a algunos centros educativos concertados, sobre todo a aquellos que ofrecen módulos de Formación Profesional y que pueden perder la ayuda económica si no consiguen un mínimo número de matrículas. En esos casos, cuando la Administración no cubre los gastos de docencia de un curso, no cabe otra que privatizar y que el centro y las familias asuman los costes. Si esto no es viable, se tendrá que suprimir ese módulo y enviar al paro a los profesores que lo impartían.

Esta incertidumbre de no saber qué pasará en septiembre también está afectando a las personas que ocupan los puestos directivos en esos centros concertados y que tienen a su cargo a un profesorado intranquilo que ignora cómo quedará su jornada laboral o si tendrá trabajo este próximo curso. En momentos de crisis es donde se descubre el talante de las personas y su capacidad para gestionar con eficacia los problemas que van surgiendo un día tras otro. Por eso no es de recibo que los equipos directivos no se atrevan a hablar con claridad a los docentes que tienen a su cargo y explicarles, con la verdad por delante, cómo está la situación y por qué les van a reducir o suprimir su contrato laboral.

Esta incertidumbre de no saber qué pasará en septiembre también está afectando a las personas que ocupan los puestos directivos en esos centros concertados y que tienen a su cargo a un profesorado intranquilo

Algunos de esos centros, además de preocuparse por la instrucción técnica de su alumnado, también tienen muy en cuenta su formación humana y trascendente. Es más, quizás fue ese el motivo principal de su creación y el que tendría que justificar su existencia actual. ¿Y qué pasa si esa educación virtuosa no acaba de dar sus frutos o está bajo mínimos? Pues que habrá que buscar una solución que rectifique el actual rumbo fallido, que podría pasar por una renovación total del Claustro, o replantearse si vale la pena el esfuerzo por mantener la escuela abierta en esta época de grave crisis económica y moral. Porque si su ideario primigenio, ese que pretendía formar mejores personas y honrados profesionales, ya no impregna su realidad escolar, ese centro educativo se habrá convertido en una escuela más entre muchas y habrá perdido su razón de ser. Y es que ya decía alguien eso de “renovarse o morir”, que aplicado a esta situación educativa de incertidumbres podría quedar como un “retomar el camino o echar el cierre”.

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