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Pobres profes

Rafael Guijarro
Periodista
29 de septiembre de 2020
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Ni a los padres, ni a los hijos les ha cambiado tanto la vida como a los profesores. La gente joven se adapta más fácilmente a los cambios; incluso disfruta con ellos. La monotonía y que todo siga igual un día y otro, les aburre. Con el nuevo modo de ir al colegio, con sus carteles, sus distancias, sus instrucciones sobre el modo de llevar la mascarilla o lavarse las manos, todo se hace más entretenido.

Los padres, con quitarse a los niños de casa, aunque sólo sea por unas horas, ya pueden encontrar una cierta normalidad, aunque el trabajo en la oficina y/o el teletrabajo en casa, hayan cambiado algo sus vidas, pero, al menos, la mayoría trabajan sentados, aunque sea teniendo delante la pantalla del ordenador y no sabiendo lo que les espera.

Pero los profes, en cambio, siguen a cuerpo limpio dando las clases, además, con mascarilla, con lo incómodo que es, o por internet, en donde se ve todo. A lo mejor les están grabando; y las pifias, malos modos, o gestos inoportunos, quedan retratados para siempre. Ellos se siguen arriesgando a que tomen nota de lo que hacen, y se lo puedan echar en cara o hacerlo público en las redes, dejando constancia de sus patinazos. En eso, padres y alumnos les llevan ventaja. Antes, todos estaban expuestos, pero ahora unos más que otros.

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