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Obligados a quedarse

Rafael Guijarro
Periodista
27 de octubre de 2020
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Con eso de tener que quedarse en casa por obligación, mucha gente está recuperando sensaciones que parecían antiguas, como, por ejemplo, leer un libro. La atención a las pantallas llega un momento en que ya no da más de sí. Cansa estar todo el día pendiente de lo que salga allí. Cuando ya se le han metido tantas horas al asunto, parece todo igual: cuesta trabajo distinguir una serie de otra y todos los noticiarios no paran de decir todos lo mismo: que la pandemia está fuera de control.

Las primeras semanas atendías a lo que te decían o te ponían allí, pero te has ido cansando de seguir la iniciativa y el ‘tempus’ de los demás, obligado a dedicar la atención a lo que podría no interesarte dedicarle tanta. Y aparecen las ganas de leer un libro, pasar las páginas a tu gusto, volver a releer algo que te había llamado la atención. O pasar página e interesarse por otro relato, con la novedad de lo que vaya a pasar cuando abras el libro y te pongas a leer.

La pandemia ha traído muchas ansias de volver a leer, a soñar con lo que está escrito y permanece allí, para que tú vuelvas a ello cuando quieras. No se borra, no cambia de canal, no se apaga. Permanece a tu disposición sin que tengas que mirar la hora a la que lo ponen. Y puedes recuperar esas sensaciones a tu gusto.

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