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Lo que nos enseña la pandemia

Debiéramos intentar aprender. En primer lugar ¿qué es lo esencial? Para darnos cuenta de que ahí está la familia, los amigos, el compartir emociones, el sentir la soledad. La ayuda mutua. La solidaridad. El valor y el coraje.
Javier Urra
Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud
26 de enero de 2021
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© ALPHASPIRIT

Agradecer a quienes siguieron trabajando mientras estábamos confinados, en los hospitales, en la pesca, en la agricultura, en el mantenimiento de las redes tecnológicas, en la distribución y venta de alimentos, bomberos, ejército, fuerzas de seguridad, medios de comunicación, etc.

Sí, aprender de nuestra vulnerabilidad, de nuestra indefensión y al tiempo de nuestra capacidad para afrontar lo que nunca habíamos previsto, para imaginar, para crear, para buscar soluciones.

Reconocimiento a los científicos de todo el mundo que siguieron investigando, mediante pruebas de ensayo y error, y han conseguido vacunas para esta pandemia que no es la primera ni será la última.

Alerta ante un mundo que maltrata su naturaleza y genera gravísimos problemas no solo para esta generación, sino para las que lo continuarán.

Ética, para plantearnos qué aconteció en las residencias. Cómo debe de distribuirse el orden de las vacunas, y tantos y tantos debates y dilemas que nos han golpeado.

Actualización con las nuevas tecnologías para mantener relaciones con otras personas, y para seguir cursando desde la escuela aun no de forma presencial.

Aplauso a profesoras y profesores que se han esforzado por transmitir conocimientos, afecto, ternura y seguridad.

La pandemia, el confinamiento, nos ha zarandeado, y nos ha inmerso en gran zozobra, nos ha dejado en algo desnudos ante nuestras limitaciones tanto individuales como de estructura social, referido a organismos institucionales y de apoyo. Pero también nos ha permitido ver la labor de la Organización Mundial de la Salud, comprobar la cooperación internacional, evaluar el apoyo de los bancos centrales…

Tenemos muchos retos, por ejemplo, ver cómo llegan y cuándo las vacunas a los lugares denominados Tercer Mundo. Y dentro de los muchos aprendizajes, está la comprobación de que cuando los seres humanos nos protegimos en los hogares, el mundo siguió girando, la mar estaba en su sitio, los animales volvieron a adueñarse de su espacio natural.

Algunos hemos perdido a seres queridos, y hemos comprobado experiencialmente la importancia de la proximidad, del cariño, del afecto, del contacto, del piel con piel. Era sabido, pero ahora se confirma, la capacidad del ser humano para adaptarse, somos muy flexibles. El SIDA nos enseñó a ponernos un preservativo y el Covid-19 una mascarilla.

Hemos llegado hasta aquí evolutivamente, no por ser una especie muy fuerte pero sí social, cooperativa, solidaria y adaptable. Esta situación no buscada nos debe hacer madurar como personas y como especie. Fue tras la II Guerra Mundial cuando se realizó la Declaración de los Derechos Humanos. Estamos seguros, todos los que nos dedicamos a la Educación, que sabremos transmitir aspectos relevantes que la pandemia nos enseña, también en el viaje interior, en el viaje espiritual, en las preguntas certeras o no al universo, al denominado Dios.

Pero también hemos visto a los negacionistas, a los egoístas, a los estúpidos e insensatos, a los que se consideran inatacables, a los que no piensan en los demás. Así son algunos de nuestros congéneres.

Hemos “enloquecido” con una comunicación difusa, en ocasiones incoherente cuando no contradictoria.

La sociedad se hace preguntas, se cuestiona, se intriga, y no siempre obtiene respuestas, entre otras cosas porque le pide a la ciencia lo que es función de las religiones

Un exceso de normas que hacen inviable su cumplimiento. La sociedad se hace preguntas, se cuestiona, se intriga, y no siempre obtiene respuestas, entre otras cosas porque le pide a la ciencia lo que es función de las religiones. Y es que la ciencia funciona por ensayo-error, así evolucionamos.

Materia de Educación la pandemia. Y cómo lo ha vivido cada uno y cómo ha percibido a los de alrededor y cómo afrontaría un nuevo confinamiento y tantas y tantas preguntas que dan pie a no menos respuestas.

En el centro terapéutico que Recurra-Ginso tiene en Brea de Tajo y del que soy director clínico, hemos aprendido y mucho. Los chicos allí residentes que tienen severos conflictos con sus padres y a veces con ellos mismos no pudieron en el confinamiento estar con sus progenitores por prevención sanitaria. Sí les permitimos las videoconferencias. Los padres echaron mucho de menos a sus hijos y los hijos a sus padres. Resultó ser positivamente terapéutico. Es más, los jóvenes dedicaron su tiempo libre a realizar mascarillas para la ONCE.

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