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Antepasados y salud mental y emocional

Descendemos de unos antecesores comunes de monos y homínidos que eran tremendamente agresivos. Pero nos diferenciamos en el presente y desde hace tiempo de otras especies, por la capacidad de imaginar incluso mundos muy distintos al nuestro, y pese a ello, somos los humanos quienes estamos reduciendo la biodiversidad del planeta.
Javier Urra
Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud
16 de febrero de 2021
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© Orapun

Es desde la correcta Educación emocional de bebés y de niños, que se puede prevenir la violencia y las enfermedades mentales. Siendo que a los 4 o 5 años los niños empiezan a contemplar el futuro. Nos criamos y evolucionamos en una cultura específica, y su Educación, así como sus interacciones, definen el comportamiento, que sin lugar a dudas, afecta a las estructuras cerebrales.

La biología tiene una importante función en la mediación y materialización de todas las formas de conductas, experiencias, desazón humanas, que se combinan con las circunstancias sociales, psicológicas, cual son la pérdida y el sufrimiento; la pobreza y la discriminación; el maltrato y el trauma.

Sabemos que la salud se deteriora a medida que descendemos en la jerarquía social. Y que las enfermedades mentales van a constituir el primer factor de preocupación social. Es verdad que los seres humanos poseemos capacidades naturales para superar o al menos sobrellevar situaciones dañinas, a veces devastadoras.

Dado que hemos de cuestionar el uso cotidiano y prolongado cada vez más habitual y omnipresente de los psicofármacos, habrán de contratarse muchas plazas de psicólogos clínicos, los cuales tendrán que utilizar los manuales diagnósticos como un mapa previo que se consulta, que ulteriormente ha de explorar el territorio atentamente y a pie. Quienes ejercemos la psicología debemos apoyarnos en supervisores y, en su momento, acudir a terapia para oxigenarnos.

Somos conocedores de que el estrés prolongado incide en el sistema inmunitario, dando paso a los mecanismos neuronales que intervienen en la angustia mental. Hemos de valorar la forma de interpretar dicha angustia mental, de afrontarla, y en su caso corregir e implementar para mitigarla.

En ocasiones, personas muy angustiadas, que muestran un gran desequilibrio emocional, precisan ser internadas y medicadas para superar esa situación crítica de desesperanza, para facilitar que retome la condición en que pueda adoptar decisiones razonables para su propia vida.

Dijo Howard Gardner que “cuando una idea es fácilmente aceptada, es que no es creativa”. Pues la que aporto no es creativa. Hemos de analizar los aspectos demográficos, económicos y socioculturales, para establecer políticas de salud mental. Estudiemos, el envejecimiento, la concentración de la población en las grandes ciudades, las migraciones, la conectividad digital.

Por último, permítanme compartir, que no es probable, creo que ni posible, que se encuentren biomarcadores clínicamente fiables, ni para trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer y otras demencias, ni para condiciones como el trastorno bipolar, ni para el trauma, la ansiedad, la depresión, ni la autolesión. Además, la diagnosis basada en biomarcadores de posibles trastornos mentales en personas presintomáticas o asintomáticas, junto a riesgos de conculcar derechos de intimidad, dignidad, y honor, conlleva mucho más que dilemas éticos, y puede generar ansiedad, sobreintervención y estigma.

Javier Urra, Prof. Dr. en Psicología y Dr. en Ciencias de la Salud

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