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Desencuentros parentales

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Siempre conviene guardar la reserva adecuada ante cualquier analogía extrapolable. Entre la realidad y nuestras experiencias el parecido suele quedar a veces reducido a mera coincidencia. Digo esto a resultas de la polarización social que encuentra su reflejo en las aulas. La inmigración, la gestión de la pandemia, los  últimos altercados juveniles en las calles, el exilio fiscal de famosos youtubers, etc.., son, entre otros, temas que surgen en las clases y sobre los que se pronuncian los alumnos sin cortapisas emocionales aunque hueros del conocimiento de las causas, dando lugar a una especie de melopea dionisiaca y sentimental canalizadora de la impotencia y la rabia narcisista.

Entre los fundamentos de la Educación obligatoria figura la formación de ciudadanos respetuosos con los valores democráticos encarnados en las leyes principales. Los idearios familiares de índole ética y moral son contrastados en el ámbito público y viceversa. De su mutuo engranaje y conjunción se forjan nuestras vidas escapando en lo posible de cualquier tendencia tribal o narcisista. Aquí –una vez más– lo importante es no estorbar, confiar en la función de cada ámbito con sus contrapesos y sus pertinentes exámenes externos. Lo cierto es que el ‘pin parental’ regresa al plano de la actualidad tras renovadas luchas políticas para enfangar las relaciones entre los diferentes miembros de la comunidad educativa. En apenas unos años hemos pasado de hablar de participación educativa y proyectos escolares respetuosos y consolidados en la armonía de las partes a la desconfianza y la sospecha. De seguir esta vía transitamos hacia el desencuentro y la atomización segregada.

Si algo deberíamos haber aprendido de la pandemia es a asumir nuestra condición extraterritorial, es decir, que vivir es vivir en las afueras. No existe una tierra prometida ni una escuela futura inmarcesible. Sin duda, habitamos en el mejor de los mundos posibles pero si algo nos enseña la historia es la posibilidad tácita de regresar a etapas de oscurantismo transitorio. Cultivar cada cual su jardín es conversar con el pasado a resguardo de nuestra memoria personal y colectiva y evitar así ser presa de seductores cantos adanistas. El conocimiento se adquiere a base de horas de estudio y trabajo perseverante compatible con la alegría obtenida del placer intelectual que todo ello conlleva. Construir relatos paralelos al respecto supone cuanto menos simplificar la realidad en aras de espejismos cuyos cristales rotos mas tarde habrá que recoger.

El conocimiento se adquiere a base de horas de estudio y trabajo perseverante compatible con la alegría obtenida del placer intelectual que todo ello conlleva

En una época en que el principio de placer se sobrepone al de realidad, es obvio que los valores liberales y humanistas de la Ilustración sobrevivirán únicamente si encuentran un cauce en respuestas que funcionan. Hay que demostrar no sólo enunciativamente que algo es bueno en sentido abstracto sino que además es útil a nivel concreto e individual. “Aspirar a tener mejores opiniones –escribe Innerarity– suele ser incompatible con considerarlas superiores.” (Contra la superioridad moral. El País, 23-3-21)

Ninguna visión de la realidad –incluida la escolar– lleva implícita una interpretación completa e incontestable. El convencimiento robusto no correlaciona necesariamente con el imperio de la razón y las evidencias plenas. Nuestros árboles ideológicos nos ocultan en ocasiones el relevante bosque de la realidad sin percatarnos de que la antipatía visceral nos ciega la posibilidad de intercambios de información interesantes.

Los defensores de una escuela donde la impartición de conocimientos se erige en basamento principal no deben escatimar –y no lo hacen– la importancia de la óptima salud emocional de los alumnos para el buen desarrollo de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Por lo mismo, abogar por la enseñanza presencial, la disciplina en el estudio o el esfuerzo académico no está reñido con la utilización de las herramientas tecnológicas complementarias ni con la atención de los intereses del alumno y las relaciones significativas entre lo que se aprende en el aula y lo que se traslada de forma pragmática a la vida cotidiana. Muchas veces las mejores soluciones son sólo fruto del equilibrio y la síntesis fecunda de ideas y métodos aparentemente contradictorios. Encastillarse en posturas dicotómicas abre el paso a los intereses populistas más espurios y favorece las opciones menos contrastadas producto del ruido y la confusión más que del debate científico y argumentado.

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