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El desafío emocional de la vuelta a las aulas: la salud mental de la infancia a debate

Ana Amor AlamedaMartes, 15 de junio de 2021
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© INTUERI

Hablar de desarrollo socioemocional y salud mental se ha puesto de moda y más tras los nuevos escenarios que la pandemia de la Covid-19 ha puesto de manifiesto. No en vano, diversos estudios afirman que la salud mental de los adolescentes ha empeorado en aquellos países con procesos de confinamiento generados por la pandemia. En una encuesta desarrollada por la Universidad de Valencia en Chile, por ejemplo, se concluye que el 70,7% de los adolescentes y 79,9% de los jóvenes presentan mayores problemas de insomnio que antes de la pandemia”. Por otra parte, en el estudio también resultan preocupantes las cifras que evidencian la presencia de síntomas de ansiedad, estrés y depresión.

Si bien los datos y estudios realizados sobre este problema han aumentado, aún son escasos aquellos enfocados en los más pequeños. De hecho, los niños y niñas, que fueron obviados en el desarrollo de las políticas de respuesta ante la pandemia —especialmente en los inicios de esta—, son olvidados de nuevo en lo que respecta a la generación de datos e informes que sirvan para diseñar políticas públicas de desarrollo integral en la pospandemia.

En ese sentido, es bien sabido que las consecuencias de esta crisis sanitaria no solo han comprometido la salud física, sino que también han afectado al desarrollo socioemocional y a la salud mental, especialmente de manera más intensa para las poblaciones más vulnerables, entre las que se encuentran los niños y niñas de la región. Y es que 3 de cada 5 niños que perdieron un año escolar en el mundo viven en América Latina y el Caribe.

Esto es especialmente grave, ya que es durante la infancia y a lo largo de la adolescencia cuando el desarrollo cognitivo, social y emocional atraviesa sus fases más cruciales. Las experiencias que se viven en estas etapas ocupan un lugar crítico en la conformación de la salud mental y el desarrollo emocional de una persona y, por tanto, es cuando se generan los mecanismos y recursos que, a largo plazo, generan resiliencia y fortalezas para enfrentarse a situaciones complejas, así como para garantizar en el futuro un buen estado de salud y calidad de vida.

Expertos de Unicef señalan que los niveles de estrés postraumático son cuatro veces mayores en los niños que han pasado por una cuarentena, y que pueden llegar a darse hasta tres años después

Asimismo, además de los desafíos de aprendizaje y posibles impactos sobre el desempeño académico, el cierre de los centros educativos también ha dejado a los más pequeños sin otros servicios críticos que brindan las escuelas, como son el apoyo socioemocional, los programas nutricionales, los servicios de asesoramiento y los espacios de interacción social o las dinámicas de juego y convivencia entre pares, claves para su desarrollo integral.

Expertos de Unicef señalan que los niveles de estrés postraumático son cuatro veces mayores en los niños que han pasado por una cuarentena, y que estos episodios pueden llegar a darse hasta tres años después. También, la disminución de las interacciones cotidianas con otros niños, la alteración de las rutinas y de las estructuras, pueden aumentar la soledad, la ansiedad y la depresión. Asimismo, de acuerdo con un estudio del BID a nivel internacional se ha determinado incluso que el deterioro de la salud mental de los niños y niñas durante la pandemia “parece ir acompañado de un deterioro de los resultados de salud mental de los padres”. Además, existe un sesgo de género relevante: las madres con niños pequeños parecen haberse visto particularmente afectadas pues han sido las que han llevado el peso de la educación a distancia, con un 84 % frente al 6 % de los padres, unido a las responsabilidades adicionales en el hogar. En el informe se advierte de que existe una correlación manifiesta: entre mayor número de hijos mayor malestar psicológico. Las madres aseguran tener más problemas de salud mental que los padres, lo que resulta en brechas de salud mental de género: tristeza (28%), falta de apetito (27%), angustia general (24%), miedo (19%), agotamiento (17%), e insomnio (15%).

Por eso, y de cara a construir políticas públicas en educación que den respuestas a estas necesidades y retos, resulta fundamental generar espacios de reflexión e intercambio, para compartir enfoques y prácticas, que visibilicen lo ya avanzado y que sienten las bases para futuras estrategias que pongan a la primera infancia en el centro. A finales de abril de 2021, en el marco de la Red Iberoamericana de Primera Infancia auspiciada por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), se celebró un evento virtual llamado «Reflexiones en Red» que puso el foco en cómo se está abordando el desarrollo socioemocional en la primera infancia en la región. Representantes de Perú, Chile y El Salvador, compartieron con asistentes de más de 16 países iberoamericanos sus retos y respuestas durante la pandemia y con el retorno a las aulas.

El encuentro puso sobre la mesa cuestiones como la importancia de visibilizar y tratar esta temática de manera intersectorial e integral, atendiendo a las necesidades de toda la comunidad educativa (padres y madres, niños, docentes). Por un lado, a las familias es necesario formarlas y sensibilizarlas sobre la importancia de detectar señales de alerta en la salud socioemocional de sus hijos; muchas de ellas no cuentan con las herramientas o minusvaloran la importancia de determinadas señales. Por otro lado, los docentes, deben de tener capacidades para poder trabajar esta temática en el aula, aprovechando la ocasión del retorno para reforzar vínculos con el docente como figura referente. Finalmente, los niños deben de tener el espacio para poder expresar sus emociones libremente, sean las que sean, y priorizar actividades como el juego, relajación, y diversas dinámicas que propicien la expresión y contención.

La voz de los expertos es unánime: debemos acompañar las expresiones emocionales de los niños y niñas durante todo el proceso de retorno a las aulas, pues solamente con salud emocional se puede desarrollar el aprendizaje integral.

Ana Amor Alameda es experta en Educación de la OEI

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